Capítulo 30: Destino

7 0 0
                                    

Josef estaba en el salón de clases viendo como el profesor hablaba y hablaba. No podía concentrarse, tenía muchos problemas, sentía que su cabeza iba a estallar; acomodó sus lentes y empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza:

—Amor... ¿te sientes bien? —inquirió Keidys tomando una mano de su novio. Él llevó su mirada a la joven e hizo un sí con su cabeza.

Ella sabía que pasaba algo, lo conocía muy bien, tenía algo que no lo dejaba tranquilo:

—Sabes que puedes contar conmigo, me preocupa verte así, por eso quiero que te desahogues, no es bueno enfrentar los problemas solo si puedes recibir ayuda de alguien —dijo Keidys. Estaban en el parque trasero del colegio, se escuchaban algunos grillos y el ambiente era un poco caluroso.

—Te voy a contar, pero no hoy, quiero pensar el tema un poco más.

—Bueno, pero sabes que estoy aquí para apoyarte en todo lo que necesites —Keidys le dio un beso.

.

.

Mateo estaba metiendo unos libros en su casillero, Claudia no dejaba de hablar y eso lo estaba volviendo loco:

—...Pero sabes que yo no soy de esas, entonces el muy estúpido me rodeó de la cintura y yo quedé como que oye ¿qué te crees? pero yo no le dije nada y él seguía hablando, me bajaba las estrellas y el sol, ¡Dios mío qué intenso! En serio que me tenía aburrida —vio que Mateo empezó a caminar sin decirle nada—. Oye... ¿por qué me estás ignorando?

—Quien está intensa eres tú, me tienes aburrido con tu historia de lo que te pasó ayer —dijo Mateo.

—No tenías que ser tan franco ¿tan aburrida soy?

—Sí.

—Oye me estás tratando muy feo ¿qué te hice?

—Nada.

—Pensaba que nos estábamos llevando muy bien... Sabes que en la cabaña pues la pasamos genial y... —Claudia desplegó una sonrisa mientras entrelazaba los dedos de sus manos, Mateo caminaba muy rápido y ella que era de piernas cortas se le hacía imposible seguir el ritmo.

—Mejor vez a molestar a Tomás, yo estoy muy ocupado —soltó Mateo y siguió su camino.

Claudia quedó estática, confundida por el comportamiento extraño que el joven tenía con ella. Dio media vuelta y empezó a caminar lentamente buscando a alguien con quien hablar. Se sentó en una banca, su cabello rojizo se mecía con el viento, a lo lejos vio a Keidys junto a Josef muy juntitos disfrutando del momento:

—Seguro y hasta ya lo hicieron —soltó una risita traviesa.

—Yo creo que sí —dijo Alejandra a su lado.

—¿Desde cuándo estás a mi lado? —inquirió Claudia.

—Me acabo de sentar cuando dijiste eso de mi mejor amiga.

—Ah... lo siento.

—Tranquila, no es como si no lo hubieran hecho, son novios después de todo y ya llevan bastante tiempo —explicó Alejandra.

—Y yo aquí soltera, que pérdida de tiempo —soltó con mucha aburrición Claudia.

—Igual amiga, quiero conocer a alguien que me trate súper lindo y me llene el rostro de muchos besitos —dijo Alejandra sonrojándose.

—¡Y que lleve flores con una caja de chocolates a mi casa! —agregó Claudia animada.

—¡Sí!

—¡Con una dedicatoria! —gritaron las dos.

—¿Están locas o qué? —inquirió Mateo, tenía una bebida en su mano derecha, se veía muy aburrido.

En aquel momento sonó el celular de Alejandra:

—Tengo que irme, los dejo solos —dijo con algo de picardía.

—¿Que se trae mi prima? —inquirió Mateo bajando un poco los parpados.

—No tengo ni idea —Claudia se levantó de la banca.

—¿A dónde vas? —inquirió Mateo.

—A un lugar lejos de ti —soltó la chica y empezó a caminar.

—¿Por qué estás grosera conmigo?

—¿Por qué será? —preguntó la joven al ver que el muchacho caminaba al lado suyo.

—Eso quisiera saber, si fue por hace un momento... Estaba bastante aburrido, de hecho, todavía lo estoy y bueno, perdón, no te voy a tratar así otra vez. Había sacado mala nota en un examen y ash... eso me tiene muy amargado —explicó Mateo.

—Y por eso te tienes que desquitar tu enojo conmigo —soltó Claudia.

—Lo siento, ya no te enojes conmigo —Mateo le dio un abrazo. En aquel momento Claudia se sorprendió, él en realidad se preocupaba por no destruir la amistad que los dos tenían, poco a poco iban cambiando su manera de tratarse y acercándose más, haciendo que aquella amistad se volviera muy fuerte.

.

—Qué tonta soy, tuve que haberlo sabido desde un principio, Tomás siempre me hace lo mismo, me deja esperando por horas y nunca llega a nuestras citas —Alejandra se levantó de la banca y empezó a caminar a la salida del colegio, qué cansado era para ella el tener que amar a alguien y no ser correspondida.

Gabriel estaba saliendo del colegio en el que estudiaba con algunos compañeros, la tarde caía lentamente y estaba pensando en salir a comer con ellos como siempre lo hacían. Estaban en el restaurante hablando y disfrutando el rato, vio por la ventana del restaurante que Alejandra pasó por allí, tenía muchas ganas de ir y hablar con ella, pero no tenía ninguna excusa para hacerlo.

Tomando la excusa más barata salió del restaurante y la siguió de lejos, en una esquina Alejandra se detuvo a esperar que el semáforo cambiara de color, Gabriel se detuvo a su lado, la joven lo observó detenidamente, le pareció que con su uniforme se veía muy guapo:

—Disculpa ¿nos conocemos? —preguntó Alejandra. Gabriel volteó a verla, ella quedó traumada con el color de sus ojos, eran gateados y daba la impresión que con la poca luz de la noche brillaban.

—Soy amigo de Keidys, mi perro saltó sobre ti —respondió el muchacho.

—¡Ah... es cierto! —soltó una sonrisa nerviosa, Gabriel estaba algo serio y eso le empezó a gustar del muchacho, ¿cómo era posible que se hubiera olvidado de él tan rápido?, le apenó por haberle dicho que iban a ser amigos y ahora le preguntaba si lo conocía.

—¿Por qué sales sola del colegio? —inquirió el joven.

—Estudio cerca —respondió la muchacha.

—Sé dónde estudias.

—¡¿Ah sí?! —Alejandra se impresionó de aquella respuesta.

—El uniforme —explicó el joven.

—Tienes razón —Alejandra se sintió torpe en aquel momento, así que se empezó a armar un momento incómodo. Gabriel se dio cuenta y sabía que estaba haciendo las cosas mal, no le gustaba el que cada vez que estaba al lado de Alejandra saliera todo mal. No era un hombre torpe, pero cada vez que estaba con ella no sabía cómo reaccionar.

—En realidad, es porque Keidys estudia allí y yo sé que ustedes son amigas —explicó el muchacho. Empezaron a cruzar la calle.

Se podían ver las estrellas en el cielo oscuro, se veían hermosas, había algunas personas caminando por los andenes y algunos carros se detenían a esperar a que los semáforos le dieran el aviso que podían seguir su rumbo. Los chicos caminaban sin prisa mientras hablaban de temas generales que se utilizan cuando dos personas se están conociendo.

—Por cierto, no me has dicho tu nombre —dijo Alejandra sonriente cuando ya se empezaba a sentir en confianza.

—Es cierto, me llamo Gabriel —dijo el joven desplegando una gran sonrisa.

—Gabriel... —probó Alejandra en sus labios.

"El amor puede llegar en el momento en que menos lo esperas".

Ella era fea  - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora