LA CENA

Lyra.

La gran sala del castillo brilla con la luz dorada de los candelabros. Mientras me sentaba en la cabecera de la mesa frente al rey, observo a mi familia. Sé que esta cena será un campo de batalla más que una simple cena familiar. Mis hermanos hablanban entre ellos pero mo atención fue dirigida a la puerta que sonó al ser abierta. Entra Eros con un aire de superioridad pegado a ese rostro de idiota que hoy tube el placer de casi romper en el entrenamiento.

<<Al menos tuve el placer de romper su labio>>

Sus ojos recorren el lugar y se impactan con los míos me da una sonrisa ladina de superioridad para luego caminar hacia silla vacia a un puesto de intermedio conmigo a un lado de mi mejor amiga Elizabeth.

—Perdón la tardanza, su majestad. —excusa haciendo una reverencia con la cabeza a mi padre

Sigo descaradamente cada uno de sus movimientos perdiendo la vergüenza y preguntándome:

<<¿Por qué lo hago?>>

—¿Ves a Eros? —susurra Elizabeth a mi lado.

—No. —niego cambiando la vista y centrándome en mi amiga.

—Sí, lo haces, todos lo hacen en algún momento. —murmura y luego lo mira rápidamente—Tiene ese don.

—Tal vez a primera vista atrae. —respondo sin importancia.

—¿De verdad? —ríe burlándose de mi comentario

—Cállate, hace mucho que perdí esa primera impresión. —la intento callar sintiendo el calor en mis mejillas.

—¿Y por qué te sonrojas? —pregunta incómodandome, haciendo que baje la cabeza.

Tomo una bocanada de aire y la vuelvo a subir. Me encuentro con la mirada de Eros encima mía, cosa que evado.

—¿Y esa mirada de ahora? —Elizabeth insiste con picardía.

—Puro odio, Beth. —aseguro

Un rato después de la comida estábamos riendo y hablando en la mesa. Eros aún insistía en tener su mirada en mí pero yo permanecía ignorandolo. Mi padre parecía contento con mi comportamiento, se ha concentrado más en mis hermanos.

—¿Ves a la vizcondesa Marie? —preguntó Elizabeth señalando con la mirada a la madre de Alisar—Me pregunto si se quita el corsé para dormir.

Ahogue una risa mirando a la vizcondesa que conversaba con una sonrisa digna en su rostro.

—Me pregunto si el corsé es su verdadera personalidad o se pone otro para cuando debe ser más rigida.

—Imagínate que se lo quite, muestre su verdadera personalidad y se convierta en una mujer libre—asiente riéndose

—Revolución en la mesa. —murmuro suprimiendo carcajadas.

—Quiero ver eso.

Dirijo mi vista a Eros se comporta como siempre, con esa confianza irritante.

—Apuesto a que no se atrevería a quitarse la armadura... —murmuro casi por inercia como si mis palabras hubiesen salido solas—No vaya a ser que le de un calambre al ego—sobrellevo la situación como una burla viendo a mi amiga extrañada.

—Hagámos una apuesta. —habla con picardía—Si logras sacarle una sonrisa genuina antes de que termine la cena te doy una caja de dulces. Pero si no lo logras debes pedirle un paseo a la aldea.

—Acepto, verás como le hago reir.

La cena continuó, el rey trató de imponer un aire de solemnidad hablando de la importancia de la unión familiar y de los amigos. Pero ninguno de los presentes creía sus fanfarroneos, ya que todos pertenecemls a su círculo más cercano.

Cautivos Entre Espadas y EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora