OUR LOVE ──maegor targaryen

PROCLAMACIÓN DEL REY

VISERRA

La atmósfera vibraba con emoción y ruido; el sonido de las espadas chocando resonaba en el aire, mezclándose con los gritos de aliento de los nobles que se habían reunido en la arena. Estaba sentada al lado de mi madre, con la vista fija en el espectáculo que se desenvolvía ante nosotros, un torneo que había sido orquestado por padre mucho antes de que se mencionara nuestra llegada a Desembarco del Rey. Ahora todo cobraba sentido.

Maegor se movía como una tormenta, su presencia imponente y su destreza en el combate deslumbrante. Había derribado al segundo guardia con una facilidad que dejaba a la multitud al borde de sus asientos. La adrenalina del momento lo alimentaba, y podía ver en sus ojos la ferocidad que lo impulsaba. La multitud vitoreaba, y yo me encontraba allí, atrapada en la vorágine del entusiasmo, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación por él.

La arena estaba llena de caballeros, todos compitiendo por la gloria y la atención de la corte. Sin embargo, era difícil no fijarse en Maegor; su estilo de lucha era violento, cada movimiento pensado con precisión. Sentí que el aire se cargaba de una energía palpable mientras lo veía avanzar, derribando a sus oponentes uno tras otro, como si cada caída fuera un paso más hacia su destino.

A mi lado, mi madre observaba con una mezcla de admiración y temor, consciente de los riesgos que conllevaba el tipo de vida que llevaban.

—Es impresionante, ¿verdad? —dijo ella, aunque su tono era cauteloso.

—Sí, lo es —respondí, sin apartar la vista de la arena—. Pero también es peligroso.

En ese momento, Maegor lanzó un grito de guerra, y un estruendo de aplausos estalló a su alrededor mientras se preparaba para su próximo oponente.

La multitud estalló en vítores y aplausos, pero en ese momento, todo se desvaneció a mi alrededor mientras mi mirada se centraba en Maegor. La facilidad con la que había derribado a su tercer oponente me llenó de una emoción que no pude contener. Sin pensarlo dos veces, me levanté de la silla y corrí hacia el borde del balcón.

Con el corazón latiendo con fuerza, tomé dos coronas de flores que adornaban el pasillo y las lancé con toda mi fuerza hacia la arena, viéndolas flotar en el aire antes de caer sobre él.

"¡Felicidades, mi amor!" grité, mi voz resonando por encima del bullicio del público.

Maegor levantó la vista, sorprendido por mi gesto. Durante un instante, su mirada se iluminó con una mezcla de sorpresa y alegría, y el combate a su alrededor pareció detenerse por un momento. Las coronas aterrizaron a sus pies, una señal de mi apoyo y admiración.

Un rugido de aprobación recorrió la multitud, y él sonrió con una satisfacción que iluminó su rostro endurecido por la batalla. Era un momento fugaz, pero en ese breve lapso, todo lo que había en el mundo exterior desapareció, y solo existíamos nosotros dos: el guerrero triunfante y la princesa que creía en él.

Maegor se agachó y recogió las coronas, levantándolas en un gesto de reconocimiento hacia mí.

—Gracias, Viserra —dijo, su voz resonando con un tono que combinaba orgullo y ternura.

Todo pasó muy rápido; la emoción del torneo y el momento compartido se desvanecieron cuando ambos nos encontramos de pie, uno al lado del otro, rodeados de los nobles que habían sido invitados a presenciar el evento. La atmósfera en la sala del trono era tensa, y un murmullo de anticipación recorría a los presentes. Mi padre tenía un anuncio importante que hacer, y todos los ojos estaban fijos en él.

Con necesidad, busqué las manos cálidas de Maegor, entrelazando mis dedos con los suyos, sintiendo cómo su fuerza me envolvía. Él acarició mis manos detrás de su espalda, un gesto que me reconfortó en medio de la multitud expectante. La calidez de su toque me hizo sentir protegida, como si nada en el mundo pudiera separarnos.