BAJO LA SUPERFICIE

Eros.

El aire frío de la mañana envuelve el patio de entrenamiento, y aunque apenas ha amanecido, ya estoy aquí, esperando. Mis dedos tamborilean contra el mango de la espada mientras intento contener la impaciencia que, inexplicablemente, ha estado creciendo en mi pecho.

<<¿Dónde está Lyra? Esto no es propio de ella.>>

La princesa puede ser muchas cosas, pero nunca es impuntual... a menos que esté haciendo esto a propósito.

Respiro hondo, pero la idea de que me está haciendo esperar a propósito me enfurece más. Esa mujer sabe exactamente cómo manipular cada uno de mis nervios, y ahora, por si fuera poco, también parece haber descubierto la manera de ignorarme sin consecuencias.

-Samantha -llamo, y en cuanto se acerca, percibo el destello de diversión en sus ojos. Odia que me ponga así, pero ya no me importa su insolencia-. Ve a buscar a la princesa, ya debería estar aquí.

Samantha suelta un suspiro teatral, pero asiente y se marcha. Y yo, de nuevo, me quedo en ese maldito patio, respirando hondo para contenerme, como si el aire frío pudiera aplacar la urgencia que hierve en mi interior. La verdad es que Lyra tiene un poder que me fastidia; logra arrancarme esa sensación absurda de necesitar verla, de querer controlarla, cuando ella parece empeñada en ignorarme.

Tal vez eso es lo que más me molesta.

Minutos después, finalmente escucho el eco de pasos acercándose. Alzo la vista y allí está, entrando con esa calma arrogante que le permite burlarse de cada segundo que me ha hecho esperar. Me tenso al verla, y una punzada de rabia se enciende en mi pecho cuando noto su sonrisa desdeñosa. Ella sabe lo que hace. Lo sabe demasiado bien.

-¿Te has perdido, princesa? -le digo, sin siquiera intentar esconder el tono cortante en mi voz-. Quizás la puntualidad no es una virtud en las Tierras Altas.

Observo cómo camina hacia mí con esa seguridad tan característica de ella, una confianza que se filtra en cada paso que da, desde la firmeza de sus pies hasta la manera en que sus caderas parecen moverse con una musicalidad única. Mis ojos se deslizan sobre la curva de sus hombros, el sutil movimiento de su torso, apenas contenido bajo un corsé que no está tan ajustado como para ocultar sus formas. Me esfuerzo por mantener mi expresión seria, pero sé que ella está consciente de cómo me afecta su presencia. Maldición, Lyra y su insolencia, siempre parecen desbordarse con cada palabra, con cada gesto. No debería estar notando estos detalles, pero... aquí estoy, incapaz de ignorarla.

Ella finalmente se detiene frente a mí y me lanza una mirada que parece perforarme, con esos ojos verdes que reflejan una chispa de desafío. Entonces, responde con una sonrisa lenta y calculada, como si estuviera disfrutando de cada segundo de mi frustración, sabiendo perfectamente que, con solo su presencia, es capaz de alterarme.

-Algunos tenemos cosas más importantes que hacer que... vagar por un patio -responde, su tono tan mordaz que, contra mi voluntad, casi logra arrancarme una sonrisa.

La forma en que ella me sostiene la mirada, esa arrogancia que destila en cada palabra, es casi suficiente para hacerme olvidar mi mal humor... o transformarlo en algo más intenso. Maldición. Debería molestarme, y me molesta, pero también siento algo que no puedo ni quiero entender. Un deseo que se arrastra como un veneno lento, intoxicándome sin permiso.

-Quizá olvidaste que no todos te siguen el ritmo, princesa -le contesto, acercándome un paso más, dejándole claro que no pienso retroceder-. Después de todo, no todos podemos vivir ignorando nuestras obligaciones.

Cautivos Entre Espadas y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora