EL ERROR FUE CONFIAR

Lyra.

Pasaron unos días desde mi beso con Eros, incluso ni siquiera habíamos entrenado. Como si me huyera, pero eso no es importante ahora aunque no me puedo borrar esa imagen de mi cabeza. Mi padre me mandó a llamar a altas horas de la noche y yo voy camino a la sala del trono asustada y preocupada. Al llegar a la sala, la puerta se abre con un crujido suave, y mis ojos se encuentran con la figura alta de Eros. Está allí, de pie cerca del trono, como siempre, pero su rostro sigue siendo impasible. No hay emociones, ni una pizca de humanidad en su expresión. Lo que más me desconcierta es el vacío que veo en su mirada, esa indiferencia que me consume.

—Eros —mi voz suena más fuerte de lo que quería. Mi corazón late desbocado, pero trato de mantener el control—. Necesito saber por qué me besaste.

Él no dice nada. Sigue mirando al frente, sus ojos sin vida, su cuerpo tenso, como si no estuviera escuchando. La rabia comienza a burbujear dentro de mí.

—¡Eros! —grito, mi tono se eleva con frustración—. ¡Responde! ¿Qué fue ese beso?

No hay respuesta. El silencio me golpea con más fuerza que cualquier palabra. Cada segundo que pasa me llena de una furia ciega, pero no puedo dejar que me vea perdida en mis emociones. Me acerco un paso más, mis ojos fijos en él, exigiendo algo, cualquier cosa.

Finalmente, él habla, pero sus palabras son frías y calculadas.

—No es el momento, Lyra. —Su tono es neutral, como si estuviera hablando del clima—. Cuando desees hablar, lo haremos. Pero ahora no.

Mi respiración se vuelve entrecortada. ¿Cómo puede ser tan distante, tan… indiferente? ¿Cómo puede ignorarme de esta manera después de lo que pasó entre nosotros?

Sé que no pasó mucho, pero para mí si lo fue.

—¿No es el momento? —mi voz se rompe con rabia—. ¿Entonces cuándo será el momento, Eros? ¿Cuando tú decidas?

Él suspira, como si estuviera perdiendo la paciencia. No me mira. Apenas se mueve.

—Lo siento si te di a entender otra cosa, Lyra. Ese beso fue un error. Y no quiero que lo sigas pensando como algo más de lo que fue.

Esas palabras, tan sencillas, tan vacías, me queman como una llama. La ira me consume, y no puedo evitarlo. Antes de pensar en las consecuencias, levanto la mano y la estrello contra su mejilla con fuerza. El sonido de la bofetada llena la sala, un golpe sordo que resuena en mis oídos. El cierra los ojos y exhala profundamente como si en el oxígeno también recogiera paciencia.

—¡Un error! —mi voz tiembla, llena de furia—. Un error fue cambiar mis opiniones por ese beso, Eros. Un error fue confiar en ti, creer que algo había cambiado entre nosotros. ¿Cómo puedes ser tan frío después de todo lo que pasó?

Antes de que pueda decir más, la puerta se abre de golpe, y mi padre entra en la sala. Su presencia siempre llena el aire de tensión, pero esta vez, hay algo en su mirada que me hace sentir aún más pequeña. No me da tiempo para procesar lo que acaba de suceder.

—Lyra —dice el rey con su tono habitual, solemne—, ¿Deseas casarte? ¿Tienes a alguien en mente?

Mis ojos se abren de par en par, sorprendida por la repentina conversación. El rey sigue, sin esperar respuesta.

—He pensado en Eros para ti, pero él ha rechazado la propuesta —añade, mirando a Eros con un leve movimiento de cabeza.

Mi mente da vueltas mientras miro a Eros.

Cautivos Entre Espadas y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora