❛8. Partiendole el culo a un Gryffindor y valiendo madres❜

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❝4 de enero de 194415:21 pmHogwarts, Escocia❞

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❝4 de enero de 1944
15:21 pm
Hogwarts, Escocia❞


Tom observo en silencio al chico nuevo con una mezcla de fascinación y desdén, un cóctel amargo que se tornaba aún más sombrío en las sombras del castillo. Aquellas miradas huidizas y furtivas de Roosevelt no se le escapaban; eran como dagas lanzadas al vacío, impregnadas de una desconfianza que Tom conocía demasiado bien. Había visto esa misma mirada en los ojos fríos de Dumbledore y en la mirada apática de la matrona del orfanato, ambos condenándole con una silenciosa certeza, como si pudieran leer en sus entrañas cada uno de sus oscuros secretos, cada rincón prohibido de su mente.

Sin embargo, el nuevo estudiante no era ni Dumbledore ni la matrona. No tenía la autoridad ni la experiencia para desentrañar a alguien como él, un alma forjada en la soledad y el odio, un espíritu afilado por el desprecio y la envidia. ¿Qué podía saber ese tal Roosevelt? ¿Qué entendimiento podía tener alguien que había crecido rodeado de lujos y caricias, alguien que nunca había sentido la mordedura del abandono o el frío implacable de la indiferencia? Para Tom, aquel chico no era más que un símbolo de todo lo que le había sido negado: padres, hogar, afecto. Un emblema de todo aquello que él jamás había tenido y que quizás, en el fondo, ansiaba destruir.

Observando al joven Roosevelt, Tom experimentaba una mezcla de burla y desprecio. ¿Qué había en él que suscitara tanto interés? Abraxas, su amado y exasperante prometido que lo había metido en aquella oscura danza de poder, había hablado con demasiada emoción de la magia atrayente del chico. Tom simplemente se dedicó a escuchar, casi disfrutando la ironía. La magia atrayente de Roosevelt no era más que una ilusión, una quimera sin sustancia, pensó. El chico no había mostrado ningún mérito verdadero; en su primera clase ni siquiera había ganado un solo punto para su casa. ¿Qué clase de poder era ese que pasaba desapercibido, que se desvanecía en la mediocridad? Tom se convencía a sí mismo de que el recién llegado no podía ser importante, no debía serlo.

Sin embargo, había algo en él que no le permitía apartar la vista por completo. Quizás era la fragilidad disfrazada de valentía, aquella apariencia de confianza que, al ser rasgada, dejaba ver las fisuras y miedos que Roosevelt intentaba esconder. Tom, con su penetrante intuición y su habilidad para desentrañar los corazones de los demás, no pudo evitar reconocer en él un vacío similar al suyo, una vulnerabilidad que lo hacía susceptible a las manipulaciones, a los susurros y mentiras que tanto le gustaba sembrar en las mentes de los débiles. Podía ver a través del chico, incluso cuando apenas habían pasado dos días desde el inicio de las clases.

Pero Abraxas veía al chico de otro modo, y Tom lo sabía. Abraxas, con su aire de nobleza y su sonrisa serpentina -tal vez aprendida de él-, tenía un talento innato para tejer redes de intriga y engaño alrededor de los más vulnerables. Disfrutaba de hacer que otros dependieran de él, de crear vínculos que se parecían a los hilos de una araña envolviendo a su presa. Sabía que Abraxas se sentiría tentado a atraer al nuevo a sus juegos, a enredarlo en su maraña de manipulaciones. Pero Tom, en su propio camino de sombras, prefería observar y esperar, deleitándose en los errores de sus posibles adversarios, disfrutando el control frío y calculador que sentía al mantener a Roosevelt en la periferia de su atención.

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