El viento soplaba suave, llenando de paz el estadio vacío mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Pedri y Gavi se quedaron en silencio, sosteniendo sus manos y dejando que sus corazones se calmaran después de días de tormento. Era como si en ese momento, en ese lugar, todo el ruido exterior desapareciera.
Pero sabían que fuera de aquel campo, las miradas, los rumores y las expectativas seguirían presionándolos. La relación entre Gavi y la princesa aún era un tema candente en los medios, y ambos temían cómo afectaría a sus vidas y al equipo. Aun así, por primera vez, ambos sentían que tenían el valor suficiente para enfrentarse a todo eso.
Gavi apretó la mano de Pedri, mirando al vacío, pero hablando con firmeza. —Vamos a hacerlo a nuestra manera, despacio, sin que nadie nos diga cómo sentirnos o qué debemos hacer. No quiero que los rumores o las expectativas nos hagan dudar otra vez.
Pedri asintió, con una sonrisa leve. —Entonces, hagámoslo. Pase lo que pase, quiero que seamos nosotros, sin importar quién esté mirando.
En los días siguientes, ambos se esforzaron en mantener una fachada de normalidad en el equipo, aunque esta vez había una complicidad entre ellos que ninguno intentó ocultar. A pesar de las miradas de algunos compañeros, Pedri y Gavi comenzaron a compartir momentos en silencio, pequeñas conversaciones después de cada entrenamiento, gestos que decían más de lo que las palabras podían expresar.
Pero no todo fue fácil. Cada vez que salía una nueva noticia o foto de Gavi con la princesa en algún evento social, Pedri sentía una punzada en el corazón. Gavi, consciente de esto, hacía lo posible por explicarle la verdad, asegurándole que eran solo compromisos públicos que no significaban nada para él. Pedri intentaba creerle, pero sabía que el camino que habían elegido no sería fácil y pondría a prueba su confianza más de una vez.
Una noche, después de otro evento en el que Gavi había tenido que asistir, Pedri lo esperaba en el pequeño café que solían frecuentar. Al verlo entrar, notó el cansancio en su rostro, pero también una sinceridad en su mirada que lo reconfortaba.
—Perdón por hacerte pasar por esto —dijo Gavi, sentándose frente a él—. Sé que no es justo para ti, pero estoy intentando manejar todo esto de la mejor manera que puedo.
Pedri suspiró y le tomó la mano. —No es fácil, pero aquí estoy, ¿verdad? Confío en ti, Gavi. Solo… prométeme que serás honesto conmigo, siempre.
Gavi asintió, apretando su mano con suavidad. —Siempre, Pedri.
Ambos se quedaron mirándose, conscientes de que les esperaba un camino lleno de retos, pero sabiendo que habían tomado una decisión: enfrentarse al mundo juntos, confiando el uno en el otro, sin importar los obstáculos.
Unos días después
Después de un largo día de entrenamiento, la noche ha caído y el campo está vacío. Gavi y Pedri se sientan en el césped, exhaustos, en un silencio cómodo, compartiendo miradas y sonrisas tímidas bajo la luz suave de la luna.
Gavi, sin decir una palabra, se acerca un poco más a Pedri, sintiendo cómo el corazón le late más fuerte. Pedri lo nota, y su sonrisa se vuelve suave, casi vulnerable. Con un susurro apenas audible, Gavi dice: "Contigo todo es diferente, todo se siente… mejor."
Pedri sonríe, mirándolo a los ojos, y sin pensarlo más, le acaricia la mejilla. Se acercan lentamente, sus respiraciones se mezclan, y en un instante, sus labios se encuentran en un beso tierno, lleno de cariño y nervios, como si estuvieran compartiendo un secreto bajo el cielo estrellado.
El silencio que siguió fue perfecto. Pedri y Gavi, aún unidos en aquel beso suave, sintieron que en ese momento todo cobraba sentido. El campo, vacío y sereno, parecía ser el único lugar en el mundo donde podían permitirse ser ellos mismos. Al separarse, sus miradas se cruzaron, y en ese instante comprendieron que, a pesar de todo lo que los rodeaba, habían encontrado algo que nadie más entendería.
