Carl Grimes

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|PILLADOS|

ADVERTENCIAS: Ninguna <3

La noche había caído en Alexandria, y el silencio solo era roto por los ruidos lejanos de algún caminante atrapado tras las vallas o el crujir de las ramas en el bosque cercano

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La noche había caído en Alexandria, y el silencio solo era roto por los ruidos lejanos de algún caminante atrapado tras las vallas o el crujir de las ramas en el bosque cercano. Carl y Maddie se habían escabullido hasta uno de los cobertizos al borde de la comunidad, buscando un rincón donde pudieran estar a solas, lejos de las miradas de los demás. Entre las constantes preocupaciones por la supervivencia, ambos jóvenes encontraban en estos momentos robados una especie de santuario.

Sentados en el suelo, en la oscuridad, compartían un par de mantas y unas pocas palabras, con sus risas apenas contenidas para no llamar la atención. Carl se inclinó hacia ella, acariciándole el rostro con suavidad, y Maddie le sonrió, tomando su mano. Los besos empezaron siendo tímidos, como siempre, pero no tardaron en volverse más intensos, cada uno intentando olvidar por un momento los peligros del exterior. Maddie sintió los brazos de Carl rodearla, atrayéndola hacia él, y ella cerró los ojos, entregándose a la sensación de estar protegida, de que por una vez el mundo no los alcanzaría.

La atmósfera en el cobertizo estaba cargada de emoción, y el tiempo parecía detenerse. Ambos sabían que sus sentimientos eran intensos, quizá demasiado para un mundo como el que les había tocado vivir, pero precisamente por eso aprovechaban cada instante.

Entonces, de repente, un crujido en la puerta del cobertizo los hizo separarse de golpe. Carl, con el corazón en la garganta, giró la cabeza solo para ver a Daryl Dixon entrando al lugar. Su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa e incomodidad, aunque la expresión seria y dura que lo caracterizaba no se desvanecía. Maddie se levantó de inmediato, arreglándose la ropa con las mejillas encendidas de vergüenza, y Carl la imitó, su semblante palideciendo al ver la mirada fría de Daryl.

Daryl observó a ambos en silencio durante un largo momento. Se cruzó de brazos y los miró de arriba a abajo, su rostro impasible, pero con una intensidad en los ojos que hacía que hasta el más mínimo movimiento de Carl se detuviera. El cobertizo se llenó de una tensión que podía cortarse con un cuchillo.

—¿Qué se supone que estáis haciendo? —preguntó Daryl, su tono bajo, pero firme, sin apartar la mirada de ninguno de los dos.

Carl tragó saliva, intentando encontrar alguna excusa que pudiera sonar creíble, pero cualquier cosa que dijera sonaría ridícula en ese momento. Maddie intentó dar un paso adelante, hablando con suavidad.

—Papá, escucha, solo estábamos...

Daryl levantó una mano, deteniéndola. Su mirada era cortante, pero había algo en ella que también reflejaba preocupación, una mezcla entre autoridad y protección que siempre había caracterizado a Daryl.

—Sé perfectamente lo que estabais haciendo. Y no pienso hacer la vista gorda como si nada —dijo, sus palabras firmes como una advertencia—. Este no es un juego, y vosotros dos deberíais saberlo.

Carl bajó la cabeza, sintiéndose culpable, pero al mismo tiempo incapaz de defenderse. Maddie, aún ruborizada, intentó explicarse.

—Papá, nosotros... no ha sido nada. Solo queríamos estar juntos.

Daryl la miró, sus ojos más suaves pero aún serios. —Estar juntos... —repitió en un murmullo, como si sopesara esas palabras—. Mira, Maddie, te conozco lo suficiente para saber lo importante que es esto para ti, y entiendo que... que sois jóvenes y todo eso. Pero quiero dejar algo claro —añadió, dirigiendo una mirada de advertencia a ambos—. No voy a permitir que os olvidéis de los riesgos. Las cosas han cambiado, el mundo en el que vivíamos antes ya no existe. Cada acción, cada decisión tiene consecuencias. ¿Me entendéis?-

Carl asintió, finalmente alzando la vista para enfrentar la mirada de Daryl. Aunque el miedo estaba allí, también había una determinación en él. Sabía cuánto significaba Maddie en su vida, y estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para demostrarle a Daryl que sus intenciones eran sinceras.

—Lo entiendo, Daryl. Sé que estamos en un lugar peligroso y... y que esto es serio. Pero no haría nada para ponerla en peligro, te lo prometo —dijo, su voz firme, aunque su nerviosismo era evidente.

Daryl observó a Carl con detenimiento, evaluando sus palabras. Tras unos momentos de silencio, respiró hondo, y su expresión se tornó un poco menos severa, aunque aún había una chispa de advertencia en su mirada.

—No quiero... sorpresas en el futuro, ¿entendido? —dijo, haciendo un gesto vago con la mano, insinuando algo que Carl y Maddie comprendieron de inmediato. Ambos se ruborizaron, comprendiendo la gravedad de sus palabras—. Si vais a andar haciendo... cosas, aseguraos de ser responsables. No quiero ni oír hablar de críos corriendo por ahí porque alguno de vosotros ha sido imprudente.

Maddie se puso roja, sintiendo la incomodidad hasta en la punta de los dedos, mientras Carl apenas podía contener la vergüenza. Sin embargo, Daryl no había terminado.

—Y otra cosa —continuó, mirando directamente a Carl—. No voy a ponerme a vigilaros cada vez que estéis juntos, pero si me entero de que le has hecho daño... o de que has roto su confianza... vamos a tener un problema, y créeme, no quieres enfrentarte a mí.

Carl asintió de inmediato, tragando saliva. —Lo sé, Daryl. Te lo prometo, nunca haría nada que la lastimara. La quiero cuidar. Maddie... ella significa mucho para mí.

Daryl observó esa sinceridad en los ojos de Carl, y aunque aún no parecía convencido del todo, se notaba un cambio sutil en su expresión. Finalmente, asintió y se volvió hacia Maddie, su mirada mucho más suave ahora.

—Tú eres mi hija, Maddie, y lo único que quiero es que estés a salvo. Sé que Carl te importa, y no me voy a interponer en eso, pero quiero que seas consciente de lo que estás haciendo. Lo último que quiero es que acabes en una situación que no puedas manejar —dijo, dejando que sus palabras fueran lo suficientemente claras para ambos.

Maddie, aún ruborizada, asintió, acercándose a su padre y abrazándolo. Daryl suspiró, y aunque no era alguien particularmente expresivo, la rodeó con un brazo, aceptando el abrazo de su hija. Carl se quedó en silencio, respetando el momento, sintiendo un respeto aún mayor por Daryl y comprendiendo cuánto significaba Maddie para él.

Finalmente, Daryl soltó a Maddie y se volvió hacia la puerta del cobertizo, dirigiéndose a ambos una última vez.

—Recordad lo que os he dicho. Y si queréis estar juntos, hacedlo con la cabeza en su sitio. Este mundo no perdona errores.

Con esa advertencia final, Daryl salió del cobertizo, dejándolos a solas. El silencio que dejó tras de sí era pesado, pero ambos comprendían que habían pasado una especie de prueba. Maddie miró a Carl y sonrió tímidamente, mientras él tomaba su mano con suavidad.

—Creo que... la próxima vez deberíamos ser más cuidadosos, ¿no? —murmuró Carl, con una pequeña sonrisa avergonzada.

Maddie asintió, pero en sus ojos brillaba la emoción de saber que, a pesar de las dificultades, estaban juntos. Ambos sabían que el camino no sería fácil, pero después de aquella conversación, entendieron que su relación debía basarse en algo más que solo momentos robados; debía construirse sobre la confianza, el respeto y el valor de enfrentarse a cualquier obstáculo... incluso a uno tan intimidante como Daryl Dixon.


notas de la autora.

Omai, si me pasa eso a mi, no vuelvo a mirar a mi padre a la cara.

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𝐀𝐋𝐋|ᵗʷᵈ ᵒⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora