𝐀𝐋𝐋|ᵗʷᵈ ᵒⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ

Daryl Dixon

|AMOR ROTO|

Advertencias: triste:(

Daryl permanecía allí, de rodillas, en el mismo lugar donde había pasado horas, inmóvil, atrapado en un mar de pensamientos que no lograban escapar.
El frío de las piedras que se le clavaban en la piel ya no era algo que pudiera sentir. Estaba más allá de eso, más allá de cualquier dolor físico. Sus ojos, fijos en lo que quedaba de su mundo, veían a través de todo, pero nada conseguía atravesar la niebla de su mente.

Frente a él, el cuerpo de su esposa yacía en el suelo, fría, inerte. Su rostro, una vez lleno de vida, ahora estaba marcado por la violencia, por la crueldad de lo irremediable. Aunque algo de vida seguía residiendo en sus ojos, Daryl sabía que ya no podía alcanzarla. Ella ya no estaba allí. Algo la había arrancado de su vida, y la brutalidad con la que fue arrancada no dejaba espacio para ninguna clase de consuelo.

Habia estado tan cerca, tan cerca de salvarla. En ese preciso instante, con solo un paso más, pudo haberla alcanzado. Pudo haber corrido hacia ella, sujetarla de la mano y alejarla de todo, de la muerte que ya la había reclamado. Pero no pudo. Sus piernas, atrapadas en la parálisis del miedo, no respondieron. En lugar de correr hacia ella, solo pudo observar, impotente, cómo todo lo que amaba se desmoronaba. La oscuridad se adueñó de su mente antes de que pudiera hacer algo, antes de que su cuerpo pudiera reaccionar.

La voz de Negan llegó como un eco cruel, mofándose de la situación, clara y precisa, como si todo fuera parte de un juego que Daryl no entendía. El tiempo se detuvo en un instante fugaz, un parpadeo donde todo se redujo al crujido de la barra de bate, al sonido seco del golpe en la cabeza de su esposa. En esa fracción de segundo, algo dentro de él se rompió irremediablemente. Su corazón, su alma, quedaron destrozados. La imagen del impacto, la manera en que ella cayó al suelo, el brillo en sus ojos que se apagaba lentamente, todo eso quedó grabado en su mente, como una pesadilla de la que no podía despertar.

No pudo gritar. No pudo moverse. No hubo palabras, ni gestos. Solo pudo ver, impotente, cómo ella caía, cómo el rojo de la sangre se extendia sobre el suelo, cómo la vida se desvanecía de su cuerpo. Y el tiempo, ese maldito tiempo, no hizo más que empeorar las cosas. ¿Cuántas veces tendría que revivir ese instante? ¿Cuántas veces tendría que sentir el dolor desgarrándose en su pecho, como si un cuchillo lo atravesara cada vez que cerraba los ojos?

El silencio que lo rodeaba era ensordecedor. Daryl no podía evitar recordar cada uno de los momentos previos. El aire tenso antes de que Negan llegara con su grupo, la mirada nerviosa de los demás, los intentos desesperados por mantener la calma.
Daryl había estado ahí, luchando por controlar su respiración, por ordenar sus pensamientos. No podía perder el control, no podía dejar que el miedo lo dominara. Ella lo necesitaba. Ella siempre lo había necesitado. Y él había fallado.

Ella era su roca, su fuerza, lo único que lo mantenía a flote en un mundo que se desmoronaba a su alrededor. Ahora, esa misma fuerza yacía ante él, inerte, incapaz de hablar, incapaz de alcanzarlo. La imagen de su rostro palideciendo, sus labios azulados, lo perseguía, devorándolo por dentro. La angustia de no haber podido hacer nada, de haber sido incapaz de evitar lo inevitable, lo consumía. Y la sensación de haber fallado le roía los huesos.

Recuerda los momentos previos, cómo ella le sonrió por ultima vez, ese gesto tan pequeño que siempre lo había tranquilizado. "Todo estará bien,
Daryl... Sus palabras, tan dulces, tan lenas de esperanza, ahora eran solo una mentira cruel, una mentira que Daryl había querido creer con todo su ser. Y ahora esa mentira se había transformado en la verdad más amarga que jamás podría haber conocido.

Y aquí estaba él, junto a su esposa, observando su cuerpo sin vida, incapaz de aceptar lo que estaba sucediendo. Todo lo que había construido con ella, todos sus sueños, sus planes, se habían desvanecido en un abrir y cerrar de ojos. Su rostro, pálido y sin vida, sus ojos abiertos, parecían estar esperando despertar de una pesadilla. Pero no lo haría. Nunca más lo haría.

Las manos de Daryl temblaban cuando las extendió hacia ella. ¿Por qué no podía detener las lágrimas? ¿Por qué su corazón seguía latiendo cuando ella ya no estaba? El aire estaba denso, espeso, como si todo a su alrededor lo estuviera asfixiando. La desolación lo envolvía, lo ahogaba. Cada sollozo que escapaba de su pecho parecía arrancarle un pedazo más de su ser, como si las lágrimas fueran el último vestigio de algo que ya no existía.

Se arrodilló lentamente junto a ella, tocando su rostro frío con dedos temblorosos. Sus manos recorrieron sus facciones, como si al hacerlo pudiera devolverle la vida, aunque sabía que eso nunca sucedería. Las lágrimas no dejaban de caer, empapando su rostro, pero no había consuelo, ni paz.
Solo vacío. Un vacío tan profundo que parecía tragárselo todo.

Daryl cerró los ojos por un momento, intentando hacer frente al dolor. Intentó recordar cada instante de su vida juntos, cada sonrisa, cada caricia, cada palabra de aliento. Pero todo parecía tan lejano, tan distante, como si todo eso fuera un sueño que ya no podría recordar. Esa noche, ese maldito golpe, se repetían una y otra vez en su mente.
Y cada vez que cerraba los ojos, veía el mismo golpe, sentía el mismo vacío.

El silencio lo rodeaba, solo interrumpido por su respiración agitada. El campamento de Rick se apagaba lentamente, la oscuridad se tragaba todo, y los demás miembros del grupo estaban atrapados en su propio dolor.
Nadie quería ver lo que había sucedido.
Nadie quería aceptar lo que Negan había hecho.

Daryl pasó horas junto a ella, sin poder apartar la vista. El sonido de su respiración era lo único que lo mantenía anclado a la realidad, pero incluso eso parecía desvanecerse. Estaba perdido, atrapado en un mar de pensamientos oscuros. La rabia, el dolor, la impotencia. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Por qué?

Cada vez que sus ojos se cerraban, veía lo mismo: la muerte de su esposa. Y esa imagen lo perseguía, lo atormentaba, no le dejaba respirar.
Cuando finalmente se levanto, al amanecer, ya no quedaba nada de él.

Daryl Dixon había sido destruido por la pérdida. Su cuerpo seguía funcionando, pero su alma ya no habitaba en él. La mujer que le había dado sentido a su vida ya no estaba. Y lo único que quedaba era el eco de su amor perdido, un eco que resonaba en la oscuridad de su alma, sin respuesta, sin consuelo, sin esperanza.

nota de la autora.

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