OUR LOVE ──maegor targaryen

TIEMPO DE CALIDAD

OMNISCIENTE

Cada tarde, la princesa se veía obligada a encerrarse en una habitación rodeada de maestres y doncellas para continuar con sus interminables lecciones. Estaba cansada de todos esos protocolos que, a su parecer, no servían más que para contentar a otros con sus impecables modales. Patrañas, ella solo quería jugar y pasar tiempo con su madre y hermano.

Aegon se había mostrado inflexible respecto a aflojar los estrictos horarios educativos de Viserra. "Todo es por tu bien", había dicho su padre mientras ignoraba las súplicas de su hija. No hace falta decir que ella no se conformó con ese "no" por respuesta y escapó de sus cuidadoras para evitar ser arrastrada ante aquellos ancianos y mujeres que no encontraban gracia a sus ojos.

—Los voy a acusar con mi madre, no pueden obligarme a estudiar —dijo entre dientes, con las manos cerradas en puño—. Mejor aún, los acusaré con Maegor para que se los dé a comer a los dragones.

Viserra, con las mejillas infladas y el ceño fruncido, caminó hasta el centro de entrenamiento donde sabía que su hermano estaría. Estaba tan absorta en su molestia que no se dio cuenta de que su padre la observaba desde el balcón. Maegor, al verla, solo le dedicó una sonrisa y continuó con su entrenamiento, y eso a ella no le gustó para nada.

—¡Hermano, ven aquí! —gritó, golpeando su pie contra el suelo mientras tenía las manos en las caderas.

—Deja que termine aquí y voy de inmediato.

—¡No! Ven ahora, me quieren encerrar. No puedes permitir que me encierren —exclamó desesperada, mientras apartaba los mechones rebeldes de su rostro—. ¡Estaré encerrada en una habitación y no podré verte jamás! ¿Sabes lo que significa "jamás"?

Maegor la miró con una mezcla de diversión y sorpresa. Se rascó la cabeza y, sin dejar de sonreír, dijo:

—¿Jamás, dices? Bueno, suena bastante serio. Pero ¿sabías que "jamás" es exactamente el tiempo que me toma terminar esta ronda de entrenamiento? Solo cinco minutos, más o menos.

Viserra frunció el ceño, claramente no impresionada.

—¡Cinco minutos! —protestó—. ¡Eso es una eternidad para una niña como yo! ¿Qué pasa si se acaba el mundo mientras estás ocupado?

—Si el mundo se fuera a acabar, será porque me hiciste terminar con él.

—Le diré a madre que quieres acabar con el mundo, y así también te encerrará para siempre por no ayudarme —Viserra se cruzó de brazos, mirándolo con molestia—. Solo necesito que le des de comer a los dragones, un poco de ancianos a cambio de tres pasteles con hidromiel.

Maegor levantó una ceja, tratando de no reírse.

—¿Un poco de ancianos? ¿Acaso estás planeando una fiesta para los dragones?

Viserra se inclinó hacia él con una expresión de "tú sabes lo que quiero".

—No es una fiesta, es un trato justo. Tres pasteles con hidromiel a cambio de un poco de... comida para dragones. Solo piensa en los pasteles.

Maegor se rascó la barbilla, fingiendo pensar en el asunto.

—¿Y si en lugar de ancianos, te ofrezco un par de caballos y un barril de sidra? Los dragones pueden ser un poco quisquillosos, pero estoy seguro de que con algo de sidra se conforman.

Viserra lo miró con desdén.

—¡No! ¡Necesito que se coman a los maestres! La sidra no se come, ¡se bebe!

Maegor soltó una risa y se acercó a ella, dándole un leve empujón en el hombro.

—Sabes que debes estudiar, Viserra —dijo Maegor, con un tono que mezclaba exasperación y cariño.