"Every time a Targaryen is born, the gods toss the coin and the world holds its breath, waiting to see which way it will fall, greatness or madness."
El cabello rubio blanco oculto bajo un falso castaño oscuro. Ojos y rasgos Valyrios plasmados en su...
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Llegaron a la Capital en menos de tres días. Las miradas de los habitantes estuvieron sobre sus nuevos vecinos norteños, algunas curiosas y otras desdeñosas. Una pequeña decepción se llevó Daeron cuando vio la ciudad por primera vez, si bien era un nuevo lugar que explorar y conocer parece que la emoción que tenía se desvaneció al poco tiempo de haber entrado, mientras se dirigían a la Fortaleza Roja pudo ver de reojo las casas, posadas, tabernas y callejones que le recordaron a Mole's Town. Y se podía percibir como si alguien aparte de los habitantes de la poblada ciudad los estuvieran observando, lo que hizo que permaneciera alerta de cualquiera cosa extraña y otra cosa que no le agrado, era el olor fétido que provenía de diferentes partes de Kings Landing,
Su atención fue captada por la Fortaleza Roja, que por fuera ya no parecía tener aquel color rojo que la caracterizaba, las murallas se alzaban directamente desde los acantilados que daban hacia la desembocadura al río de Blackwater, con un perímetro interior de siete torres enormes, achatadas y coronadas por baluartes de hierro. Daeron le pareció más llamativo el Gran Septo de Baelor.
El joven Targaryen no pudo evitar pensar cómo habrían sido las cosas si los Targaryen no hubieran sido derrocados y por poco ser extintos. ¿Cómo habría sido su vida de haber nacido y crecido en la Fortaleza Roja? ¿Los Siete Reinos sabrían de su existencia? ¿Su padre seguiría en el trono de Hierro? ¿Hubiera conocido a su verdadera madre? ¿Tendría más hermanos aparte de Rhaegar? ¿Habría sido una persona diferente? ¿Sería un príncipe como lo era Joffrey? La sola idea de imaginarse ser alguien como lo era el hijo de Robert Baratheon, le hizo querer abofetearse a sí mismo.
Cuando cruzaron las puertas de la Fortaleza Roja, de alguna manera Daeron sintió como si estuviera entrando a la boca del lobo, o en este caso del león y que en cualquier momento podría ser atravesado por la espalda por las astas del venado. Había algo en esa fortaleza que no le agradaba y lo mantuviera alerta de todo y de todos. Llevaba las riendas del caballo que tiraba de la carreta donde iban Sansa, Arya y la Septa Mordane. Delante de ellos iban Lord Eddard Stark y su capitán Jory Cassel, el séquito norteño se detuvo en el patio y un mensajero interceptó al Guardián del Norte.
—Bienvenido, Lord Stark. El Gran Maestre Pycelle ha convocado una reunión del Gran Consejo. Se requiere el honor de su presencia. —le informo el mensajero.
—Acomódenlas en sus habitaciones. —le ordenó a Daeron y a la Septa Mordane a lo que ambos asintieron. —Los veré a la hora de la cena. —se dirigió a Jory.—Ve con ellas, Jory.
—Si, mi Lord. —Jory asintió.
Eddard daría una última mirada a sus hijas, ambas se veían de mal humor, Sansa apenas le dirigió la palabra a su padre e ignoraba lo más que podía a su hermana menor, solamente conversaba con Jeyne, la Septa Mordane y Daeron, los tres trataron de mediar las cosas entre ambas hermanas Stark pero no tenían éxito alguno. Arya estaba molesta con su hermana mayor por haber mentido sobre lo sucedido en el Tridente y un resentimiento se había formado en su interior hacía el príncipe Joffrey , la Reina, el Rey y al hombre que persiguió y asesinó a su amigo Mycah, el Sabueso y Ned se marchó a la reunión del gran Consejo.
