Sonrisas en Días de Lluvia.

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VIII

La pequeña cerdita divagaba dentro de su habitación, luego de la pelea con su Rey, quería estar sola. Daba vueltas en círculos, con sus pies descalzos sobre la alfombra de algodón.

Las lagrimas seguían cayendo libremente por su rostro.

Ver a esa pobre Ave, en esas condiciones tan deplorables y ese miedo desbordante; por dios, se notaba hasta en su respirar, temblaba por cada cosa y lloraba como un bebe desamparado.

Lo que sea que le haya hecho Lenard (Y podía darse una idea) Apago totalmente el espíritu vivido de esa criatura; y ella, mejor que nadie sabe, que apagar aquella personalidad, es apagar el alma misma. Lo sabia, y lo dejo notar aquellos ojos tristes y cansados de ese martirio.

Las lagrimas seguían brotando, esta vez bajo un semblante impotente. No es de debilidad su llanto, es de lastima.

Tantas vidas perdidas, tanto daño causado, tanto sufrimiento ocasionado...

Esta consiente que... Posiblemente, Lenard no tenia otra opción;  la condición del reino era delicada, la exigencia de los resultados ante un pueblo desesperado era agobiante; Lenard estaba entre la espada y la pared, pero aun así...

Suspiro en su llanto, dejándose caer de rodillas en la alfombra, imposibilitada de seguir reprimiendo aquellos jadeos de dolor.

Cubrió con sus manos sus ojos, el cumulo de tantas emociones, revoloteando dentro de su corazón, estallo en un desgarrador grito de agonía, mientras su frente chocaba en el suelo, ahora, humedecido por aquellas perlas transparentes.

Su garganta dolía, pero el dolor físico no era comparable con aquellas espinas encajas en su alma; en estos precisos y específicos momentos, es cuando mas odiaba tener empatía.

Odia sufrir cuando sabe que no le compete en lo absoluto.

Respingo, aun con gemidos de su llanto.

Tosió un poco, su garganta estaba reseca.

La puerta de la habitación fue tocada, tres veces.

Ella levanto su cabeza del suelo y limpio sus lagrimas con calma, regulando su respirar en un compas agitado y profundo.

—...¿Que ocurre?. Intento hablar de una forma mas normal, pero el nudo en su cuello se lo impedía.

Carraspeo luego de escucharse en tan malas condiciones vocales.

—Se-señorita Courtney.Se escucho del otro lado. —Es importante.

Suspiro, mientras se sentaba de mejor manera.

—Adelante.— Permitió en un pequeño jadeo.

Sin esperar mas, la puerta fue abierta con lentitud, detrás de ella asomo un Cerdo de edad algo avanzada, vestido con el uniforme del castillo, un traje negro, camisa de centro blanca con botones trasparentares y una pajarita en su cuello, sus manos estaban cubiertas con guantes de tela blancos y sus zapatos estaban finamente lustrados y resplandecientes en negro.

Tenia en su cabello castaño lineas blancas, canas, que demostraban aquella edad mucho mayor que la de ella.

Hizo una reverencia luego de cerrar la puerta.

Courtney giro sus ojos en cansancio.

—... Hey, ya te dije, no tienes que hacer una reverencia cada vez que nos vemos.— Sonrió levemente. —Abuelo.Rio un poco mas fuerte. Mencionando el apodo dado a aquel Cerdo.

Te Odio Tanto CerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora