OUR LOVE ──maegor targaryen

NOTICIAS Y ESPECULACIONES

OMNISCIENTE

El jardín de Rocadragón estaba en su apogeo, bañado por los cálidos rayos del sol que se filtraban entre las ramas de los árboles frutales. Las buganvillas trepaban por los muros de piedra, extendiendo su vibrante color púrpura como un manto que abrazaba la fortaleza. Viserra estaba sentada en un banco de mármol, con una mano descansando en su regazo mientras sus ojos seguían distraídamente el vuelo de un par de golondrinas. Parecía tranquila, pero quienes la conocían bien sabrían que su mente siempre estaba trabajando, hilando pensamientos y planes en silencio.

—¡Tía Viserra! —gritó Rhaena, deteniéndose de repente frente a ella—. Aegon dice que puede volar como los dragones, pero yo le dije que eso es imposible. ¿No es cierto?

Viserra esbozó una leve sonrisa, inclinándose hacia su sobrina.

—Tal vez no pueda volar como un dragón, pero con la imaginación adecuada, cualquiera puede alcanzar el cielo, pequeña dragona. —Sus palabras estaban teñidas de dulzura, aunque su voz sonaba algo distante.

Rhaena frunció el ceño, no del todo satisfecha con la respuesta, pero Aegon ya había tomado su mano para volver a correr por el jardín, dejando a Viserra nuevamente en su soledad aparente. Sin embargo, esta vez, ella cerró los ojos, luchando contra la sensación de náuseas que había estado acosándola desde aquella mañana. El aire fresco del jardín no lograba calmar su estómago revuelto ni acallar las sospechas que comenzaban a formarse en su mente.

A su alrededor, los risueños gritos de Rhaena y Aegon llenaban el aire. Ambos niños siempre jugaban entre las flores. La niña tejía coronas con los pétalos de colores, y el niño, incapaz de permanecer mucho tiempo quieto, corría en círculos, fingiendo ser un dragón que custodiaba su reino.

—¡Tía Viserra, ven! —pidió Rhaena, levantando su pequeña creación hacia ella—. ¡Debes usar la corona si vas a ser nuestra reina dragón!

—Sí, ven a jugar, ¡te protegeremos de los monstruos! —gritó Aegon con entusiasmo, blandiendo una rama como si fuese una espada.

Viserra sonrió suavemente, permitiéndose por un momento olvidar las tensiones y susurros que habitaban los pasillos del castillo. Se levantó con elegancia, alisando la falda de su vestido, pero apenas dio un paso hacia ellos, su visión se tornó borrosa, y una sensación de vértigo la envolvió. Se llevó una mano a la sien, cerrando los ojos para estabilizarse.

—¿Estás bien, tía? —preguntó Rhaena, notando la vacilación en el rostro de su tía.

—Estoy bien, solo un poco mareada —respondió Viserra con suavidad, esforzándose por mantener su voz tranquila.

Aegon, sin embargo, no parecía convencido y dio unos pasos hacia ella, pero antes de que pudiera decir algo, Viserra intentó dar otro paso. Un golpe sordo resonó cuando su cuerpo colapsó contra la hierba, su cabello plateado esparciéndose como un halo desordenado alrededor de su rostro pálido.

Rhaena gritó, sus pequeños pies corriendo hacia su tía. Su rostro, normalmente vivaz, estaba lleno de preocupación.

—¡Tía Viserra! ¡Despierta! —exclamó mientras intentaba sacudirla.

Aegon, sin esperar más, salió corriendo hacia el hombre que acababa de entrar al jardín. Aenys, con su postura erguida y su expresión despreocupada, cambió de inmediato al ver la alarma en el rostro de su hijo.

—¡Padre! ¡Es tía Viserra! —gritó Aegon, tirando de la capa de su padre con la fuerza de un niño pequeño pero con la urgencia de un hombre.

Aenys no dudó. Corrió hacia el lugar donde Rhaena estaba arrodillada junto al cuerpo inmóvil de Viserra. Su rostro se tensó al verla tan pálida, su respiración apenas perceptible. Sin decir una palabra, la tomó en sus brazos, levantándola con cuidado. Su semblante, normalmente cálido y sereno, ahora mostraba una preocupación que era difícil de ignorar.