"Every time a Targaryen is born, the gods toss the coin and the world holds its breath, waiting to see which way it will fall, greatness or madness."
El cabello rubio blanco oculto bajo un falso castaño oscuro. Ojos y rasgos Valyrios plasmados en su...
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La Doncella Tímida, era la galera que el Magíster Ilirio Mopatis le obsequió para dirigirse al Desierto Rojo en busca de la hermana de su querido príncipe, la madre de Dragones, la última Targaryen con vida.
La noche anterior había vuelto a soñar con Septo de Piedra. Iba de casa en casa solo, con la espada en la mano; derribaba puertas; subía por escaleras; saltaba de tejado en tejado mientras en sus oídos no dejaban de resonar las campanas distantes. El tañido grave del bronce y los tonos musicales de la plata le reverberaban en el cráneo, en una cacofonía enloquecedora que se fue haciendo cada vez más insistente hasta que le pareció que le iba a estallar la cabeza.
Habían transcurrido dieciocho años desde la batalla de las Campanas, pero el sonido siempre le formaba un nudo en la garganta. Había quien decía que el reino cayó cuando Robert mató al príncipe Rhaegar en el Tridente, pero lo cierto era que la batalla del Tridente ni siquiera habría tenido lugar si el grifo hubiera matado al venado en Septo de Piedra
De haberlo hecho, el Rey Aerys, su Reina, Rhaegar, Elia, sus hijos y los príncipes Viserys y Daenerys, incluyendo aquel niño del cual pocos conocían su existencia, llamado Daeron. De no haber perdido el tiempo en buscar a ese maldito rebelde borracho todo ellos estarían con vida, si hubiera matado a Robert entonces, él no estaría en este barco yendo mucho más lejos de su continente de origen.
Dieciocho años exiliado, casi la mitad de esos años se unió a la compañía dorada y después de eso, pasó buscando a un niño al cual no halló pero Rhaegar le pidió encontrarlo antes de ser exiliado. Y lo hizo, buscó por todas las ciudades libres, en Volantis a donde se supone que enviaron al niño, recorrió la mitad del continente de Essos y no encontró a Daeron Targaryen. No quería fallarle de nuevo a su amigo, le falló una vez y fue la más crucial, porque a causa de su derrota en aquella ciudad en las Tierras de los Riós condenó a toda una familia que había reinado por trescientos años.
Todo era su culpa, y si existía la manera de resarcir su gran fallo, lo haría encontrando a la última hermana de Rhaegar Targaryen que junto a sus dragones la ayudara a recuperar el trono de su padre y gobernar como su príncipe platinado tenía pensado hacerlo. Él quería volver a Westeros, a su hogar Nido del Grifo, a Kings Landing.
Pero al único lugar al que Jon Connington no volvería a pisar ese era Septo de Piedra, lugar donde todos en Westeros hablaron de su derrota.
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La noche anterior después de varias noches desde que escapó de la Fortaleza Roja y dejó Kings Landing, pudo descansar con tranquilidad, sin temores ni pesadillas que lo abrumaron. Se despertó con todo su ser recuperado y con bastante energía. Ni él mismo podría explicarse, pero se sentía diferente y con más ánimos. Pareciera que olvidarse por un par de horas de todo lo que lo inquietaba y recordaba todo lo vivido desde que se fue del norte, de alguna manera le ayudó a desprenderse de un peso que llevaba bastante tiempo cargando. Aun así, él sabía que no debía olvidarse de todo ello y continuar con su camino.
