capítulo 12

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En el corazón de las instalaciones de la Fundación Eternum, en un laboratorio subterráneo donde todo era acero y silencio, el Dr. Emil Huxley observaba con atención. La iluminación blanca y dura caía sobre la figura del científico, proyectando sombras profundas en su rostro mientras se inclinaba hacia una cámara de seguridad que contenía a uno de los simbiontes. Junto a él, la Dra. Marissa Chen, una científica de rostro severo y pasos firmes, analizaba los datos en una pantalla.

Huxley, dueño y mente maestra detrás de la fundación, había dedicado años a estudiar a estos organismos alienígenas, y ahora, al fin, estaba cerca de lograr lo imposible: una simbiosis que no solo permitiera la unión de simbionte y huésped, sino que lo hiciera sin los efectos devastadores de los intentos anteriores. No podía permitirse el fracaso, no ahora que había llegado tan lejos.

La Dra. Chen miraba con cautela el contenedor donde uno de los simbiontes se movía, retorciéndose con una energía casi animal. Era oscuro, viscoso y tenía un aspecto desafiante, como si retara a cualquiera a intentar dominarlo.

-¿Realmente crees que esta vez funcionará, Emil? -preguntó, con la voz baja, sus ojos fijos en la pantalla-. Ninguno de los anteriores ha sido capaz de soportar la unión por más de unos minutos sin... efectos secundarios.

Huxley sonrió, un destello calculador cruzó su mirada.

-La simbiosis perfecta requiere sacrificio, Marissa. Y cada intento fallido nos acerca más a la fórmula correcta. Solo necesitamos un sujeto lo suficientemente resistente.

Con una señal de su mano, activaron el protocolo de transferencia, y un simbionte comenzó a ser liberado dentro de una cápsula donde un joven voluntario, engañado con la promesa de estudios médicos, permanecía inconsciente. A través de tubos y cámaras de seguridad, el simbionte fue guiado hacia el cuerpo del hombre, que no mostró reacción al principio, pero luego, cuando el simbionte comenzó a adherirse, algo cambió. Su respiración se aceleró, sus músculos se tensaron, y en cuestión de segundos, su cuerpo comenzó a convulsionar, luchando desesperadamente contra el organismo.

-Más tranquilizantes -ordenó Huxley, observando cada detalle.

Pero no fue suficiente. El simbionte, en lugar de adherirse, parecía estar librando una guerra interna, desatando el caos dentro del cuerpo del voluntario, que empezó a gritar y retorcerse. El vidrio de la cápsula temblaba bajo la fuerza de los movimientos descontrolados.

La Dra. Chen, aunque horrorizada, no apartaba la mirada. Sabía que estos experimentos eran necesarios para llegar al siguiente paso. Y ese siguiente paso tenía un nombre.

-Emil... -dijo en voz baja-. Sabemos de alguien que podría resistir. El chico que hemos estado observando, el que ya estableció una simbiosis funcional Jeon Jungkook.

Huxley asintió lentamente, sus ojos brillaban con un entusiasmo frío.

-Exacto, Marissa. Jungkook y su simbionte son la clave que necesitamos.

 Jungkook y su simbionte son la clave que necesitamos

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