Parte 12: Indecisión

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Mateo no dejaba de sobarse la mejilla, en ella había quedado la mano pintada de Keidys. No entendió lo que sucedió, solo quería hablar con ella, pero se comportó muy extraño, como si de la nada le desagradara estar a su lado.

—¿Será que tengo mal aliento? —llevó una mano a su boca y sopló en ella— no... me había comido una menta —soltó y volvió a sobarse la mejilla—, golpea duro.



Alejandra estaba siguiendo a Josef, quería ver a donde iba en los momentos en los que no estaba a su lado, él la esquivaba mucho y no entendía el por qué si ya se habían aclarado las cosas con Tomás. Se escondió detrás de un árbol mientras veía que Josef caminaba a lo más profundo del colegio.

—¿Se irá a ver con la otra? —se preguntó.

Josef se detuvo y dejó salir un suspiro:

—Ya sal, Alejandra —soltó de la nada. La chica sintió que todo su cuerpo se erizó.

—Alejandra no está —dijo en un hilo de voz.

—¿Ah sí? ¿Entonces quién es?

—Un gato —ella se acurrucó en el tronco del árbol mientras hacía un puchero.

Josef soltó una pequeña risita y se acercó a ella, se posicionó al otro lado del tronco.

—¿Lo gatos pueden hablar? —preguntó Josef.

—No, pero este sí —respondió la joven casi a susurro.

El joven volvió a soltar una risa y después se acercó más a la joven y la abrazó.

—¿A dónde ibas? —preguntó Alejandra mientras disfrutaba del calor que emanaba el pecho de Josef.

—A buscar un libro a la biblioteca —respondió el muchacho.

—Ah... Así que era eso —Alejandra comprendió que ese camino daba a la biblioteca, ¡y ella haciéndose películas en su mente!



Tomás estaba sentado en una banca de un parque cerca de la salida del colegio, veía como todos los estudiantes salían del instituto.

—Me han rechazado —soltó triste.

—Qué mal... —escuchó a su lado, era la voz de una chica, Tomás volteó lentamente y encontró a una joven pelirroja que tenía algunas pecas en sus mejillas, ella aguantaba una carcajada y eso volvía su rostro bastante rojo.

—¿Y tú qué? Tomate con espinillas —soltó Tomás. Ella empezó a enfadarse e hizo un gesto de disgusto.

—Pero por lo menos no me han rechazado, ¿qué es peor? Cara de perro con hambre. ¿Quién te querría como novio? —se levantó de la banca, era bastante bajita y de cuerpo sencillo.

—¿Ah? Seguro no tienes novio, solo mira el cuerpo de tabla que tienes, enana, ¿y así te dignas a criticar mi estado sentimental? Para tu información, he tenido más novias que todas tus pecas.

—¡Vaya mujeriego has salido! Mejor me voy, no sea que me vayas a pegar una enfermedad —la chica se fue con un caminado de una persona orgullosa.

Se veía un poco chistoso como saludaba a las personas a su alrededor, tenía una voz un poco chistosa y con lo pequeña que era, parecía muy tierna. Por como la llamaban sus conocidos debía llevar por nombre Claudia.

—Pero ¿qué se cree ese relleno de hojas secas? —Tomás sintió toda su sangre hervir y soltó un resoplido.


Keidys estaba sentada en su puesto diciéndole cosas incómodas a Josef para dañarle la mañana, pero él la ignoraba por completo.

—¿Y crees que esa relación entre ustedes si va a funcionar? Tú con esa apariencia demacrada, lo dudo mucho —soltó una sonrisa llena de mucho sarcasmo.

—¡Buenos días! —saludó Mateo entrando al salón. Keidys sintió que todo su cuerpo se empezó a erizar.

—¡Mateo, buenos días! —saludó Josef con una gran sonrisa.

Keidys tragó en seco al recordar la bofetada del día anterior. Josef y Mateo se saludaron con un juego de manos, después, los jóvenes observaron a Keidys.

—¿Te sientes mal? —preguntó Josef al notar lo sudada que estaba Keidys.

—¿Quién jio? —preguntó la chica. Los jóvenes se extrañaron al escuchar la forma en la que habló.

—¿Jio? —preguntó Mateo—, ¿qué es eso?

—¿Jio? —escucharon los muchachos detrás de ellos. Era Tomás que había hecho su aparición.

—¿Sabes lo que significa? —inquirió Mateo.

—No, ¿qué es? —respondió Tomás acercándose a Keidys—, ¿te estás cagando? —desplegó una sonrisa amplia en su rostro.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó la chica bastante avergonzada.

—Parece como si te aguantaras, estás sudada y roja. Mi hermanito cuando se está aguantando se pone así —empezó el chico a decir. Siempre era el típico joven que le gusta bromear con todo y hacerle pasar momentos incómodos a quien le dé la oportunidad.

—Basta, Tomás —pidió Josef.

—Ve al baño —aconsejó Tomás.

Keidys empezó a enojarse con aquel chico, era insoportable.

—¡Buenos días! —saludó Alejandra al grupo, observó el estado de Keidys y los chicos que miraban algo confundidos—, ¿te sientes mal? —le preguntó preocupada.

—No es nada, solo me siento un poco extraña —respondió Keidys. Pero, en realidad, era por el momento vergonzoso que estaba pasando, le era imposible disimular y más con ese Tomás hablando.

—Vamos a la enfermería, allí te ayudarán —aconsejó Alejandra mientras dejaba sus cosas encima de la mesa.

—Tiene ganas de cagar, es mejor que vaya al baño —dijo Tomás.

—¿En serio? —preguntó Alejandra mirando a Keidys.

—No es verdad —respondió Keidys mientras ponía su rostro en la mesa y empezaba a rogar que la tierra se la tragase.

—¡Mira el otro tipejo! ¿Por qué no te callas? —soltó Alejandra enojada.

—¿Qué? Mi hermanito se pone así cuando quiere ir al baño.

—Ese es tu hermanito, además, no te expreses así frente a todos, estás avergonzando a Keidys, guache. Compórtate como una persona de tu edad —regañó Alejandra.

—Qué aburrida eres —fanfarroneó, llevó su mirada a Keidys—, ve al baño y ya, deja el show —se fue a sentar en su lugar.

Los demás del grupo no dejaban de observar a Keidys, la chica suplicaba dentro de sí misma que la dejaran de observar de aquella forma. De la nada, empezó a sentir que su estómago se revolvía en gran manera. En aquel momento entró un grupo de chicas al salón y quedaron observando a la modelo un tanto expectante.

Keidys llevó su mirada hasta el rostro de Mateo que parecía estar un poco preocupado por su raro estado.

—¿Qué tienes, Keidys? —preguntó una joven.

En aquel momento llegó otro grupo de estudiantes que fueron a curiosear lo que sucedía. Toda aquella tención hizo que Keidys no soportara más y se fue en vómito.

—¡Qué asco! —escuchó que dijeron desde el fondo del tumulto de estudiantes.

La joven no podía sentirse peor, era la primera vez que pasaba una vergüenza de esa magnitud. Lo peor sucedió cuando escuchó el sonar que hace una cámara al tomar una foto. Si aquella imagen salía a la luz pública, sería el hazme reír de la prensa.

Ella era fea  - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora