La última noche en Grimmauld Place

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La semana fue tranquila, nada de fuertes peleas o maldiciones sin nombres. Fue casi como si fueran una familia normal, casi. Sirius no pudo disfrutar de la paz, esperaba el caos, siempre lo hacía, incluso en Hogwarts esperaba que algo terrible ocurriera. Ya no podía más, estar a la espera lo estaba matando, no podía dormir, no podía comer, no podía estar parado en su habitación, no podía hacer nada por estar al pendiente del próximo golpe.

Necesitaba descanso, dormir o por lo menos cerrar los ojos por más de cinco segundos. Necesitaba poder sentarse sin tener la necesidad de vigilar sus costados o de levantarse para correr y esquivar los ataques; necesitaba poder darle la espalda a la puerta sin sentir un ataque al corazón; necesitaba calma.

Hubo tantas veces que intentó irse de casa. La primera vez fue a los ocho años. Su madre le había dicho que no podrían tocar el piano juntos esa tarde. Sirius se molestó tanto que tomó su oso de peluche y una chamarra, para luego irse, no llegó muy lejos, ni siquiera cruzó la acera. Su madre había ido tras de él. Lo había abrazado y le había dicho que nunca volvería a faltar a su tarde juntos para tocar el piano.

Hace años que no tocaban el piano juntos. Todos los días Sirius extrañaba esas tardes donde compartían juntos su amor por la música.

Las otras veces que intentó irse de casa fue por el abuso de sus padres, por peleas, por ser maldecido, porque ya no podía soportar el peso de imperfecto.
Eso sí, nunca salió de su casa en esos intentos, su madre siempre lo detuvo, ya fuera de una forma u otra. Le lanzó maldiciones, una sola vez fue una maldición imperdonable; en otras ocasiones solo le dijo "Regresa a tu habitación, cariño" "No te vayas, me rompes el corazón" "No puedo creer que me hagas esto".

Después de escucharla Sirius no había tenido el corazón para abrir la puerta e irse. La imagen de su madre llorando por su partida se anteponía a las imágenes del maltrato que recibía, incluso se llegaba a sentir culpable de siquiera pensar en irse. Terminaba regresando a su habitación y no decía nada en días. El asunto se olvidaba y después el ciclo se repetía.

Sirius solo estaba esperando que volverían al inicio, dónde alguno decía algo que no debía o él hiciera  algo que no fuera bueno a la mirada de sus padres.

Una semana, dos días y tres horas. Fue el tiempo en el que duró la paz. Era mediodía y había querido tocar el piano para ayudar a desaparecer la ansiedad.

No fue su mejor idea. Se fue a una de las tantas salas de estar que había en la casa, eligió la que tenía el piano vertical. Lo hizo porque no tenía que darle la espalda a la puerta para tocar, el piano se encontraba pegado a la pared que estaba a lado de la puerta. Si hubiera alguien en la sala le daría la espalda a esa persona y podría ver si alguien se acercaba a la habitación.

Estaba tocando el piano, se suponía que estaba solo en la habitación, cuándo vió una sombra pasar. Fue un pequeño susto el que lo hizo fallar la nota.

—Te equivocaste — fue lo que dijo su madre. Lo que había dicho mil veces antes. Ya había aprendido a no enojarse por ese tipo de correcciones, pero Sirius ya no podía más — Vuelve a iniciar

—No — Y tocó mil notas en desorden. Parecía un niño pequeño aprendiendo a tocar. Su madre solo hizo mala cara, no dijo ni pío, también estaba cansada — ¿Acaso no te gusta?

Y la pelea inició. Una pelea o algo así. Su madre gritó, Sirius no usó su voz, dejó que el piano hablará por él. Tocó y tocó, tocó la canción favorita de su madre y lo hizo mal, estaba destrozando la melodía.
Su madre alzó su varita, espero el golpe, un hechizo pulsante, alguno que le causará ronchas o malestar físico, incluso espero esa maldición imperdonable. Pero no recibió nada, en cambio, el piano sí. Cuando su madre bajó su varita, la tapa frontal también bajó. Sirius alcanzó a quitar su mano izquierda, pero la otra quedó atrapada entre las teclas y la tapa.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2024 ⏰

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