El año estaba a punto de terminar, y en el hogar de Valeria se respiraba un aire especial. Este no era solo el final de un ciclo, sino la oportunidad de cerrar un capítulo de momentos duros y celebrar la dicha de haber compartido tantos instantes preciosos con los suyos. Valeria estaba rodeada de amor, y eso la hacía sentirse segura y feliz. Esa noche era mucho más que una celebración; era un recordatorio de que, sin importar lo que deparara el futuro, siempre tendría a su familia y a Gabriel a su lado.

Gabriel había llegado temprano para ayudar en los preparativos. Se notaba que estaba emocionado, porque no dejaba de mirarla con una sonrisa llena de ternura mientras colocaban las luces en el jardín y decoraban la mesa con flores y velas. Diego, como siempre, era el alma alegre, lanzando bromas y haciendo reír a todos mientras ajustaba los adornos y ponía música. Ana y Marco, los padres de Valeria, preparaban una gran cena, asegurándose de que todos los detalles fueran perfectos para hacer de esta una noche inolvidable.

—Valeria, esta será la mejor noche del año, lo prometo —dijo Gabriel mientras le entregaba una copa de sidra, sus dedos rozando los de ella.

Valeria lo miró y levantó la copa, sintiendo cómo su corazón latía de emoción. Gabriel había sido una presencia constante y cálida en su vida, alguien que le había enseñado a encontrar la alegría en medio de cualquier situación. Cuando brindaron, Valeria se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz.

La noche avanzaba, y los cuatro compartían anécdotas, risas y abrazos. La música sonaba suave, y el jardín se iluminaba con las luces que Diego había colocado en los árboles, creando un ambiente mágico. Gabriel se mantuvo cerca de Valeria en todo momento, y aunque no decían mucho, cada mirada y cada gesto entre ellos lo decía todo: una promesa silenciosa de estar allí para ella, siempre.

Cuando faltaban pocos minutos para la medianoche, todos salieron al jardín, donde tenían una vista perfecta del cielo despejado y estrellado. Gabriel sostuvo la mano de Valeria mientras observaban las estrellas juntos, y Valeria sintió una tranquilidad inexplicable al notar la calidez de su mano en la suya.

—¡Cuéntenme sus deseos para el Año Nuevo! —dijo Diego, con una gran sonrisa.

Ana y Marco fueron los primeros en hablar, deseando salud y felicidad para la familia, y que pudieran seguir estando juntos año tras año. Gabriel, cuando llegó su turno, miró a Valeria antes de hablar. Sus ojos reflejaban una dulzura y sinceridad que hicieron que el corazón de Valeria latiera con fuerza.

—Mi mayor deseo para este año es que podamos crear muchos más recuerdos juntos —dijo Gabriel, su voz suave pero cargada de emoción—. Quiero que cada día sea una oportunidad para reír, para vivir y para agradecer por cada momento que compartimos.

Valeria sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Las palabras de Gabriel llegaban a lo más profundo de su ser, y sabía que él realmente estaba allí para ella, para acompañarla en cada paso. Cuando llegó su turno, tomó aire, dejando que su corazón hablara.

—Mi deseo es aprovechar cada segundo, cada risa, cada abrazo, cada noche estrellada —dijo con la voz temblorosa pero firme—. Quiero ser feliz, simplemente ser feliz con todos ustedes aquí a mi lado.

Diego, sin pensarlo dos veces, la abrazó con fuerza, y Valeria sintió su amor fraternal envolviéndola. Sabía que, aunque Diego intentara actuar despreocupado y bromista, en realidad la amaba profundamente y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por verla feliz.

Finalmente, la cuenta regresiva comenzó. Todos unieron sus voces, y Gabriel, sin soltar la mano de Valeria, la miraba intensamente, como si en sus ojos pudiera transmitirle todo lo que sentía por ella. Tres, dos, uno... y entonces llegó el grito de todos:

—¡Feliz Año Nuevo!

Las risas y los abrazos se desataron, y el cielo se iluminó con fuegos artificiales que pintaron el horizonte de colores brillantes y destellos. Gabriel se acercó a Valeria, y en medio de la algarabía y las luces, le susurró al oído:

—Feliz Año Nuevo, Valeria.

Valeria, conmovida, lo miró a los ojos. El mundo pareció detenerse cuando él se inclinó y le dio un beso suave, profundo, lleno de promesas que no necesitaban palabras. Para Valeria, aquel beso no era solo un gesto de amor, sino una reafirmación de que juntos podrían enfrentar cualquier cosa que el futuro les deparara.

El resto de la noche fue un carrusel de felicidad pura. Bailaron bajo las estrellas, recordaron anécdotas que los hicieron reír hasta las lágrimas y disfrutaron de la deliciosa comida que Ana había preparado con esmero. Marco propuso un brindis especial, deseando que el nuevo año trajera más momentos felices y que, sin importar las adversidades, siempre encontraran un motivo para sonreír.

A medida que avanzaba la madrugada, Valeria se sentía más agradecida que nunca. Sabía que la vida no era perfecta y que había días difíciles, pero esa noche estaba rodeada de amor, y eso era todo lo que realmente importaba. Se prometió a sí misma que en este nuevo año viviría cada momento al máximo, sin miedo, y agradeciendo cada segundo.

Finalmente, cuando el cielo comenzó a clarear y el amanecer asomaba en el horizonte, Valeria, Gabriel, Diego, Ana y Marco se quedaron en silencio, observando cómo el cielo se teñía de tonos rosados y dorados. Gabriel rodeó a Valeria con un brazo, mientras ella sostenía la mano de Diego y sentía el abrazo reconfortante de sus padres.

En ese instante, Valeria supo que estaba lista para lo que viniera. No tenía miedo, porque sabía que, con Gabriel y su familia a su lado, podría enfrentar cualquier desafío.

El último deseoWhere stories live. Discover now