En 2021
Era una tarde fresca de septiembre, el sol caía suavemente sobre el campo de entrenamiento de la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Ese año, la energía en el Barcelona era distinta; había nuevos rostros, jóvenes promesas llenas de ganas de demostrar su talento. Uno de ellos era Gavi, un muchacho de apenas diecisiete años, pero con una intensidad que atrapaba la atención de todos los presentes. Pedri lo observaba con curiosidad desde el otro lado del campo, sorprendido por la velocidad y la fuerza que tenía para ser tan joven.El entrenamiento avanzaba y, aunque Pedri intentaba concentrarse en sus propias tareas, sus ojos volvían a posarse en Gavi, quien parecía perderse en cada ejercicio, dejándose llevar completamente por el juego. Algo en su manera de moverse le parecía familiar, casi como si se viera reflejado en él. Cuando el entrenador pidió que se agruparan en parejas para practicar algunos pases, Pedri se apresuró a dirigirse hacia Gavi.
—¿Te parece si entrenamos juntos? —preguntó, con una media sonrisa.
Gavi, que hasta ese momento solo había intercambiado algunas palabras con él, asintió de inmediato, tratando de ocultar su sorpresa. Había oído mucho sobre Pedri: sus habilidades, su humildad y, sobre todo, su calma en la cancha. Gavi respetaba a los jugadores que parecían tener todo bajo control, y Pedri, a su modo, irradiaba esa tranquilidad.
Durante el ejercicio, las palabras eran pocas y las miradas muchas. Pedri, con su estilo preciso, lanzaba pases limpios, mientras Gavi, con una energía casi desbordante, devolvía cada uno con rapidez y determinación. Pronto, se dieron cuenta de que sus estilos, aunque diferentes, se complementaban de una manera peculiar. En cada pase, en cada toque, había algo que se sentía diferente, una especie de armonía que parecía surgir de forma natural entre ambos.
En un momento, después de recibir un pase rápido, Gavi tropezó ligeramente y Pedri lo sujetó por el brazo para evitar que cayera.
—Ten cuidado, que no queremos que te lesiones tan pronto —le dijo Pedri, con una risa suave.
Gavi se sintió un poco avergonzado, pero respondió con su habitual franqueza.
—Tranquilo, no soy de los que se caen fácilmente —dijo, con una sonrisa desafiante.
Ambos se miraron durante un segundo que pareció eterno. Pedri sintió algo extraño, una chispa de emoción que no había sentido antes con nadie en el equipo. Sin entender del todo lo que estaba pasando, soltó el brazo de Gavi y continuaron con el entrenamiento.
Cuando el ejercicio terminó, los dos quedaron exhaustos, pero satisfechos. Caminaban juntos hacia los vestuarios, en silencio, con esa sensación de haber compartido algo, aunque todavía sin saber qué era. Pedri se despidió con un gesto tranquilo, mientras Gavi lo observaba en silencio.
Aquel día marcó el inicio de una relación que aún ninguno de los dos podía definir, pero que ambos sentían como un lazo invisible que había comenzado a formarse, lentamente, con cada mirada y cada pase compartido
Los días siguientes transcurrieron con una normalidad que, para ambos, se sentía inusualmente distinta. Aunque intentaban no darle demasiada importancia, cada entrenamiento parecía una excusa perfecta para encontrarse en algún rincón del campo, intercambiar miradas fugaces o simplemente trabajar en equipo de una manera tan natural que casi asustaba. Sin embargo, ese "algo" que había surgido en su primer entrenamiento juntos continuaba creciendo, como una corriente suave e inevitable entre ellos.Una tarde, después de una práctica particularmente intensa, Pedri se detuvo en la salida del vestuario, pensando si debería esperar a que Gavi terminara de ducharse. Se dio cuenta de que, sin saber cómo, esperaba esos pequeños momentos en los que se cruzaban al salir. Le gustaba esa chispa con la que Gavi lo miraba, esa sonrisa que le parecía ver solo cuando estaban cerca. A pesar de ser una relación reciente, sentía que Gavi se había convertido en alguien más importante de lo que había anticipado.