En la negrura del espacio, donde ni siquiera el eco de los astros se atrevía a resonar, el caos se cernía con una densidad palpable. Era como si el propio vacío absorbiera la esencia de la destrucción inminente, y el Gran Sacerdote Daishinkan, en el centro de aquella tormenta de oscuridad y traición, permanecía impasible. Frente a él se encontraban cinco guerreros, sombras del pasado que una vez había doblegado o vencido en combates singulares, guerreros a los que había enfrentado en algún momento con fuerza y determinación, confiando en su poder absoluto. Pero esta vez era diferente; el Gran Sacerdote comprendía que el desafío de enfrentarlos unidos planteaba una dificultad inédita.
No obstante, en su mirada fría y calculadora no había lugar para el miedo ni la duda. Aquellos que buscaban encontrar flaqueza en sus ojos no hallarían tal cosa. En cambio, sus palabras resonaban con la certeza inamovible de quien conoce la magnitud de su propio poder.
—Ya veo... Entonces, pelearán todos a la vez —comentó Daishinkan, su voz imperturbable, como si el enfrentamiento inminente fuera apenas un obstáculo trivial—. No imaginé esta posibilidad desde un principio, pero esto solo facilitará las cosas...
A su lado, su fiel sirvienta Towa surgió como una sombra, con una mueca burlona en su rostro.
—¿Facilitar las cosas? —Towa soltó una risa sardónica—. ¿De verdad crees que puedes enfrentarlos a todos a la vez? Hacerte el valiente no cambiará nada. Tal vez los derrotaste en el pasado, pero juntos son una fuerza inmensurable.
Daishinkan apenas giró la cabeza, sus labios curvándose en una leve sonrisa.
—Precisamente, al tenerlos aquí reunidos, los daños se limitarán a este lugar. No tendrán oportunidad de sembrar el caos por los universos. Sería un desperdicio... y una lástima.
Antes de que Towa pudiera replicar, uno de los guerreros, Yamoshi, rugió con furia.
—¡Ya basta de palabras! —exclamó el saiyajin, lanzándose como una flecha hacia Daishinkan, su puño extendido, cargado de energía explosiva, apuntando directo a la cabeza del Gran Sacerdote. Pero, con una calma absoluta, Daishinkan desvió el ataque, haciendo que Yamoshi pasara de largo y terminara estrellándose contra una montaña cercana.
En ese instante, aprovechando la distracción, dos figuras más, Kurayami y Dorian, saltaron a la acción. Sus movimientos eran rápidos y sincronizados, lanzando una serie de golpes con una velocidad abrumadora. Sin embargo, el Gran Sacerdote bloqueaba cada uno con impecable precisión, sin mostrar el menor signo de fatiga.
Dorian, un ser compuesto casi enteramente de sombras, soltó una carcajada de odio.
—¡He esperado tanto tiempo para matarte, Daishinkan! —gritó, su voz impregnada de resentimiento.
Kurayami lanzó un gruñido, apretando los dientes.
—¡Esa frase era mía! —reclamó, sin dejar de golpear, inflando los mofletes.
Daishinkan, con un movimiento hábil, atrapó los puños de ambos, estrellándolos entre sí. Dorian, sin embargo, se deshizo en un espectro de sombras, deslizándose por el cuerpo de Daishinkan y envolviéndolo en un intento de inmovilizarlo. Pero, con solo un leve aumento de su ki, Daishinkan destrozó la forma sombría de Dorian, dispersándola en fragmentos que flotaban por el espacio antes de recomponerse en su forma original.
Enfurecido, Kurayami lanzó una ráfaga de energía desde su boca, envolviendo completamente al Gran Sacerdote en una explosión cegadora. La ola de destrucción fue tal que incluso el planeta en el que se encontraban tembló y comenzó a agrietarse bajo la intensidad de la energía. Cuando el humo se disipó, no quedaba rastro de Daishinkan... al menos, hasta que apareció detrás de Kurayami, quien no tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir una patada que lo envió a toda velocidad hacia el suelo.
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Goku x Caulifla - Una continuación alternativa
FanfictionEn esta historia nos ubicamos al finalizar el torneo del poder, en donde el Universo 7 saldría victorioso, y como deseo se pediría la restauración de todos los universos, comenzando a reaparecer cada uno en sus respectivos mundos. Jiren esperando en...