SWEETNESS | El verano de 1977 fue para los Potter aún más triste que los días fríos y lluviosos del invierno. Con la pérdida de Euphemia Potter, tanto James como Fleamont se sintieron perdidos en cuanto a qué hacer a partir de ese momento. Cuando el...
CAPÍTULO VEINTE. "Los amigos en los que confío no aparecen, ellos fluyen como un río, pero tú no".
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Sentada sobre las raíces antiguas, Thalia observaba el fluir del viento, como el aire húmedo hacía gotear las hojas, no era seguro permanecer en las cercanías del Sauce Boxeador después de noches de lluvia ya que había un riesgo de terminar resfriada. Sin previo aviso, giró tan rápido que era posible pasarlo por alto si el mago o bruja que lo observaba terminaba parpadeando lentamente.
Eso es lo que Thalia vio suceder a los estudiantes de primer año que aún no conocían los secretos del castillo y sus alrededores, pero estaba bien, todavía tenían mucho tiempo. Black, a diferencia de ellos, estaba siguiendo el veintidós de marzo, mientras caminaba manteniendo un pequeño paraguas en un bolso oscuro, pensaba en lo que haría en dos meses cuando dejaría Hogwarts, esta vez para siempre.
Las nubes grises en el cielo hacían juego con el estado de ánimo de Thalia, ella era consciente de que su sueño de viajar después había muerto desde hacía mucho tiempo, desde el inicio de la guerra, Thalia ya lo había aceptado. Lo que la molestaba era algo más grande, un matrimonio que no quería, un hombre al que no amaba, de nuevo, Thalia necesitaba resolverlo sola.
Golpeando con sus delgados nudillos contra la puerta de madera, la chica de la ajustada falda roja se admiró en su reflejo, la tela negra de su blusa de cuello alto y manga larga, su cabello recién cortado nuevamente que ahora estaba perfectamente alineado por las manos de un profesional y no las de la propia Thalia, todo estaba en su lugar, excepto una cosa.
La puerta amarillenta se abrió, la falta de aceite en el marco de la puerta provocaba un chirrido irritante cada vez que se abría, en el interior aún persistía el olor a humedad y el mismo elfo gruñón y de aspecto sucio la miraba fijamente con los brazos cruzados y una ceja levantada, casi podría parecer confundido si no tuviera alguna expresión que no fuera la insatisfacción.
―¿Qué haces aquí? Tú tiempo es en la noche.―le recordó la criatura, como siempre, muy gruñona.
―Yo también soy cliente, ¿no te acuerdas?―respondió Thalia enderezando su postura, mirando profundamente a sus ojos oscuros. Aunque fuera la peor de ellos, aunque algún día ya no sea uno de ellos, por ahora, Thalia Black seguía llevando el apellido y llevaría por siempre esa sangre, que casi siempre es una maldición, a veces podía ayudarla a mantener el respeto.
El elfo miró por encima del hombro, la taberna oscura con las ventanas cerradas durante el día, el miedo a las autoridades que caminan por el pueblo siempre los ha mantenido alerta, por lo que el único sentado dentro también es un forajido: Graham Farrel, el hombre que encontró la dirección de su hermana, el mago con quien tenía una deuda que estaba lejos de poder saldar con al pobreza que ganaba en ese lugar.
Finalmente, dejándola entrar, el elfo se alejó detrás del mostrador y Thalia caminó sosteniendo su bolso cerca de su cuerpo, sospechosa mientras el hombre del sombrero oscuro, no puntiagudo, no llamativo. Los mechones de cabello castaño cayendo sobre su hermoso rostro, rostro donde se localizaba una enorme cicatriz, una pelea con el último gigante de la especie al que mató. Thalia sabía que era arriesgado desde el principio, pero lo hizo de todos modos y lo volvería a hacer por Andrómeda. Por los dioses, no se le ocurría nada que no haría por la hermana que la crió.