Los ninjas de la Hoja aseguraban el perímetro. Sakura, Hinata y Karin daban órdenes junto con Shisui, quien había acudido personalmente. Se encontraban cerca de las tierras de Iwa. Al parecer, Itachi, antes de desmayarse, había enviado una señal a Shisui a través de su tatuaje ANBU.
—Hokage-sama, las heridas de Itachi indican que fueron causadas por los Jinchuuriki de Iwa.
—Lo sé. Maldito Oonoki, esto es una declaración de guerra —respondió con tono grave, elevando un poco la voz—. Llévense a los heridos y aseguren el área. Debemos prepararnos para una posible guerra entre aldeas.
El ambiente se tensó por completo; no había pasado mucho tiempo desde la última guerra entre ambas aldeas. Menma era uno de los mejores shinobi de la Hoja, y si Itachi había sido derrotado junto a él, significaba que sus atacantes contaban con aliados poderosos.
Shisui caminó lentamente, con la mirada fija en el suelo, como si fuera lo más interesante en ese momento. Debajo de unos escombros, divisó un trozo de tela azul grisácea, teñida por la tierra. Alzó la vista y observó a los shinobi de la Hoja levantando a los heridos y colocándolos en camillas. Volvió a bajar la mirada, apartó los escombros, y abrió los ojos con sorpresa al descubrir lo que ocultaban. Su expresión pronto se tornó en una mueca de enojo.
—Akatsuki... maldito hijo de perra, Oonoki.
Deidara, el bombardero de la Roca, yacía inconsciente bajo los escombros.
—Llévense a este sujeto. Asegúrense de que no despierte.
Dos shinobi asintieron y cumplieron la orden.
***
Kushina lloraba desconsolada al enterarse del secuestro de su hijo. En un principio, se había enfurecido tanto que decidió ir a Iwa personalmente para enfrentar al viejo Oonoki, pero Shisui logró detenerla. Ahora, se encontraba sentada junto a su hijo, llorando mientras sostenía su mano. A su lado, Mikoto, también preocupada, observaba a Itachi, que yacía postrado en la cama contigua.
—Todo estará bien. Menma es fuerte; sabrá qué hacer —intentó calmarla Mikoto.
—Ese maldito viejo detestable, ttebane. Mi Menma, mi hijo... —sollozaba Kushina mientras su amiga la consolaba.
***
Menma despertaba apenas, sintiendo el aire más frío de lo normal y percibiendo un olor repulsivo que emanaba del lugar. Intentó mover la mano para frotarse la cabeza, pero al hacerlo, se dio cuenta de que estaba encadenado. Abrió los ojos de golpe al notar que estaba en Iwa. Al recobrar el sentido, vio las cadenas sujetando sus carpos y tobillos.
—Naruto... —susurró, cerrando los ojos con frustración. ¿Cómo estaría su otuoto?—. Necesito... salir de aquí.
Miró a su alrededor en busca de algún indicio de escape, pero solo la oscuridad le rodeaba. Escuchó pasos acercándose desde el exterior de la celda y guardó silencio.
—Namikaze —Menma abrió los ojos al reconocer la voz—. Por fin te tengo en mis manos, y de aquí no vas a salir.
La risa de Oonoki resonó en el lugar, llenándolo de ira.
—Eres un maldito hijo de perra, Oonoki. Esto es un acto de guerra. Konoha no tardará en venir por mí.
—Esos idiotas jamás te encontrarán. Estamos lejos de Iwa; hemos evacuado la aldea por completo. Iwa, como la conocías, ya no existe.
—¿Akatsuki?
La expresión de Oonoki cambió, molesto. ¿Cómo había deducido que estaban en una de las cuevas de Akatsuki?
—Muy perspicaz, igual que tu padre. Pero la vigilancia aquí es excesiva; si intentas escapar, no saldrás con vida.
Menma escuchó la risa de Oonoki mientras los pasos se alejaban. Al menos, ahora sabía dónde estaba.
***
Menma no podía enviar una señal a través del tatuaje AMBU; su chakra estaba bloqueado, y no podía hacer sellos para liberarse. Cada día que pasaba, la sensación de encierro y desesperación aumentaba. A estas alturas, Konoha seguramente lo daba por muerto, pues el límite de tiempo para buscarlo había pasado. No sabía nada del exterior; solo escuchaba las voces de cinco guardias afuera de su celda oscura, y cada día parecían ser diferentes, lo cual indicaba que rotaban turnos de vigilancia. La comida era escasa y de mala calidad, la celda helada, y por las noches, el frío se volvía aún más insoportable. Menma calculaba que, a este ritmo, no le quedaban más de dos años de vida...
***
Naruto seguía encerrado en su habitación. No había salido en los últimos cuatro meses desde que su Aniki fue secuestrado. Según las normas de Konoha, Menma había sido dado por muerto hacía un mes. Pero él, en lo más profundo de su corazón, sentía que su hermano seguía vivo.
Un golpeteo en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—Naru-chan, baja a cenar, por favor, ttebane.
—No tengo hambre, mamá.
Kushina estaba preocupada; su hijo llevaba demasiado tiempo sin comer. Cualquier persona común ya habría muerto de inanición, pero él era un jinchuriki.
—Debes comer. Además, la familia Uchiha vendrá a cenar con nosotros. No acepto un "no" por respuesta.
El silencio se instaló unos segundos hasta que escuchó los sollozos de su hijo. Entró en la habitación, se sentó junto a él y lo abrazó con ternura.
El estado de su hijo menor reflejaba el profundo vínculo que compartía con Menma; eran hermanos inseparables. Perderlo era como arrancarle una parte de sí mismo. Sabía que Naruto se sentía culpable. Desde el día en que despertó después de aquella pelea, no dejaba de recriminarse por no haber aceptado la condición del Tsuchikage. Además, se culpaba por la muerte de su padre y sufría el desprecio de la aldea, a pesar de la ley protectora del Tercer Hokage. Las cicatrices de su alma eran profundas y difíciles de borrar.
—Itachi está muy preocupado por ti, y Sasu-chan, ni se diga. Tienes que levantarte, salir de esta habitación y convivir. Fugaku y Mikoto también quieren verte.
Naruto escuchaba a su madre, aunque seguía con la mirada fija en el techo. Secó sus lágrimas, se sentó, tomó las manos de su madre y las besó con cariño.
—Sabes que no tengo mucho ánimo, mamá, pero tienes razón. He estado aquí demasiado tiempo. Seguiré adelante para encontrar a mi Aniki con vida.
Kushina sonrió, orgullosa de la determinación de su hijo. Siempre lo había apoyado en todo, y esta vez no sería la excepción.
—¡Perfecto! Te espero abajo, Naru-chan, ttebane.
Naruto le devolvió una leve sonrisa, observando cómo su madre salía de la habitación. Se levantó de la cama, fue directo al baño y se dio una ducha.
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Cicatrices (Itanaru)
Fiksi PenggemarNaruto Namikaze siempre había amado a su hermano mayor con todo su ser. Su hogar estaba lleno de risas, cariño y una armonía que parecía inquebrantable, especialmente con el amor incondicional de su madre. Eran una familia perfecta, hasta que los co...