XII

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A pesar de lo que había hecho, las lágrimas de Suguru no lo afectaron tanto como creyó que lo haría. El miedo en sus gestos casi lo destruyó, pero se sentía liberado y con un poco de alegría.

—Debía hacerlo —murmuró observando sus manos—. Él también merece ser feliz.

—¿Acabando también con tu felicidad? Fue una decisión estúpida y egoísta.

—Por mi culpa no tendrá a nadie a su lado, Suguru.

—¿Entonces por tus errores yo debo sufrir en el proceso? —contraatacó limpiando su rostro.

—Este es mi castigo.

—¡Esto fue tu culpa! ¡Tú fuiste el que insistió en romper el maldito anillo! —hipo—. Ahora soy yo y otros ocho quienes jamás tendremos parejas destinadas, Satoru.

—Diez, Suguru, no olvides que Yuuji también estará solo.

Continuó viendo los hilos cortados de sus nueve dedos y la ausencia de algo preciado en su dedo anular. Mei había aceptado su suplica al pedir las tijeras con el poder de cortar el destino de las personas, y antes de poder hacerlo Suguru había hecho hasta lo imposible para detenerlo, implorando que dejara el hilo de su meñique intacto. A pesar de que, para él no sería capaz de aceptar vivir una vida tranquila a su lado cuando su rostro lo único que le recordaba era al haber estado ahí cuando tomó la peor decisión de su vida.

Amaba a Suguru, solo que no de una manera tan fuerte como lo hacía con Yuuji.

Se había dado cuenta demasiado tarde y lo que más deseaba era arreglarlo y si con ello debía esperar diez vidas lo haría sin dudar.

Era su castigo y por sus errores otras nueve personas sufrirían más que él.

—¿Por qué el destino me uniría a una persona que no me ama? Y no solo a mi, Satoru, tus otras parejas también. No eres un maldito premio, solo eres un bastardo que busca su única felicidad.

El veneno en las palabras de su mejor amigo lo lastimaron profundamente.

—Suguru...

—Me das asco —murmuró mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Espero que Yuuji jamás te perdone y te deje agonizar como tú lo has hecho con nosotros.

—Perdóname —miró sus enrojecidos ojos—. Lo siento, Suguru.

—Nunca lo haré y él tampoco debería hacerlo.

No debía recordárselo, sabía con seguridad que Yuuji jamás lo perdonaría. Al menos en esta vida.

Al decírselo a Yuuji había esperado ver satisfacción en su mirada al notarlo tan derrotado y desesperado por un poco de su cariño. Y se alegraba de que lo hiciera, lo merecía y lo aceptaría como el nuevo hombre que era.

Era tiempo de vivir el arrepentimiento y las próximas heridas que él le haría sentir desde ahora.

Sería su sirviente y actuaría como tal.

—Esto no cambia lo que realmente importa.

—El anillo renacerá, Yuuji. Lo sé.

—¿Y que valor tiene eso? ¿Por qué debería confiar en ti? —le dio la espalda—. Nos condenaste a todos con tu presencia.

Bajó la mirada, dolido.

—Es por eso que no espero tu perdón.

—Entonces, ¿qué quieres? —se veía exasperado.

—Solo paciencia.

—Paciencia —repitió.

—Te seguiré hasta el fin del mundo, Yuuji.

HILO ROJO - JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora