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Gala estaba acomodando sus cosas en el casillero después de la última clase del día, debía apurarse para llegar a los entrenamientos o su coach la regañaría por enésima ocasión, estaba cerrando la rejilla de metal cuando una figura familiar se acercó por el pasillo con unos pasos decididos. Era Barbara, el ex romance secreto de Gala y una de las porristas que había estado mirando con furia durante la entrada de la mañana. Sus ojos lanzaban destellos de enojo y decepción. Por primera vez le habló en público, siendo completamente sorprendente.

—¿Podemos hablar? —le dijo la morena de cabello totalmente planchado, su voz sonaba a un murmullo que reflejaba precaución.

Gala cerró su casillero, suspirando y sin sorprenderse demasiado. Sabía que esta confrontación llegaría tarde o temprano, aunque ella tenía la esperanza que fuera más tarde o nunca. Nunca generaron tantos sentimientos como para que alguien acabara dolida o eso parecía.

—Habla —dijo sin mirarla, fingiendo indiferencia mientras se apoyaba contra el casillero. Al instante recordó una regla fundamental que habían establecido cuando recién comenzaban los besos a escondidas; nadie podía verlas conversar. Una oleada de coraje la invadió de nuevo—. Oh, casi lo olvidaba, si quieres expresarme tu opinión debe ser en los vestidores del equipo. Te veo en cinco minutos.

Sin interesarle su respuesta, la dejó en el pasillo.


Al llegar al área de los vestidores, la cual se encontraba vacía porque todas ya estaban entrenando, la estrella deportiva se apuró en cambiarse para no tener que hacerlo delante de la chica más alta que ella, no le daría ese lujo. Cuando llegó Bárbara, entró decidida en acercarse lo suficiente como para que sus palabras salieran en un susurro lleno de resentimiento.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Gala? —escupió con gran resentimiento, como si llevara todo el día esperando sacarlo de su alma, bueno, si es que tenía. Sus ojos se mantenían clavándose en los de Gala—. ¿Karime Pindter? —dijo despectivamente, soltando una risa incrédula—. ¿La porrista más superficial del colegio? ¿Es en serio?

Gala levantó una ceja, cruzando los brazos frente a su pecho. Ya tenía puesto el uniforme del equipo, blanco con franjas verticales de rosa degradado.

—¿Y por qué te importa tanto? ¿No se supone que éramos un secreto? —respondió, con un toque de ironía en su voz.

Bárbara intentó tomar de su mano, pero al verse rechazada, apretó los puños, visiblemente molesta.

—No me hagas eso por favor. Sabes que las cosas eran... complicadas —sin esperar respuesta, esta vez si la sujetó de los brazos con gran fuerza—, pero esto, Gala... —suspiró, intentando recuperar la calma y suavizar el inesperado agarre—. Esto no tiene sentido. La Karime que tú ahora finges amar porque es obvio que te mueres de amor por mí...ella solo quiere usar a alguien que le beneficie, justo como lo hacía con Sian, igual que siempre. ¿No te das cuenta?

Gala sonrió, una sonrisa fría que carecía de cualquier rastro de afecto. Estaba incrédula que después de decirle su preocupación, también mencionara al chico que las separó, era una descarada.

—¿Y tú no? —replicó, mirando a la porrista con una frialdad—. Siempre me dejaste en la oscuridad de cualquier escondite que encontraras a tu paso, fingiendo que yo no existía cuando estabas con tus amigas o alguien importante de aquí. Nunca me diste el valor que ahora pareces tan preocupada en reclamar. No vengas con tu hipocresía.

Bárbara miró hacia otro lado, mordiéndose el labio con frustración.

—Eso es distinto, Gala. No tenía opción. Tú sabes cómo es todo esto... —susurró, casi derrotada—. Pero verla contigo, ver cómo ella se luce delante de ti, cómo ambas juegan esta tontería... Me duele, y lo sabes muy bien. Además, Karime Pindter es heterosexual, no hay manera que se haya enamorado lo suficiente como para salir del closet durante este tiempo.

Gala dejó caer los brazos, visiblemente molesta pero también vulnerable por un momento.

—Y a mí me dolió, Bárb, ¿pero te importó? Quizá tengas razón, quizás Karime me esté usando, pero nos hemos dado una oportunidad pero al menos ahora soy yo quien lo controla, no es alguien que solo me busca en secreto, como tú. Ella si está dispuesta a demostrar que está loca de amor por mí.

El silencio entre ellas se hizo denso. La morena parecía a punto de decir algo más, pero al final solo respiró hondo, sin tener ya palabras que pudieran reparar lo que había roto semanas atrás.

—Espero que algún día te des cuenta de lo que estás haciendo... —murmuró finalmente, dándose la vuelta y caminando de regreso por el pasillo.

Gala la observó alejarse, con una mezcla de dolor y satisfacción en el pecho. Este era solo un paso más en su plan, pero la herida de su relación con ella era más profunda de lo que quería admitir.

Nadie está acostumbrado al rechazo. 

Tren de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora