AMENAZAS Y MÁS AMENAZAS

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MAEGOR

Mis manos recorrían con delicadeza la suave piel de Viserra, su cuerpo descansando sobre el mío, con el ligero vaivén de su pecho al respirar, lento y constante. Estaba dormida sobre mí como de costumbre, sus piernas entrelazadas con las mías, y nuestros cuerpos desnudos, relajados ante la calidez de nuestra piel. Fueron noches difíciles las que pasé lejos de ella, ni siquiera pude conciliar el sueño.

Nunca imaginé mi futuro sin ella, y tampoco pienso hacerlo. Ceryse es solo una piedra en mi camino que más tarde, en el momento correcto, alejaré de mí. Por ahora, tendré que conformarme con tenerla como mi esposa, pero la cercanía nunca abundará entre nosotros.

El peso de los recuerdos me invade cada noche, trayéndome alegría y momentos de felicidad que son incambiables. Lo daría todo por revivirlos una vez más. En esta vida, solo hay dos mujeres a las que soy capaz de amar: Viserra y mi madre. Mi progenitora, quien me ha educado con suaves caricias al corazón, me dio la promesa de tener a alguien para mí, y ahora esa promesa pesa sobre mi cuerpo. Esa promesa fue cumplida, y la tengo justo donde debe estar, a mi lado y siempre conmigo.

Viserra se mueve sobre mi cuerpo, buscando una posición más cómoda sobre mí. Ella está a punto de despertar, y no hay nadie más hermosa que ella. Sus mejillas sonrojadas, sus deliciosos labios y su lindo cuerpo, todo en ella es perfecto. Perfecta para mí. Ella fue creada para mí y para nadie más.

—Quiero volar toda la noche —balbucea adormilada, sus ojos abriéndose con lentitud—. Volar es bueno para mí.

—Despierta, querida —susurro en su oído, mientras mis manos apartan los mechones rebeldes de cabello sobre su rostro—. Hoy es la boda de Aenys.

—¿Cuándo es nuestra boda? —sus ojos violáceos me miran con curiosidad, reflejando una inocencia que solo ella posee.

Una pregunta tan simple y, sin embargo, tan cargada de deseos y promesas que no puedo cumplir en este momento. Mis manos acarician suavemente su mejilla, intentando ofrecerle una respuesta que apacigüe su inquietud.

—Pronto, Viserra —respondo, manteniendo mi voz suave y firme—. El día llegará cuando todo esté en su lugar, cuando nada ni nadie pueda interponerse entre nosotros.

Ella asiente con un leve suspiro, confiando plenamente en mis palabras.

—¿Y tendremos muchos bebés? ¿Bebés bonitos como yo? —volvió a preguntar, sus manos jugando con mi cabello con una ternura que me hace sonreír.

—Sí, cuantos bebés quieras —respondo, inclinándome para darle besos suaves en el cuello.

Ella se retuerce bajo mi toque, riéndose mientras mis dedos bailan por sus costados, haciéndole cosquillas. El sonido de su risa es un bálsamo para mis pensamientos, un recordatorio de lo que realmente importa.

De repente, la puerta se abre con un golpe brusco, y Aenys entra en la habitación. Su rostro muestra una mezcla de incredulidad y furia al vernos en esta íntima situación.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —exclama, su voz llena de indignación—. ¿Qué estás haciendo aquí, Maegor? Y tú, Viserra, ¿cómo te atreves?

Mi mirada se endurece al instante. Me pongo de pie, mi voz baja pero cargada de amenaza.

—Si no quieres que te deje la cara hecha mierda, sal de la maldita habitación —le advierto, mi tono dejándole claro que no toleraré ninguna interferencia.

Aenys abre la boca para replicar, pero se detiene al ver la intensidad en mi expresión. Se gira sobre sus talones, preparándose para salir, pero no antes de lanzar una última advertencia.

OUR LOVE ──maegor targaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora