La doncella Secreta del Conde (Novela)

El Misterio de la Doncella del Conde VI

Paula había oído los rumores, que circulaban entre los sirvientes, pero nunca les había prestado demasiada atención hasta ahora. Los ojos de Renica, llenos de miedo y tristeza, se clavaron en los de ella, y Paula sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—Escuché que te irás pronto. ¿Es eso cierto? —La voz de Renica tembló levemente, pero su mirada permaneció firme.

—Sí, sólo por un ratito —respondió Paula con calma, aunque no podía quitarse de encima la sensación de que aquella conversación era más seria de lo que parecía.

"¿Realmente es sólo por un corto tiempo?"

Paula sostuvo la mirada intensa de Renica, desconcertada por la repentina gravedad de la conversación. Renica sollozó, tratando de recomponerse.

—Paula, no te conozco desde hace mucho tiempo, pero sé que eres una buena persona, diligente y que no te quejas.

Paula parpadeó, sin saber a dónde quería llegar. "¿Por qué dices esto?"

"Lo que intento decirte es que no confíes en nadie aquí".

El peso de las palabras de Renica flotaba en el aire. El corazón de Paula empezó a latir con fuerza mientras su mente daba vueltas, intentando entender la advertencia. Instintivamente se abrazó a sí misma, como para protegerse del frío miedo que se filtraba en ella.

—Como sabéis, esta es la mansión del Conde y el trato con los sirvientes es estricto. A los sirvientes masculinos y femeninos no se les permite interactuar personalmente. Es una de las reglas que todos debemos seguir —explicó Renica, con voz firme pero teñida de un temor silencioso.

"El contacto frecuente puede generar sentimientos indebidos y... eso ha sucedido a menudo. Esta vez no es diferente".

Paula permaneció en silencio, con los pensamientos a mil por hora. Entendía las reglas y había presenciado su cumplimiento, pero el tono de Renica y la gravedad de sus palabras le provocaron escalofríos.

¿Qué estaba realmente tratando de decir?

"¿Entiendes?" presionó Renica.

Paula abrió la boca para responder, pero no le salieron las palabras. Su confusión debió ser evidente, porque la expresión de Renica se desmoronó, como si estuviera al borde de las lágrimas.

"Todo lo que hacemos está bajo estricta supervisión", continuó Renica, su voz ahora más suave pero aún cargada de intensidad.

"Si rompemos las reglas y no mostramos señales de cambio durante el período de gracia, se acabó".

Paula la miró con los ojos muy abiertos y el corazón le latía con fuerza en el pecho.

—Esas dos personas no desaparecieron voluntariamente —susurró Renica, su voz cargada de una oscura verdad.

"Se volvieron a encontrar en secreto durante el período de gracia. Y alguien de su propia habitación los denunció".

A Paula se le cortó la respiración. La traición le dolía profundamente, aunque no tuviera nada que ver con ella. Una extraña sensación de miedo se instaló en la boca del estómago.

—Los dos desaparecieron de repente —la voz de Renica vaciló levemente, pero siguió adelante.

"Y ayer, uno de los sirvientes vio algo. Cuando regresaba de hacer un recado para el mayordomo, vio a un grupo de individuos sospechosos cerca de la mansión. Tenían el rostro cubierto, pero se dio cuenta de que eran hombres fuertes. Llevaban algo que parecía... una persona".

Paula se quedó sin aliento y su cuerpo se enfrió. No necesitaba preguntar qué había sucedido después. El silencio que siguió se llenó con los sollozos de Renica.