Los días que siguieron fueron tensos y llenos de incertidumbre para Pedri. La frialdad de Gavi era como una barrera que le costaba entender. Cada interacción, cada intento de acercarse, acababa en evasivas y silencios incómodos. Pedri intentaba actuar como siempre en los entrenamientos, pero esa indiferencia comenzaba a afectar su concentración y su ánimo.
Una tarde, después de un entrenamiento particularmente duro, Pedri salió del campo agotado, tanto física como emocionalmente. Apenas llegó al vestuario, recibió un mensaje de Gavi: “Nos vemos en el parque después del entrenamiento. Necesitamos hablar.”
El mensaje le dio una mezcla de alivio y ansiedad. Por fin Gavi parecía dispuesto a darle una explicación, aunque no sabía si quería oírla.
Pedri llegó al parque unos minutos después de Gavi. El aire estaba fresco, y el sol empezaba a ponerse, pintando el cielo de tonos anaranjados. Gavi lo esperaba en un banco, mirando al suelo, con una expresión que Pedri no lograba descifrar. Cuando él se acercó, Gavi levantó la mirada, y por un momento, todo el muro de frialdad pareció desmoronarse.
—Pedri… lo siento mucho —comenzó Gavi, con voz entrecortada—. Lo de estos días… no es lo que parece.
Pedri se sentó a su lado, tratando de mantener la calma. —Gavi, ¿qué está pasando? ¿Por qué te alejaste así de repente?
Gavi respiró hondo, como si estuviera reuniendo valor para confesar algo importante. —Es complicado, Pedri. Lo que pasó entre nosotros… lo que sentí… fue increíble, pero también me asustó. Jamás había sentido algo así, y me hizo dudar de muchas cosas, de quién soy y de lo que quiero.
Pedri asintió, intentando comprender. —¿Entonces decidiste alejarte porque tienes miedo?
Gavi asintió lentamente. —Sí. Sentí que me estaba perdiendo en esto. Tengo miedo de que si sigo adelante, podría complicar las cosas, para ti y para mí, para el equipo. No quiero arriesgar todo por algo que ni siquiera entiendo del todo.
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Pedri miró hacia el suelo, sintiéndose vulnerable y a la vez decidido.
—Gavi, entiendo que tengas miedo, yo también lo tengo. Pero creo que a veces vale la pena arriesgarse por algo que es real —dijo, con sinceridad—. No quiero que te alejes. Prefiero que intentemos entender esto juntos, sin presión.
Gavi lo miró, y en sus ojos se veía la lucha interna que estaba enfrentando. Al final, suspiró y sonrió de manera tenue.
—No sé qué vaya a pasar, Pedri. Pero tienes razón; quizá es mejor enfrentar esto juntos, aunque no tengamos todas las respuestas.
Se quedaron en silencio, sintiendo cómo el peso de los días pasados se desvanecía poco a poco. El sol se ocultaba, y una sensación de paz los envolvía. Sabían que no tenían todas las respuestas, pero al menos estaban dispuestos a caminar ese camino, juntos, paso a paso.
—¿Amigos, entonces? —preguntó Gavi, extendiendo la mano con una sonrisa nerviosa.
Pedri la tomó, sonriendo también. —Amigos, y lo que venga después.
Ambos se rieron, y en ese momento, la tensión desapareció, dejándolos con una conexión renovada, más fuerte y sincera. Sabían que el camino no sería fácil, pero esta vez, habían elegido recorrerlo juntos, sin importar lo que el futuro les deparara.
Pedri pensó que como amigos estarían bien, pero todo se fue a la mierda cuando salió la noticia que la princesa y gavi eran novios o tenían algo
La noticia explotó como una bomba en todos los medios. Al abrir su teléfono aquella mañana, Pedri sintió el mundo detenerse al leer los titulares: “Gavi y la princesa: ¿una relación real?” Las fotos mostraban a Gavi saliendo de un evento de gala junto a la princesa, ambos sonriendo y rodeados de flashes. Pedri sintió un nudo en el estómago que fue empeorando con cada comentario y especulación que leía en redes sociales.