XI

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—No lo sabía —soltó agobiado—. Pensé que hacía lo correcto.

Se quiso alejar, pero las manos tibias de Satoru se aferraron con más fuerza.

—Creí saberlo, pensé que mi alma estaba al lado de Suguru, pero...

—¿Por qué terminaste con él?

El bajó la cabeza quedando en un silencio abrumador para ambos.

Yuuji tomó sus muñecas para alejarlo, pero aún así él no se retiro de su cercanía. Lo soltó tomándolo de la mandíbula con una sola mano para obligar a que lo mirara a los ojos.

—¿Qué cambió?

Los papeles se habían invertido, las miradas de irritación ahora pertenecían a él mientras que el miedo y la desilusión eran de Gojo, que seguía luchando por algo imposible.

—No me acercare a Sukuna —finalizó, dándose por vencido—. No lo hago por ti, no te equivoques. Él tampoco me da confianza.

—Yuuji.

—Deberías tener cuidado de ahora en adelante, Sukuna te quiere muerto.

Él se alejó de su insípido toque, enojado por alguna razón.

—¿Así será desde ahora?

—¿Qué esperabas? ¿Un amor incondicional?

Satoru respiró hondo antes de darse la vuelta y salir por su cuenta.

No debía doler, pero aún así algo en su interior se quebró. No era como antes claro esta, pero detestaba seguir sintiendo algo por sus gestos, palabras o una sincera mirada de fastidio a su persona. Por mucho que rompiera aquel anillo e hilo, sus sentimientos no habían desaparecido del todo. Y lo odiaba.

Quería correr detrás de él y abrazarlo, gritar lo feliz que se encontraba al escuchar sus palabras llenas de sentimientos y desesperación. Pero no lo hizo. Prefirió sentarse en la cama y sufrir en silencio las consecuencias de las acciones de Gojo.

No bajó a cenar, le avisó a Megumi que no se sentía del todo bien que preferiría dormir toda la tarde. Se limitó a no preguntar por el paradero de Satoru, no había escuchado su voz ni nada durante horas, lo que lo hizo pensar que lo había abandonado después de su discusión.

Era lo mejor y lo que ahora mismo necesitaba. Tenerlo lejos fuera de su distancia evitaba que corriera a sus brazos suplicando por uno poco de atención.

Al día siguiente un ruido fuerte lo despertó. Corriendo por las escaleras para llegar a la sala para encontrarse a Satoru con Megumi y Choso cocinando algo de un olor algo debatible. Sentada, Nobara leía una revista y sin levantar la mirada dijo:

—Espero no seamos asesinados esta noche.

Asintió ausente al sentir un leve picor en los ojos.

Satoru lo terminaría envenenando y no de amor que era lo que profesaba en las últimas horas.

—¿Dónde está Sukuna? —preguntó acercándose a Nobara.

—Paso algo extraño hace solo una hora, Itadori —dijo cerrando la revista—. Gojo lo sacó de la casa, le dijo unas cuantas palabras y él se marchó.

—¿Solo así?

—Solo así.

—¿Choso no dijo nada?

—Choso estaba con Gojo cuando desalojaron a Sukuna.

—¿De qué hablaron?

Nobara se encogió de hombros.

HILO ROJO - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora