5. Yaya, Alex, y no sé qué pasa aquí 🐺

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Cleo

En mi defensa, no sabía que eso pasaría. Aunque ahora ya entendía porque mis padres siempre me dijeron que nunca hablara con extraños. Lección aprendida. Juré solemnemente no volver a hacerlo. Mucho menos si era un tipo raro bajo una capa que me pedía que eligiera una carta. Si eso volvía a pasar, saldría corriendo.

Llevaba jurando y re jurando eso desde que había empezado a ser consciente de lo que pasaba a mí alrededor, como 20 minutos atrás —creo—. Primero, y según lo que sabía, fue como estar en coma: despierta, pero sin poder moverme. Donde sea que estuviera, había demasiado silencio y estaba casi segura de que me encontraba en una cama, una cama muy suave, por cierto. Después pude moverme, solo un poco. Los brazos, las piernas y el resto de a pocos. Como si mi cuerpo reaccionara por partes.

Y en esos momentos tenía nausea, pero aun así abrí los ojos. Enfoque mí vista a mí alrededor, notando donde estaba.

"ESTO NO ES UN SECUESTRO, NO GRITES, POR FAVOR"

Era sorprendente que lo primero que mirara fuera ese cartel pegado frente a la cama.

Jamás voy a olvidar ese cartel.

Tal vez si solo hubiera sido una espectadora me hubiera reído, pero no era así. Había otra cosa que me sorprendía aún más. Las letras verdes del cartel eran lo único que tenía color en esa habitación. Todo era blanco. Absolutamente todo. Del techo al suelo. Todo blanco. La cama, la alfombra, las tres puertas, el escritorio, el baúl a los pies de la cama, el techo, el espacio de la chimenea y las paredes nada más y nada menos que de ese color. Nunca había visto algo así, pero de una manera desconcertante me resultaba familiar.

Me incorporé en la cama y noté que ya no llevaba el vestido azul de mi cena de ensayo; lo que tenía era un pantalón de pijama celeste de monos con lentes y una blusa manga larga color negra.

¿Qué mierda?

Eso no era mío.

La habitación no se me hacía conocida, no había ventanas y lo único que escuchaba era el silbido del aire entrando por las rejillas del conducto de ventilación. Me levanté y mis pies sintieron la suave alfombra blanca bajo ellos. En algún punto creo que eso no me sorprendió. Digo, siempre había sido bastante impertinente a la hora de hablar con extraños, sin cuidado de a dónde iba, sin guardaespaldas, publicando fotos en Instagram y considerando que los paparazis últimamente se encargaban de informar 24/7 donde estaba, con quien, y que hacía, no era algo sorprendente que un loco me hubiera encontrado en el hotel, sola, y hubiera aprovechado mi curiosidad para raptarme de inmediato.

Miré el cartel de nuevo. La letra era descuidada, casi podía asegurar que era de chico y cuando me acerque más note que la pintura con la que la escribieron aún estaba medio fresca.

—Oh, qué bueno que ya estás despierta —dijo una voz a mi espalda, sobresaltándome y me giré de inmediato. Una chica menuda de cabella castaño me observaba desde el marco de la puerta con una sonrisa acogedora—. Veo que el cartel de J.J funciono, creo que tendremos que usarlo más seguido —reflexionó.

Por instinto creo que hubiera retrocedido cuando una extraña se acercaba tan decidida a mí, pero esa chica, toda ella, inspiraba confianza. Era como ese tipo de persona con la que no te importaría compartir banca en un parque.

—Soy Yaya —continúo y pude notar que sus ojos eran verde azulado—. Veo que mi pijama te quedo bien —y aplaudió como si eso fuera un logro.

—Tú... ¿Tú me la pusiste? —la voz me salió áspera y recién noté que me moría de sed.

—Claro, no iba a dejar que alguno de esos idiotas te pusiera la mano encima. —Se río y sonrió, pero no sabía a quienes se refería—. Oh, por cierto, te traje algo de agua —me avisó, señalando un jarrón con agua que estaba en el escritorio al lado de un vaso. No me di cuenta cuando lo puso allí. Caminé allí sin pensarlo y me atragante dos vasos con agua, creo que me hubiera atrevido a beber directo del pichel de haber sido necesario—. Siempre suelen tener sed luego de esto —hizo un ademan señalando alrededor despreocupadamente mientras me observaba terminar de beber un poco más calmada.

La Espada de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora