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El tiempo después de su compromiso se sintió como un sueño para ambos. Los días pasaban tranquilos, llenos de esos pequeños momentos que, aunque simples, parecían tener un brillo especial. Ya no había secretos, no había barreras; solo ellos y el amor que habían construido con paciencia, superando juntos cada obstáculo.

Una noche, Pedri y Gavi decidieron hacer una cena en su departamento para sus amigos más cercanos, quienes habían sido parte fundamental de su camino. Los amigos que los habían apoyado, aconsejado y, sobre todo, que nunca les habían soltado la mano. Querían compartir esa felicidad en un ambiente íntimo, en su propio espacio.

La noche transcurrió entre risas, anécdotas y bromas de quienes los conocían desde siempre. Al ver la felicidad reflejada en sus rostros, tanto Pedri como Gavi sintieron que sus vidas estaban en perfecta sintonía. A pesar de todo el dolor del pasado, habían llegado a un lugar donde podían ser ellos mismos, sin miedo ni inseguridades.

Al final de la noche, cuando los últimos amigos se habían despedido, Gavi y Pedri se quedaron solos en la sala, en medio del desorden alegre de platos y vasos vacíos. Ambos se miraron y sonrieron, esa sonrisa que parecía decirlo todo.

—A veces pienso en todo lo que hemos pasado —susurró Gavi, rompiendo el silencio mientras tomaba la mano de Pedri—, y no puedo creer que estemos aquí, juntos, construyendo una vida de verdad.

Pedri lo miró con ternura, acariciando sus dedos.

—Lo importante es que lo logramos, Gavi. Todo lo que hemos superado, cada caída, cada miedo… nos ha traído hasta aquí. Y quiero que sepas que no me arrepiento de nada.

Gavi se inclinó y lo besó con suavidad, como si con ese beso pudiera sellar cada una de las promesas que habían hecho. Luego, en un impulso, se levantó y tomó la mano de Pedri, llevándolo hasta el balcón. La noche estaba tranquila, y desde allí podían ver la ciudad iluminada, brillando con una paz serena.

Ambos se apoyaron en la barandilla, contemplando el paisaje en silencio. Pedri suspiró y, sin pensarlo, rodeó a Gavi con sus brazos, apoyando su cabeza en su hombro.

—Sabes —dijo Gavi después de un momento—, nunca pensé que sería capaz de sentirme así. Seguro, en paz. Es… es como si todo el miedo y el dolor ya no existieran.

Pedri asintió, apretándolo suavemente.

—Porque ahora estamos juntos. Y sé que, pase lo que pase, siempre estaré aquí, contigo.

Gavi se giró y lo miró, su mirada llena de gratitud y amor.

—Entonces, hagamos una promesa. Que, sin importar lo que venga, siempre encontraremos el camino de vuelta el uno hacia el otro.

Pedri sonrió y entrelazó sus dedos con los de él.

—Prometido.

La ciudad se iluminaba a sus pies, y en ese pequeño balcón, envueltos en el silencio de la noche, ambos sintieron que su amor era como aquellas luces: fuerte, brillante y capaz de iluminar cualquier oscuridad






















Los días transcurrieron tranquilos y felices para Pedri y Gavi, pero ambos sabían que la vida siempre tiene giros inesperados. Se habían prometido estar juntos, pase lo que pase, y aunque el amor que compartían los hacía fuertes, también eran conscientes de los retos que aún podían enfrentar, tanto dentro como fuera de la cancha.

Una tarde, después de un partido importante en el que ambos jugaron, Gavi empezó a notar una leve molestia en su pierna. Pensó que era solo un malestar pasajero, un simple tirón después de un juego intenso. Sin embargo, al día siguiente, el dolor persistía. Pedri se dio cuenta, preocupado, pero Gavi intentaba restarle importancia. Aun así, decidió acompañarlo al médico, insistiendo en que quería estar ahí para asegurarse de que todo estuviera bien.

TU ERES MI MVP(GADRI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora