Corazones Rotos, Vínculos Eternos

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XIII

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Había perdido de nuevo la cuenta.

Sus manos ensangrentadas arremetieron otra vez, golpeando, destrozando.

Su garganta rota no paraba de gritar, no paraba de maldecir, no paraba de lamentarse.

Un ultimo grito fue expulsado antes que su propio cuerpo cayera sobre la arena, exhausto, colapsando.

Sus ojos desorientados no podían enfocar las cosas a su alrededor, no percibía su ambiente, no sabia donde estaba, el día, la hora; quizás había alguien a su alrededor, quizás alguien lo estaba viendo.

¿Importaba?

El zumbido en sus oídos fue opacado por la tos, una resequedad en su garganta producto de los gritos; seca por el dolor, seca por las lagrimas.

Mojada por la sangre.

Su alma temblaba en un fino hilo, fundiéndose en un frenesí febril que hervía desde sus venas.  

Podía morir.

¿Importaba?

Otro golpe.

¿Por que estaba así?

Algo se rompió.

¿Que es lo que había pasado?

Un grito desgarrador.

¿Por que...?

Una presión sobre su pecho.

¿Por que lo necesita...?

Y después, rojo, mucho rojo enfocando sus ojos.

¿Por que necesita arrancarse el corazón?




—¡¡CHUCK!!— 

El oxigeno entro a sus pulmones de forma abrupta, arañando aquellos órganos ante la obstrucción. Enderezo su postura y volvió a toser, algo en su garganta se había atorado, algo se removía en ella, quería escupir, quería vomitar.

No quería volver a despertar.

Unos fuertes golpes en su espalda le ayudaron a regurgitar.

Oscuridad, eso podía ver, una inmensa, infinita, sola y fría oscuridad absorbiendo todo a su paso.

Y luego.

Abrió sus ojos.

—¡Oh Chuck, tranquilo, respira amigo mio!— Un suave masaje luego de esos terribles golpes que empezaban a hacer mella en su espalda.

Frente a el, una masa viscosa, negra y roja; tintaba la arena cerca de sus pies.

Un coagulo de sangre.

Su sangre.

—Espera, hay que ir con la curandera, estoy seguro que ella tendrá ajos o cebollas... Espera d-despacio.— El masaje prosiguió. —O-oh quizás... Quizás, quizás quizás debería cerrar la herida en tu pecho... Santo Fenix es mucha sangre.—

Te Odio Tanto CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora