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En los días que siguieron, Pedri y Gavi mantuvieron su ritmo de entrenamiento y sus miradas cómplices, pero ahora había algo más; ambos eran conscientes de que esa conexión no era algo común, y aunque intentaban no darle más importancia, la intensidad que sentían en cada interacción los hacía replantearse todo.

Una tarde, después de un partido en el que el equipo había ganado y ellos habían colaborado de manera excepcional, el entrenador les dio el día libre. Mientras todos se despedían, Gavi se acercó a Pedri y, casi sin pensarlo, le propuso dar una vuelta por la ciudad.

—Podemos tomar algo, celebrar la victoria —sugirió, tratando de sonar casual, aunque su mirada delataba cierta expectativa.

Pedri aceptó sin dudar. Terminaron en un pequeño bar del centro, hablando de cualquier cosa excepto de lo que realmente les rondaba en la mente. Rieron, bromearon y compartieron historias personales, y en algún momento de la noche, mientras Gavi hablaba apasionadamente sobre su sueño de triunfar en el equipo, Pedri se dio cuenta de algo: la admiración que sentía por él iba más allá de lo profesional. Había una conexión genuina, una mezcla de admiración y algo más profundo que no había sentido antes.

A medida que la conversación avanzaba, Pedri se daba cuenta de lo mucho que le gustaba escuchar a Gavi. La pasión en su voz, la manera en que sus ojos brillaban al hablar de sus sueños y su amor por el fútbol lo hacían sentir algo indescriptible. Pedri intentaba mantener la compostura, pero cada palabra de Gavi parecía acercarlo más a un sentimiento que no podía ignorar.

Cuando la charla llegó a una pausa, Pedri miró a Gavi, intentando reunir el valor para expresar lo que llevaba días queriendo decir. Pero antes de que pudiera abrir la boca, Gavi se adelantó, bajando un poco la mirada y hablando en voz baja, casi como si estuviera confesando un secreto.

—Pedri… hay algo que he querido decirte. Siento que contigo no necesito aparentar nada. Es como si… no sé, como si fueras el único que realmente me entiende.

Pedri sintió cómo su corazón latía más rápido. Esta vez, no dejó que el momento se escapara.

—Yo siento lo mismo, Gavi. Desde que empezamos a entrenar juntos, algo cambió para mí. No sé si tú también lo sientes, pero cuando estamos juntos… —Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—, siento que puedo ser yo mismo.

Gavi lo miró en silencio, asintiendo, como si confirmara lo que había sospechado desde hacía tiempo. La honestidad de ese momento rompió cualquier barrera que pudiera haber entre ellos.

—¿Crees que esto sea algo más? —preguntó Gavi, casi en un susurro, con una mezcla de curiosidad y vulnerabilidad.

Pedri no respondió de inmediato. En cambio, sonrió y asintió, con una mirada cálida que lo decía todo. Entonces, en un impulso, extendió la mano y la colocó sobre la de Gavi. Era un gesto simple, pero lleno de significado. Gavi no apartó la mano; al contrario, la sostuvo con una firmeza que reflejaba su decisión de no alejarse.

Pasaron unos minutos en silencio, sin necesidad de decir nada más. Sabían que ese gesto era la respuesta que ambos buscaban, la confirmación de que había algo real y único entre ellos, algo que estaban dispuestos a explorar juntos.

Finalmente, después de aquel instante cargado de emociones, Gavi rió suavemente, tratando de aliviar la tensión.

—Entonces… ¿nos vemos mañana en el campo, como siempre? —dijo, con una sonrisa que dejaba ver su felicidad.

Pedri asintió, sonriendo también, sintiéndose más tranquilo que nunca. Sabía que a partir de ese momento, cada entrenamiento y cada mirada serían diferentes, porque ahora tenían la certeza de que lo que sentían era mutuo.

TU ERES MI MVP(GADRI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora