Pedri se atormentaba con esa pregunta una y otra vez. Cada vez que veía una imagen de Gavi con Ana, esa punzada en el pecho se hacía más intensa. ¿Cómo podía él, que lo había dado todo, haber sido olvidado tan rápido? Las palabras de Gavi resonaban en su mente: "No fue fácil... aunque aún me duela". Pero para Pedri, ese consuelo era vacío. Si en verdad le dolía, ¿por qué parecía seguir adelante tan deprisa?
El rendimiento de Pedri comenzó a verse afectado. Su juego perdió la chispa y precisión que siempre lo había caracterizado. Los entrenadores le preguntaban si necesitaba descansar, sus amigos notaban su silencio, pero él se negaba a hablar de lo que realmente estaba sucediendo en su interior. Lo último que quería era que los demás se dieran cuenta de la fragilidad que sentía.
Con el tiempo, Pedri comenzó a sumergirse en la soledad de su departamento, buscando refugio en la rutina. Los recuerdos de Gavi lo atormentaban; incluso los detalles más insignificantes le recordaban a él. Cada risa compartida, cada pequeño gesto, se convertían en fantasmas que lo acechaban en silencio.
Mientras tanto, Gavi también lidiaba con su propio conflicto. Aunque había comenzado una relación con Ana, no podía negar que algo le faltaba, algo que ni siquiera los momentos felices con ella podían llenar. Pedri había sido su refugio en los peores momentos, y ahora, sin él, sentía que algo se había quebrado en su interior. Ana era una buena persona, alguien con quien podía pasar buenos ratos, pero cuando estaba a solas, sabía que su mente seguía volviendo a esos recuerdos con Pedri.
Una noche, después de una larga conversación con Ana, Gavi comprendió que quizás estaba intentando llenar un vacío que nadie más podía llenar. Ana lo miró con comprensión, y aunque le dolía, lo dejó marchar. Gavi entendió que no podía mentirse ni mentirle a ella. Había algo en su relación con Pedri que no podría olvidar tan fácilmente.
Finalmente, después de semanas de silencio y heridas abiertas, Gavi decidió que tenía que enfrentar la verdad. Al día siguiente, fue al centro de entrenamiento más temprano de lo habitual, con la esperanza de encontrar a Pedri antes de que los demás llegaran. Cuando lo vio entrar, dudó por un momento, pero al final se armó de valor y caminó hacia él.
—Pedri —llamó en voz baja, y Pedri se detuvo, mirándolo con una mezcla de sorpresa y resentimiento—. Necesito hablar contigo.
Pedri lo observó, y aunque su primera reacción fue irse, decidió quedarse. Sin embargo, su mirada era fría, distante, reflejo de todo el dolor acumulado en esos días.
—¿Qué quieres, Gavi? ¿No es suficiente con todo lo que has hecho?
Gavi respiró profundo, consciente de que había causado daño, y con voz temblorosa, intentó explicarse.
—No… No quería hacerte daño, Pedri. Intenté olvidarlo todo, seguir adelante, pero… nada me llena como tú lo hacías. Me equivoqué al pensar que podía dejarte atrás tan rápido. Pensé que estaba haciendo lo correcto, pero… te sigo extrañando, más de lo que imaginé.
Pedri bajó la mirada, luchando contra la mezcla de emociones que se arremolinaban en su interior. Lo había deseado tanto, había soñado con escuchar esas palabras, pero también sentía el peso de la desconfianza y el miedo a ser herido de nuevo.
—No sé si puedo volver a confiar en ti, Gavi. Todo esto me hizo darme cuenta de cuánto significabas para mí… y lo poco que pareció importarle a ti.
Gavi dio un paso hacia él, alzando la mano en un gesto suplicante.
—Dame una oportunidad para demostrarte que estoy aquí. Sé que cometí un error, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea para recuperar lo que teníamos. Porque lo que vivimos… no puedo dejarlo atrás.