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No me jodas.

Observó a los dos hombres sentados frente suyo, sonriendo entre ellos tal como si hubieran planeado el mejor plan de su vida. Era penoso de tan solo verlo.

¿De verdad esperaba que le hiciera todo el trabajo?

Vio de reojo el anillo unido a su dedo anular—invisible para otros perfectamente visible para él— unido a un deslumbrante hilo rojo que desaparecía a lo lejos de entre la gente. Trató de girarlo y aunque lo intentara más de mil veces en el pasado, aquel condenado anillo de tipo simplón era imposible de girar o tocar, como un maldito tatuaje que jamás pidió. Y eso solo hizo que se frustrara aún más.

—Entonces... ¿qué me dices? —preguntó uno de ellos, satisfecho con el tonto monólogo que recitó segundos atrás.

Levantó la mirada, fastidiado de haber aceptado aquella reunión. La paga era buena, pero ellos eran estúpidos e irritantes.

—Ya te di la información necesaria para que la encuentres —mencionó tomando su helado y el dinero por el trabajo que hizo, ignorando el pequeño rollo extra de billetes sobre la mesa para continuar lo que ya terminó—. Lo que sigue no es mi problema.

Se puso de pie y avanzó hacia la salida del lugar. Lo único bueno que le sucedió en esos treinta minutos de trabajo fue el helado que ellos le habían comprado para tener buena impresión. Fresa y vainilla, dulce como nada.

No era primera vez que le pedían "consejos" amorosos, es más, él simplemente los daba y luego se marchaba. Ese era su sello: sencillo y libre de ataduras a largo plazo.

¿Por qué debían cambiar su rutina y complicarlo todo?

Satoru caminó entre la multitud de estudiantes al llegar a la universidad, botando el resto de helado derretido que le quedaba. A lo lejos pudo diferenciar a su mejor amigo charlando con otras tres personas, no se dio el tiempo de ver sus rostros y tratar de reconocerlos, o al menos recordar sus nombres, ya que sus ojos solo tenían en cuenta la cálida y divertida sonrisa de uno de sus destinados.

Geto Suguru era el hilo de su dedo meñique de la mano izquierda, su mejor amigo desde la escuela.

Se acercó renovado, olvidando lo anterior. La figura de Suguru cada vez estaba más cerca cuando un pequeño semblante gritando a lo alto su nombre, tomando no solo su atención, sino que, de otros estudiantes, profesores y hasta la de su amigo también, agotando aún más su buen humor.

No se quiso voltear de inmediato, si lo hacía era muy probable que le gritase y lo mandara a la mierda.

Yuuji provocaba eso en él. Sin mencionar que aquel niño de primer año era uno de sus destinados. Dedo anular de la mano izquierda, el hilo unido a ese jodido anillo que tanto odiaba.

Respiró profundo antes de girarse y enfrentarse a su pesadilla sonriente.

—¡Gojo! —volvió a decir, animado—. Lo he estado esperando.

—¿Por qué? —preguntó sin ánimos, aunque con una sonrisa en sus labios.

Estaba cansado de seguir actuando. De ser una buena persona.

—Esta noche habrá una celebración por mi primera victoria.

Gojo entonces recordó que aquel estudiante era un perfecto deportista, una estrella en el atletismo. El número uno de la universidad, sobrepasando a sus superiores.

Era asquerosamente rápido.

—Cierto... peleaste muy bien, Yuuji —felicitó con menos energía, no por su carrera, sino bien por su obsesión hacía él—. Tus padres deben estar muy orgullosos.

HILO ROJO - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora