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"Un vago talentoso nunca va a llegar más lejos que un perdedor ambicioso".

~Tirpa.

El andar de la directora Carmela Russel era rápido, pasando de los doctores y enfermeras en el pasillo del cuarto piso hasta dirigirse a la habitación cuatrocientos cuarenta y cuatro. ¿La razón? La llamada que recibió para notificarle que su sobrino Joaquín Barradas había despertado del coma.

«Gracias a Dios». Por primera vez agradeció al ser con el que hace mucho no se refería, antes de tomar el pomo de la puerta y abrirla.

El bosquejo en si, era como se lo imaginó desde hace siete horas, mismas en las que fue notificada acerca del nuevo estado de Joaquín.

—Buenos días —saludó.

Tanto Gabi y el médico que checaba a Joaquín voltearon a verla, devolviéndole el saludo. Se acercó lo más cautelosa posible, ya que tenía en cuenta que el chico podía reaccionar de manera agresiva ante su presencia.

—Hola —se acercó a Joaquín, lentamente—. ¿Cómo estás?

El moreno que miraba a la nada volteó a verla después de unos segundos de vacilación, mirándola con confusión. Ella esperaba un mal comentario, se alegraba de que no fuera así.

—Señora Russel, ¿Cierto? —masculló el doctor, sonando lo más profesional posible.

—Señorita —respondió ella.

—Disculpe, señorita —reparó el doctor—. ¿Tiene un momento a solas?

Ella se extrañó de ver la seriedad en el rostro del médico que le transmitía malas noticias. Al difícil de creer por ver que, dentro de lo que cabía, Joaquín se encontraba bien.

—¿Qué sucede? —preguntó ella—. ¿Pasa algo con Joaquín?

El doctor se tomó su tiempo antes de darle la noticia, sin llegar a ser dramático, buscando usar menos palabras con la máxima claridad posible.

—Joaquín recibió muchos golpes en la cabeza. No solo es raro que esté despierto, sino más bien, es un milagro que siga vivo —tomó aire—. La gravedad de sus heridas son serias, no es normal que haya despertado.

—Sin embargo está consciente —trató de ver el lado positivo de las cosas.

—El problema es... —el doctor vaciló— que Joaquín perdió la memoria.

Durante toda la mañana, la directora Carmela Russel trató de acercarse al chico, pero cada vez que intentaba relacionarse con él al contarle de ella y su madre, solo lograba asustarlo. Tanto que se tenía que salir por momentos para dejarlo respirar y, a su vez retomar una postura que ameritaba la paciencia de no entrar en pánico por la culpa de sus acciones.

—El doctor no sabe si recuperará la memoria —dijo Gabi, sentándose a un lado de la directora—. Bueno, pudo ser mucho peor.

La rubia decidió acompañar a la directora que estaba en las sillas pegadas a la pared, cerca de la puerta de la habitación de Joaquín, aprovechando que el chico se había dormido.

—¿Cómo estás? —preguntó la directora.

Los ojos de la mujer regordeta se quedaron observando el ferviente mediodía que se veía desde su asiento, gracias a los cristales transparentes que se usaban como paredes en el hospital.

—Todo va bien —comentó Gabi—. Si todo sigue así, en una semana lo darán de alta.

—Pregunté por ti —la directora parecía cansada, pero estaba agradecida con la rubia—. ¿Pudiste dormir algo?

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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