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Se encontraba renovado con Suguru durmiendo desnudo a su lado, abrazando su cintura. Era temprano y aún le quedaban unos minutos antes de despertar para llegar a su primera clase.

Luego de cuatro meses de haber roto la amistad con Yuuji que nunca dejo crecer por su egoísmo y obsesión al querer solo a Suguru a su lado, nada había cambiado.

Los días pasaron a ser tranquilos y relajados, solo con amigos que aceptaba estar a su alrededor, fiestas en donde podía ser él mismo y disfrutar de la relación que siempre deseó, olvidando todo lo demás.

Al ser los más reconocidos de la universidad, todos celebraron su noviazgo con Suguru. Una fiesta que duro dos días fue la confirmación de su decisión, era la correcta y no debía alejarse de ese único pensamiento.

Los extraños encuentros con Yuuji habían acabado, no porque se hubiera dado la tarea de alejarse en cuando viera su cabellera castaña, no. Fue porque él solicitó un intercambio de carrera en otro país, pasaron exactamente tres meses y medio desde la última vez que lo vio.

No quería negarlo, pero le había enviado incontables mensajes preguntando como se sentía en un país extranjero, sus nuevas amistades, cómo iban sus estudios y sobre todo como se encontraba de salud, ya que su huida fue luego de que se anunciara su más esperada relación.

Ninguno de ellos respondió.

No le gustaba hacerle daño a Suguru por tratar de llamar la atención de Yuuji todas las noches antes de acostarse a su lado, pero no sabía como detenerse.

Tal vez por eso se sentía renovado, hoy era el día en que Yuuji volvía de su intercambio.

Se arregló no sin antes despertar a Suguru para continuar con su día.

Las clases fueron insignificantes ante el revoltijo que tenía alojado en su pecho y estomago —entusiasmo—, rara vez se encontraba feliz por algo. Cuando acabaron, dejó el salón de clases para salir al patio y tener la suerte de ver llegar un bus que transportaba a los atletas de la universidad.

Su corazón se detuvo y trató de acercarse, pero por el rabillo del ojo pudo notar que Suguru había llegado a su lado.

—¿Crees que sea él mismo?

—¿A qué te refieres? —preguntó sin quitar la mirada de las puertas del bus que fueron abiertas.

—Vamos, Satoru —dijo—. Han pasado casi cuatro meses desde que se marchó. Dudo mucho que no haya cambiado en ese tiempo.

Y ahí estaba, con las mangas de su chaqueta arremangadas mostrando un raro tatuaje en sus muñecas. Una línea que lo rodeaba de color negro, idéntico a una gruesa pulsera.

—¿Qué carajos?

—¿Qué?

—No sabía que le gustaran los tatuajes —gruñó extrañado—. No quedan para nada con su personalidad.

—¿De qué tatuajes hablas?

Miró a Suguru un segundo para volver a Yuuji que con su usual sonrisa recibió a sus amigos, Megumi y Nobara. Detrás de él bajó Nanami que asistió a un evento deportivo hace una semana donde Yuuji se encontraba.

—Sus muñecas... —dejó de hablar.

¿No eran tatuajes?

Esquivó a los estudiantes que celebraban la llegada de los campeones, se acercó tomando sin antes preguntar, los brazos de Yuuji. Los acercó para ver mejor aquel detalle que apareció cuando estaba alejado de él.

—¿Qué mierda...?

El improperio que salió de los labios de Yuuji, lo dejó sin palabras.

—¿Qué pasa contigo? —intervino Nanami alejándolo.

HILO ROJO - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora