Carl Grimes

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|CUANDO EL AMANECER SE APAGA|

ADVERTENCIA: Triste ;)

Alexandria, una vez un refugio de esperanza, estaba en ruinas

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Alexandria, una vez un refugio de esperanza, estaba en ruinas. Todo comenzó con la llegada de los Susurradores, un grupo despiadado que trajo el caos y el miedo. Las cercas habían sido derribadas, las casas quemadas, y las calles que antes rebosaban de vida ahora estaban cubiertas de cenizas y desolación. La comunidad se había debilitado con las constantes peleas y traiciones; habían perdido a muchas personas queridas, y la esperanza de un nuevo comienzo parecía desvanecerse en el humo de la destrucción.

En medio de este panorama desolador estaba Carl. Él había sido testigo de cómo cada pedazo de paz que habían construido fue aplastado poco a poco. Había perdido a personas importantes, a quienes amaba profundamente. Ver a Alexandria, su hogar, reducido a escombros, había agotado su fuerza. Cada día era una lucha por encontrar una razón para seguir adelante, y poco a poco, esa razón se le escapaba entre los dedos.

Evelyn había llegado poco antes de que todo comenzara a desmoronarse. La encontraron herida, con apenas fuerzas para sostenerse en pie, pero en sus ojos brillaba una determinación que Carl no había visto en nadie más. Al principio, apenas cruzaban palabra, pero su presencia silenciosa se convirtió en un consuelo para ambos. Compartían miradas cargadas de entendimiento y pequeños momentos de tranquilidad en medio del caos.

Con el paso de los días, Evelyn y Carl comenzaron a pasar más tiempo juntos. Compartían sus recuerdos, anhelos y el dolor de sus pérdidas. Ella era su ancla en medio de la tormenta, y aunque él trataba de mostrarse fuerte, Evelyn sabía que estaba sufriendo. En una de esas noches, cuando las llamas de las casas quemadas iluminaban el cielo enrojecido, se sentaron juntos bajo un árbol, lejos de todo.

—Carl, ¿alguna vez te preguntas si esto tiene sentido? —preguntó Evelyn, mirando las estrellas como si buscara respuestas en ellas.

Carl guardó silencio unos instantes, reflexionando.

—Sí, lo hago... a menudo. Pero pienso en todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí, en mi familia, en los amigos que se han ido. Creo que les debo seguir adelante... aunque a veces no sé si tengo fuerzas.

—¿Y si no las tienes? —preguntó Evelyn en voz baja, casi como un susurro. Sus ojos estaban llenos de una tristeza que él comprendía demasiado bien—. ¿Qué harías si ya no puedes más?

Él la miró con una expresión sombría.

—No sé, Evelyn. Cada día es como si caminara en una cuerda floja. Si tú no estuvieras aquí... creo que ya habría caído.

Ambos se quedaron en silencio, compartiendo el peso de las palabras no dichas. Se abrazaron, buscando consuelo el uno en el otro, aferrándose a la última chispa de esperanza que les quedaba.

Pero esa chispa se desvaneció más rápido de lo que Carl hubiera imaginado. Durante una expedición, Alexandria fue atacada una vez más, y Evelyn resultó herida de gravedad. Carl hizo todo lo posible por salvarla, luchando contra el miedo y la desesperación que lo consumían, pero su cuerpo no resistió. En sus últimos momentos, ella le pidió que no se rindiera, que encontrara una razón para vivir.

-No me olvides, Carl. Vive... por los dos.

Pero cuando Carl sintió su cuerpo perder el calor y su respiración detenerse, algo dentro de él se rompió de forma irreparable.

La muerte de Evelyn fue el golpe final para él. Alexandria estaba destruida, su gente estaba agotada y dispersa, y la persona que lo había mantenido a flote en los peores momentos ya no estaba. Se convirtió en una sombra de sí mismo, vagando por las calles como un espectro en busca de algo que ya no existía. Ni siquiera las palabras de consuelo de su padre lograban alcanzarlo; cada intento de Rick por hablarle rebotaba en un muro de silencio y dolor.

Una noche, cuando el silencio envolvía Alexandria, Carl tomó el revólver que había llevado consigo desde los primeros días de la epidemia. Ese arma, que había utilizado para proteger a los suyos, ahora era la única salida que veía para escapar del dolor que lo devoraba. Con pasos lentos, se alejó hasta llegar a un lugar apartado, un rincón entre las ruinas donde las luces de Alexandria apenas alcanzaban a brillar. Allí, con las manos temblorosas, levantó el arma y, con una última mirada al cielo estrellado, se despidió de todos aquellos que había amado y perdido.

Al día siguiente, Rick y los otros supervivientes se dieron cuenta de que Carl no estaba en su habitación. Comenzaron a buscarlo, llamando su nombre por todas partes, recorriendo las calles vacías de Alexandria, esperando encontrarlo. Finalmente, encontraron su cuerpo en ese rincón apartado fuera de Alexandria, allí solía estar con Evelyn, donde las sombras cubrían su rostro en un último y silencioso descanso. El revólver descansaba a su lado, y su expresión era de paz, una paz que sólo había encontrado en ese último acto de desesperación.

Rick cayó de rodillas junto a su hijo, con su corazón roto en mil pedazos. Sujetó la mano de Carl con fuerza, como si con ello pudiera devolverle la vida, pero sabía que ya era demasiado tarde. Con lágrimas cayendo por su rostro, acarició el pelo de Carl, recordando al niño que había sido, al joven valiente que había luchado tanto y que, al final, no había podido soportar el peso de todo lo que había perdido.

Las pocas personas que quedaban en Alexandria se acercaron, y uno por uno, todos se despidieron de Carl en silencio. Alexandria había perdido a su última esperanza, y con ella, se apagó un poco más la luz en ese oscuro mundo.

nota de la autora.

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𝐀𝐋𝐋|ᵗʷᵈ ᵒⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora