𝐋𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃𝐈𝐃𝐀𝐒 𝐃𝐔𝐄𝐋𝐄𝐍

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ᴍᴀʀɪᴀɴᴀ


Hoy amanecí con una sensación extraña de felicidad. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando la habitación. A mi lado, Richard seguía dormido, su respiración suave y tranquila. Me sonreí al recordarlo, con su cabello desordenado y esa expresión de paz en su rostro. Sin poder resistirme, me acerqué y le di un suave beso en la mejilla.

—¡Despierta, Richi! —le murmuré, con una voz juguetona.

Él se movió, estirando los brazos como un gato, y luego sonrió al abrir los ojos.

—¿Ya es hora de levantarse, mi amor? —preguntó, con esa voz profunda que siempre me hacía sentir mariposas en el estómago.

—Sí, el desayuno no se hace solo —dije, mientras me levantaba de la cama. Nos quedamos así, en pijama, disfrutando de esos primeros minutos de la mañana.

Decidimos preparar algo sencillo, pero delicioso. En la cocina, la luz del sol iluminaba todo, creando un ambiente cálido. Richard me ayudó a batir los huevos mientras yo cortaba algunas frutas. Nos reíamos, intercambiando bromas y miradas cómplices. Era como si el mundo exterior no existiera.

—¿Sabes? —comenzó Richard mientras servía la mezcla en la sartén—, creo que deberíamos hacer esto más a menudo. Cocinar juntos es una de las mejores formas de empezar el día.

—Definitivamente, mi vida —respondí, sonriendo—. Aunque, la próxima vez, tú harás la limpieza.

Él soltó una risa, y ese sonido me llenó de alegría. Después de un desayuno delicioso, nos sentamos a la mesa, disfrutando de cada bocado y de la compañía del otro. Era uno de esos momentos perfectos que deseaba que duraran para siempre.

Pasaron las horas, y decidí que debía concentrarme en mis cosas. Tenía algunos pendientes por hacer, así que me senté en el sofá con mi laptop. Mientras revisaba algunos correos, sentí que mi corazón se aceleraba al ver un mensaje de un conocido productor. La emoción y la ansiedad se mezclaron en mi pecho.

—¡Mariana! —me llamaba Richard desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo?

—Nada, solo… —no supe si contarle o no—, revisando correos.

Finalmente, abrí el mensaje. Era una oferta para participar en una campaña que podría cambiar mi carrera. No podía creerlo. Mi corazón latía con fuerza mientras leía los detalles: el proyecto, el equipo, las fechas. Todo sonaba perfecto, pero había algo que me hacía dudar.

En ese momento, Richard se acercó, notando mi silencio.

—Es una oferta… —dije, tomando aire para explicarle—. Es algo importante, Richi. Sería una gran oportunidad, pero… tendría que irme del país.

Lo vi tragar en seco. Su expresión cambió de curiosidad a preocupación, y pude ver cómo su mente procesaba la noticia.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó, cruzando los brazos y observándome con atención.

—No lo sé… —Suspiré, sintiendo el peso de la decisión. La oferta era una oportunidad que no podía dejar pasar, pero al mismo tiempo, estaba aquí, con Richi, y me daba miedo que esto cambiara todo.

Aceptar la oferta significaba dar un paso hacia mi sueño, pero también podría alejarme de Richard. ¿Qué quería realmente?

—Mariana, tienes que pensar en lo que es mejor para ti —dijo Richard, intentando sonar comprensivo, aunque podía sentir la tensión en su voz—. No puedes dejar pasar esta oportunidad solo por mí.

SECRETO || Richard RíosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora