La escuela fué, en palabras de Gabi: "un escupitajo con gargajo en el recto, luego de ser abierto para ser penetrado. ¿Castigo o premio?"
Lejos de tener un día común, su situación actual se volvió comprometedora. Más que eso, las palabras de la directora Carmela Russel la hacían presa del pánico por pensar que en cualquier momento irían tras ella, incluso en ese momento donde cruzaba la calle para dirigirse al centro de la zona sur.
A diferencia de los peligrosos barrios infestados por latinos, el corazón de la zona sur estaba, por así decirlo, construido para los turistas de clase media y baja que no podían costearse unas vacaciones en la lujosa zona norte.
Las diversas plazas comerciales estaban abastecidas de tiendas prestigiosas, salas de juegos, cinemas, entre otras variedades para dar una buena impresión durante el recorrido del boulevard Páris, contrario al resto de colonias desprotegidas, abandonadas por el gobierno.
Gabi siguió su camino, adentrándose a la plaza Laporta —la plaza principal de todas— con la intención de despejar su cabeza de los problemas recién allegados a su vida, tal vez unos con los que hace tiempo arrastraba.
Se dirigió a los puestos de comida rápida, en busca de una hamburguesa doble carne. A esas alturas ya no confiaba en nadie, puesto que todos le parecían sospechosos, como personas infiltradas con el objetivo de hacerle daño. Desconfiaba hasta de la cajera que le recibió los noventa pílares —moneda del país— después de darle su comida.
A esas alturas su ropa se había secado con ayuda del sol, evitándose la fatiga de ir a su departamento y cambiarse, bastó con rociarse perfume en caso de tener apestar.
Mirando a todos lados, se dispuso a ir a una de las mesas frente a los tantos puestos, donde personas de diversas edades degustaban de un almuerzo barato y para nada saludable, pero el tono de llamada prominente del celular en su bolsa hizo que se detuviera, dejando la bandeja de comida en la mesa más cercana y atender la llamada.
—¿Es en serio? —contestó con brusquedad, sabiendo quién era.
—¡Hola, Gabi! —el tono de la directora Russel era hiperactivo—. Estoy muy bien, gracias por preguntar.
—Son las cuatro de la tarde, quiero almorzar tranquila. ¿Qué quiere? —objetó Gabi—. Dinero no presto. Favores no hago.
—Hablo para confirmar si mañana vendrás a la escuela.
Gabi tardó unos segundos en responder.
—Después de todo lo que dijo: ¿todavía piensa que quiero volver?
—¿Cuento con tu presencia?
—¿Por qué debería ir?
—Ese es tu problema. Yo no tengo el poder para decidir por ti —añadió la directora, mostrando desdén ante la indignación de Gabi—. Si mis palabras te dolieron, significa que te falta madurar. A veces tienes que soportar insultos para tener algo a cambio.
—Lo único que puedo conseguir de usted sería más insultos.
—Todos pensamos que nuestras verdades son insultos. Solo te di un pequeño tortazo de realidad. —Inspiró hondo—, por lo que veo, hasta ahora has podido sobrevivir por pura suerte. No parece que tengas aliados que puedan protegerte de tu papá, quien, si de verdad planea vengarse de ti, ya se ha tardado mucho.
—Hablando hipotéticamente —suspiró— en caso de ir a la escuela: ¿después que? ¿Me protegerá de mi papá que de pura casualidad viene por mí, curiosamente después de que me comienzo a relacionar con usted?
—Exacto —dijo la directora en un tono cantarín—. Las casualidades existen. Así como yo no tenía interés en ti hasta hace poco cuando fuiste a mi escuela, tu ignorabas el tema de tú familia. Una de las reglas de la vida es que nunca está de más prevenirse para futuros problemas.
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El arte de ser y no ser
LosoweGabriel Da'Silva lo tenía todo para pasar el resto de su vida con las comodidades que cualquier tercermundista anhelaría tener, pero decidió arriesgarlo todo con tal de tomar la decisión que según él le darían la libertad que tanto quería: confesar...