𝟭𝟮

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[...]

Era una tarde soleada, el sol brillaba con intensidad mientras el cielo se teñía de naranja y morado, estaba en una pequeña montaña del parque, con mi novio.

—Amoor, ¿No estás emocionado?—pregunté acariciando su mano

—Claro que si—respondió sonriendo—Ya vamos a entrar a secundaria, y lo haremos juntos.

—Sii—puse mi cabeza en su hombro—Será genial, nos pasaremos las tareas, nos ayudaremos juntos...—Acaricie su mano cuando sentí su cabeza contra la mía.

Estuvimos un largo rato así en silencio, acariciando nuestras manos y apreciando el atardecer.

—Amor—le llame mientras me separaba un poco.

—¿Si?—volteo a verme sonriendo.

—Amor... ¿Prometes que nunca te irás de mi lado?

—Nunca lo haré, lo prometo—sonrío.

—¿Es una pinkie promise?—pregunte haciendo ojos de cachorro.

—Si amor—puso una mano en mi mejilla, acariciandola—¡Una Pinkie Promise!—añadió riendo para besarme.

Al separarnos del beso nos abrazamos, se apartó un poco y sacó una bolsita de regalo.

—Toma, es pa' vos—sonrío entrgandome la bolsita.

Me alegre mucho, era una bolsita naranja de gatitos, la abrí y dentro había un pequeño autito de juguete.

—¡Te amo!—me lance a abrazarlo mientras él reia, reparti besos por toda su cara y finalice con uno en sus labios.

—Ya se hace tarde amor, deberíamos irnos—dijo poniéndose de pie.

Me levanté con el y lo tomé de la mano, escuche cómo un tipo nos llamaba pero no le dimos importancia y bajamos de la colina.

El tipo nos perseguía, así que Iván y yo aceleramos el paso, pero al llegar a un callejón salieron otros tipos de un callejón.

—¿Creyeron que se iban a escapar? Par de maricones—uno de los tipos me empujó.

—Hey, no le hagas nada—me protegió Ivan, poniéndome detrás de él.

Los tipos rieron de forma sádica y nos empujaron hasta el callejón.

—¿Que quieren? Le daremos lo que sea—hablo Iván.

Los tipos se susurraron entre ellos y se acercaron golpeando sus propios puños, mis piernas están temblando por el miedo, no podemos correr.

—¡Haganme lo que quieran!—Iván me puso detrás de él—¡Pero a él no le hagan nada!

Un tipo golpeó a Iván en el estómago, haciéndolo retorcerse, el otro me jalo del brazo y me colocó en una silla, atandome los brazos detrás de esta.

En el callejón entraba la poca luz solar que había por el atardecer, intenté desatarme pero no tuve éxito.
Los tipos empezaron a golpear a Iván, su cuerpo ya estaba en el suelo, su nariz estaba llena de sangre y uno de sus ojos morado.

—¡D-Dejenlo!—grite con la voz quebrada.

Uno de los tipos volteo a verme y sonrió de forma cínica —Es lo que los maricones como ustedes merecen—dijo sacando una navaja y pasándola frente a mis ojos llorosos.

𝙀𝙡 𝙗𝙧𝙞𝙡𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙣𝙘𝙞𝙚𝙣𝙙𝙚 𝙚𝙡 𝙖𝙡𝙢𝙖 | ᴿᵒᵈʳⁱᵗᵒᵐDonde viven las historias. Descúbrelo ahora