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95 d. C.

—Princesa, despierte. —insistió Clarisse— El rey la necesita.

—¿Qué… pasa? —se estiró y sobó sus ojos

—El rey la llama. Es urgente.

—Está muy temprano. Ayer dormí tarde, necesito descansar.

—Princesa, el rey parecía molesto… —le dijo

Ella se levantó de mala gana y la arreglaron, Clarisse le puso un vestido sencillo y le hizo una larga trenza.

Rhaemara caminó hasta el salón del trono donde se encontraba solo su abuelo y su nueva dama de compañía.

—Buen día, abuelo.

—¿Qué hiciste anoche? —le preguntó su abuelo, se veía enfurecido y daba miedo

—Dormir. No comprendo tu pregunta.

—¿Cómo osas mentirme?

—No miento. Jamás mentiría a mi familia. —dijo ella con el pulso a mil, no entendía nada y eso la ponía nerviosa

—Habla. —le ordenó el rey a Maya

—Y-yo—sollozó

—¡Que hables! —tronó

—Anoche el príncipe entró en la habitación de la princesa. —tenía lágrimas en la cara

Rhaemara, sin ningún gesto, escuchó; su abuelo jamás la había visto tan seria y serena.

—¿Y qué? Daemon es mi primo, pasamos mucho tiempo juntos. —le dijo ella sin importancia

—¿Te acostaste con él? —le preguntó su abuelo

Rhaemara por supuesto entendió el concepto “acostarse” refiriéndose a dormir.

—No. Si quieres que te recite lo que sucedió lo haré. —se acercó a su abuelo— Daemon entró, me habló sobre unas tonterías y yo me reí. Lo dejé en mi cama y mi dama de compañía me preparó otra habitación. Eso es todo.

—¡No! ¡Yo los ví! —insistió Maya

—¿Viste qué? —Rhaemara la acribilló con la mirada

—No pude observar bien pero-

—Bebiste vino. Te hizo alucinar. —le dijo Rhaemara— Abuelo, yo no te mentiría. No podría.

Jaehaerys se sintió profundamente mal por dudar del honor de su nieta: su pequeña princesita de plata.

—Haré que te corten la lengua, muchacha insolente. —dijo Jaehaerys

—No creas los rumores, abuelo. Sabes que le soy leal a mi apellido y jamás haría algo para deshonrarlo.

—Ve al jardín, cielo. Lamento este malentendido.

Rhaemara salió lentamente, no sin antes ver como un guardia entraba y le cortaba la lengua a Maya. Se sintió mal, sí. Pero ella sabía las consecuencias de meterse en cosas que no le incumbían.

—No quiero más damas de compañía. —le dijo la princesa a Clarisse— Me conoces desde pequeña. Confío en ti y confías en mí. Solo te tengo a ti, Clarisse.

—Jamás ensuciaría su nombre, mi princesa. Le soy leal solo a usted, princesa.

—Gracias.

Caminaron hacia el jardín; Rhaemara se sentía un poco nerviosa por lo que había pasado, pero sabía disimular.

—Buen día. —la saludó Daemon, Clarisse les dio privacidad

—Buen día. —le dijo tensa

—Lamento si anoche hice alguna tontería. Me excedí con el vino.

—Tranquilo. No pasó nada. —le dijo ella

—Oí lo qué pasó con el rey. —se sentó

—Fue una tontería.

—¿Segura?

—Sí.

Hablaba, pero no lo miraba a los ojos. Él sabía qué estaba pensando. Pensaba en ellos. En si estaba bien lo que hacían. En si estaba bien cómo se veían. ¿Estaba bien lo qué sentían?

Daemon tenía la respuesta más que clara. Rhaemara no, ella era más pensativa.

—¿Quieres que vayamos a montar con Caraxes y Sunshine?

—Creo que mejor iré a ver si puedo ayudar en la cocina. —dijo ella levantándose— Hasta pronto, príncipe.

Se fue sin dejarlo hablar y su dama de compañía la siguió. Daemon bufó irritado, no le gustaba que Mara lo evitara.

—¿Por qué lo evita así, mi princesa? —le preguntó

—No sé. Daemon me provoca sensaciones extrañas. Temo que si nos ven juntos saquen conclusiones. —le dijo

—Deben aprender a controlarse. Saber dónde y cuando hacer… sus cosas. —le dijo ella— Sabe que tiene mi total silencio.

—Gracias, Clarisse.

Entraron a la cocina y se sentaron.

—¿Qué se le ofrece, princesa? —preguntó Adela, la cocinera— Hice trata de uvas.

—Yo quiero. —pidieron ambas

Adela les cortó un trozo y se los ofreció. Ambas comieron mientras Clarisse le contaba unos cuantos chismes a la princesa.

—¿Qué es eso? —le preguntó frunciendo el ceño

—¿Qué cosa, princesa? —le preguntó la dama de compañía

—“Tener relaciones” —le dijo, citando las palabras

—Oh.

Clarisse buscó la forma más adecuada de explicarle. Y lo hizo. Rhaemara se quedó un poco confusa. Pues nunca había oído de ese acto.

Pero agradeció que Clarisse le explicara amablemente y con palabras que ella entendiera.

A pesar de saber que era “el acto” no pensó más en aquello. El día se le pasó tratando de evitar a Daemon. Lo logró.

También logró desatar la furia de quién llaman “El príncipe canalla”, y eso era algo muy malo.

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Red Thread. (Daemon Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora