Todas las personas tenemos un hilo rojo, o eso cree Rhaemara Targaryen, un hilo rojo es eso que te conecta con una persona, una conexión inquebrantable. Pero su hilo rojo no era tan resistente, o eso creía ella.
Rhaemara le enseñó las flores a Daemon, él no podía parar de mirar a la más bonita: su princesa de plata.
—Es hermosa. —dijo él
—Me encanta pasar tiempo aquí.
—¿No sales del castillo?
—Jaehaerys continuó con aquella tradición de mantenerme encerrada. —dijo, pero no sé veía incomoda con ello
—¿Quieres que salgamos?
—No. Aquí estoy bien. —lo miró
Ambos se sentaron mientras las mariposas volaban a su alrededor; Daemon le contó como le había ido con Caraxes y ella escuchaba atentamente.
El rey Jaehaerys fue en busca de su nieta para darle un regalo; pero al llegar la encontró charlando con Daemon. Le parecía increíble como ahora se llevaban tan bien cuando de pequeños no se soportaban.
Salió del jardín y dejó el regalo en la cama de la princesa. Rhaemara le contó que se había vuelto la copera del rey, contándole ciertos secretos del consejo.
—¿No te aburres? —le preguntó
—Sí. Por eso me gusta que vengas. —admitió— Solo falta un año para que me desposen sí o sí.
Él se tragó el nudo que se le hizo en la garganta; Rhaemara no se veía nada feliz. ¿Cómo lo estaría? Estaba totalmente sola y no conocía más allá de aquella fortaleza.
—¿Tú con quién quieres casarte? —le preguntó ella mirándolo
—No tengo a nadie en mente.
—Disfruta que eres hombre y tú puedes elegir. —le dijo ella
—Princesa, no deseo interrumpir pero debemos prepararla para la fiesta de bienvenida del príncipe. —Clarisse entró cabizbaja
—Hasta pronto, primo. —ella se levantó yéndose
Al llegar vió una caja, la abrió dejando ver el largo vestido de los colores de su casa. Era realmente despampanante. A Rhaemara le encantó.
—Princesa, ella es Maya, su nueva dama de compañía. —la presentó Clarisse
Era más grande que ambas, quizá de la edad de Rhaenys. Rhaemara la saludó y sonrió.
—Es un honor servirle, princesa. —le dijo ella
—¿Le explicaste todo, Clarisse?
—Sí.
—Entonces empecemos.
Se pasaron horas y horas peinando a la princesa. Al final le agregaron un perfume de rosas que la misma princesa había hecho.
—Se ve como una auténtica Targaryen. —le dijo Clarisse
—Ponme esto. —le ofreció la corona que Daemon le había regalado
Terminaron de poner la corona y tocaron la puerta.
—Es hora. —dijo ella
—La princesa Rhaemara, hija del difunto príncipe Aemon.
Entró con la mirada de todos encima, se sentó al lado de su abuelo y anunciaron al príncipe Daemon.
—Te ves fantástica. —le dijo su abuelo
—El vestido es hermoso, majestad. —agradeció
Daemon llegó y se sentó al lado de Viserys. La fiesta empezó con todos danzando en armonía.
—El señor de las mareas Corlys Velaryon y su señora Rhaenys Targaryen. Y sus dos hijos, Laena y Laenor Velaryon.
Cuando la hermana de Rhaemara entró todos se levantaron. Se veía estupenda luciendo los colores de la casa Velaryon. Laena se acercó a su tía y la abrazó fuertemente.
—Mi pequeña. —la abrazó e hizo lo mismo con Laenor
—Mara, te ves estupenda. —le dijo Rhaenys
—Tú también, señora Velaryon. —sonrió
Todos se sentaron en la mesa mientras los niños no se alejaban de su tía.
Daemon la miraba, le contaba a Laena sobre los dragones y el jardín, mientras Laenor al ser tan pequeño no entendía tanto.
—Mi hermano Vaemond estaría muy honrado de que tenga su propuesta en cuenta. —habló Lord Corlys Velaryon
—La tendré en cuenta, milord. —le dijo ella sin mucho cuidado
Rhaenys la miró; su hermana no aspiraba casarse por amor. Pero Rhaenys sabía que si Aemon estuviera vivo no casaría a cualquiera con Rhaemara, y ella cumpliría el deseo de su difunto padre.
—Yo me encargaré del matrimonio de Rhaemara. —le dijo ella a Jaehaerys— Papá quería que se casara a los dieciséis, y así será.
—En un año Rhaemara debe encontrar esposo. —le dijo Jaehaerys en desacuerdo
—Si no respetaste mi sucesión al trono, respeta los deseos de mi difunto padre. —pidió Rhaenys, hablando en alto valyrio
Jaehaerys ignoró el comentario; una mujer jamás podría sentarse en el trono. Jamás.
Rhaemara le dedicó una sonrisa a su hermana, Daemon se aclaró la garganta y se levantó. Le extendió la mano a su prima y esta la tomó.
—Como hace algunos años. —le recordó él
Salieron a la mitad de la pista, él puso la mano en la cintura de ella y comenzaron a danzar suavemente.
—No me puedes besar aquí. —le recordó Rhaemara cuando vio como le miraba los labios
—No es mi culpa que tengas unos labios tan apetecibles.
Rhaemara se puso del color de su vestido haciendo reír a Daemon; las personas alrededor se extrañaron al oír la risa.
Bailaron mucho tiempo, y Daemon no dejaba de reír porque con sus comentarios Rhaemara se ponía nerviosa. Hasta que ella le dijo que se detuviera. Daemon asintió obedeciendo a su princesa de plata. Su hilo rojo.
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