Capítulo 18: Foquitos de amor

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Keidys, siete años de edad.

La pequeña niña apretaba con fuerza el regalo entre sus manos, frente a ella estaba Josef con una gran sonrisa.

—Vamos Keidys, entrégale el regalo a Josef —ordenó la profesora entre una risita traviesa.

Las mejillas regordetas de Keidys se ruborizaron en gran manera y estiró sus brazos mientras cerraba los ojos. Josef tomó la cajeta y después se dirigió hasta la niña y plantó un beso en su frente.

—Gracias —susurró en su oído.

Era costumbre para él ser cariñoso con todos. Su padre siempre se lo había enseñado y Keidys amaba aquella forma de ser.

—¡Muy bien! —dijo la profesora empezando a aplaudir.

Actualidad:

"Cuando sea grande quiero casarme con Josef y vivir en una casa con un bello jardín, de esos hogares con olor a familia unida, quiero despertarme y lo primero en ver sea su rostro. Josef es uno de esos hombres que no se ven todos los días, de esos que entran en tu corazón para no salir jamás; al menos, eso es lo que sucede en mi caso" esto era lo que pensaba la joven antes de partir al colegio y declararse por segunda vez a Josef. Terminó de peinar su largo cabello castaño oscuro y se miró frente al espejo mientras intentaba calmar su nerviosismo.

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Josef no tenía intenciones de separar sus labios para decir palabra alguna y eso era lo que Keidys temía. Ser rechazada por segunda vez, era la peor de las imágenes que llegaban a su mente.

Keidys bajó su mirada hasta sus pies, no quería estar allí, no en aquella situación. De la nada, sintió unos brazos rodear su cintura, cerró sus ojos y pudo embriagarse con el olor que emanaba Josef, ese que siempre había amado.

No había palabra alguna, pero solo con ese gesto se podía entender las intenciones del joven. Aquellas que tenían confundida a la insegura Keidys.

Lentamente la muchacha empezó a rodear con sus brazos a Josef, así quedaron abrazados, sus cuerpos se comunicaban por sí solos, no había mucho que decir; el amor entre los dos era mutuo. Siempre añorando estar juntos, sin importar el costo, ¿cuánto tiempo habían deseado estar así? Juntos, sus cuerpos sintiendo el tacto del otro. Era algo sagrado para ellos, aquella imagen se había grabado en la mente de aquellos enamorados para siempre.

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Alejandra caminaba por el pasillo, estaba buscando a Keidys, solo sabía que había salido del salón y ya llevaba tiempo sin verla. Vio en aquel momento que Tomás se dirigía a la piscina del colegio, decidió seguirlo, tal vez con algo de suerte podría hablar con él y entender su extraño comportamiento de aquellos meses.

Tomás entró a cambiarse, Alejandra no es que quisiera expiar al chico, pero cuando lo vio quitarse la camisa y encontrar la gran sorpresa de aquel abdomen marcado, supo que su vista se había enamorado.

—Padre Santo... ¿desde cuándo este chico está haciendo ejercicio? —musitó mientras humedecía sus labios.

Tomás empezaba a quitarse el pantalón y Alejandra sentía que sus ojos querían salirse de su cuerpo. Su respiración se empezaba a agitar en gran manera y sus mejillas a acalorarse.

—¿Me vas a seguir expiando? —preguntó Tomás de repente mientras seguía en lo suyo.

Alejandra dio un salto en su puesto, la habían descubierto, tragó en seco y mordió su labio inferior.

—Yo... En realidad, no quería expiarte, solo que me vi atrapada cuando empezaste a quitarte la ropa —explicaba mientras salía de su escondite.

—¿Qué quieres Alejandra?

—Bueno, es solo que quería conversar un poco contigo, hace tiempo que no hablamos como antes. Ya sabes, te mudaste de la casa de tu padre y ahora estás enojado con Josef. No me ha dicho nada del porqué, pero me gustaría saberlo —observó con detención el rostro de Tomás.

—¿En verdad quieres saber por qué peleamos?

—Claro que sí, me preocupa que estén en esa situación.

—Me enteré que ya no eres novia de Josef ¿es cierto? —dijo cambiando la conversación por completo.

Tomás se quitó el pantalón y Alejandra no sabía ni para donde mirar, nunca había visto a un hombre desnudo. Sabía que él lo hacía a propósito, quería incomodarla.

—Sí... Terminamos hace meses. Las cosas no se dieron, pero es mejor así, no es como que esté enamorada de él, solo estaba confundida.

Tomás se había puesto un bañador. En esos momentos Alejandra recordó que él practicaba natación. Así que quien estaba incomodando en realidad era ella, estaba en medio de la práctica matutina de Tomás.

—Ustedes nunca se vieron como una verdadera pareja, al igual que Keidys y Mateo, nadie creía que eran novios, nunca lo parecieron. Más bien, parecían parejas que estaban desordenadas, Keidys debía estar con Josef, y tú nunca debiste ser novia de él —Tomás salió del vestidor y se acercó a ella.

—¿Y según tú con quién debí haber estado desde el principio? —cuestionó Alejandra mientras se cruzaba de brazos.

—Conmigo —respondió con mucha seguridad Tomás mientras la veía fijamente.

La chica quedó sin palabras y acortó su respiración, Tomás desplegó una sonrisa retorcida para después alejarse de Alejandra y caminar en dirección a la piscina olímpica.

Alejandra lo siguió con los sentimientos revueltos, no entendía eso de Josef con Keidys, pero comprendía a la perfección lo que quería decir con que debía estar con él. Siempre lo amó.

—¿Y todavía quieres estar conmigo? —preguntó Alejandra.

—No —respondió Tomás como si nada.

Se había formado un nudo en la garganta de Alejandra, su corazón se quebró por completo, ¿cómo era posible que Tomás dijera esas palabras sin compadecerse de ella? Antes pareció insinuarle que quería tener un noviazgo con ella. Se sintió estúpida, era cierto lo que decía su mejor amiga Keidys, Tomás era un patán que no sabía tratar a las mujeres, lo único que le gustaba era jugar con cualquiera que llegara a tener sentimientos por él y ella era una gran masoquista que soportaba sus maltratos verbales al igual como dejaba que él jugara con su mente hasta el punto de hacerla volver loca. ¿Pero qué podía hacer?, toda su vida había estado enamorada de él y no conocía a otro hombre que fuera capaz de enamorarla. Para explicarlo mejor, en su vida no existía un hombre que la amara, pero, si llegara alguien ¿ella sería capaz de darse cuenta? ¿Y si lo hacía, dejaría de amar a Tomás?

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Mateo estaba en la cafetería comiendo algunos bocadillos y una soda, le emocionaba ser un puente para que algunas personas pudieran estar juntas. Estaba pensando en volverse psicólogo o algo así, creía que era bueno para esas cosas. Aunque amara a Keidys, en cierta parte le daba alegría el poder verla feliz, por más sentimientos que tuviera por ella sabía que nunca sería correspondido, debía olvidarla, tenía que comenzar a dejar la idea de tener esperanza en que podría llegar a enamorar a Keidys; por eso la ayudó a volverse novia de Josef.

—¿Sabes dónde está el idiota de tu amigo? —preguntó Claudia frente a él, Mateo no la conocía, pero parecía recordarle de algún lugar, en aquel momento la recordó, era aquella joven que siempre estaba discutiendo con Tomás.

—No, tengo tiempo que no hablo con él —respondió el joven.

La chica se sentó frente a él y tomó un panecillo, dejó salir un suspiro y empezó a comerlo.

—Esta vida es dura, uno nunca puede conseguir lo que quiere — empezó a decir. Por un momento Mateo creyó que aquella chica estaba completamente loca— ¿cómo hago para que Tomás se enamore de mí?

Mateo quedó pasmado, ¿quién era ella?

—Desde hace tiempo que vengo hablando con él y me gustaría volverme su novia, pensaba antes que era una bestia total, pero de la nada cambió y me pidió disculpa por su comportamiento, después nos volvimos amigos, ahora me he enamorado de él y no sé qué hacer para volverme su novia, él solo me ve con una amiga, ¿qué hago?

Mateo subió la mirada por encima de Claudia y pudo observar a su prima que había escuchado todo y ahora traía lágrimas en sus ojos.

Ella era fea  - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora