"La mitología griega es eso, un mito"
Pero que pasaría, si lejos de serlo, es una realidad, solo que esta, ya no perduraba en la Tierra o en el cielo como suelen decir en los lobos fantásticos piede que esta tal vez hubiera avanzado tanto... como pa...
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Nuevamente, Olympus tragarme y escupeme en la tierra...
El menor había estado todo el viaje en ese carruaje dirigido por pegasos algo nervioso, con sus ojos ardiendo en llamas y sus padres frente a él en el carruaje mirándolo atentamente. Estaban llegando a lo que iba a ser apartar de ahora, su casa, academia y nueva vida, se había despedido de las personas necesarias y se llevaba todo lo necesario en sus cinco maletas y dos más pequeñas...
Si voy a estar cinco años ahí, voy a estar cómodo ¿no?.
— ¿Porqué me miran así? —
— Un bendito dragón — dijo su padre y el pecoso levantó una ceja.
— No vamos a hablar de criaturas mágicas gigantes y peligrosas, tienes un perro de tres cabezas y que Cerbero me perdone pero es la verdad, mamá, tu tienes una flor carnívora y que Glish también me perdone pero es la verdad — dijo rápidamente y su madre negó con la cabeza reconociendolo.
— Cariño, debes prometemos que Bbokari va a quedarse o cambiar de forma a animales pequeños — dijo su madre y el menor asintió con una sonrisa.
— Entonces Felix, como lo practicamos, ¿si alguien te molesta tú...? — comenzó su padre.
— Inhalo, exhalo e ignoro para no terminar con el alma de esa persona —
— Perfecto, ¿y si alguien te reta a un duelo? — esta vez dijo su madre.
— Intento negarme lo más posible, si me jode mucho, tengo permiso de aceptar gracias a mi Tío —
— Maldito Zeus — se masajeo la cien el de cabello negro haciendo reír al pecoso.
— ¿Si alguien te pregunta por tus poderes o armas? — preguntó Persefone.
— No respondo porque el no saber puede ser mi mejor arma contra el enemigo —
— ¿Que harías si te digo que tienes compañero de habitación? —
— Suicidarme- espera ¡¿qué?! — gritó alterado y totalmente nerviso.
Esto en dirección a su padre, el que había dicho anteriormente esas palabras las cuáles le preocuparon bastante.
— Mi bella flama de la muerte, cálmate — habló su padre y tomó su mano.
— No me dijeron nada y saben que se me dificulta socializar, ¿y si me odia?, ¿y si me tiene miedo?, ¿y si-