Kylian Mbappé

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Hay canciones que no se cantan: se viven. No puedo evitar escuchar ciertas canciones sin que mi mente me lleve a él, a nosotros, a lo que fuimos y ya no somos. Cada palabra me atraviesa como un eco de lo que nunca supe decirle y ahora nunca podré.

Kylian Mbappé fue una constelación fugaz en mi cielo, algo tan grande y brillante que apenas pude abarcarlo con la mirada antes de que desapareciera. Tal vez siempre supe que lo nuestro estaba destinado a ser un breve poema, no una novela, pero eso no evitó que lo amara con todo lo que tenía.

Lo conocí en un evento benéfico. Yo estaba allí como voluntaria, entregando tarjetas y ayudando con las mesas. Él era la estrella de la noche, el centro de todas las miradas, como siempre. Recuerdo cómo, en un momento, nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Fue como si todo el ruido del salón se desvaneciera, como si solo existiéramos él y yo.

"¿Cómo te llamas?", me preguntó más tarde, acercándose con una sonrisa que parecía imposible de esquivar.

" _________", respondí, intentando no temblar.

"Un nombre muy bonito para alguien que parece tan tranquila en medio de este caos",dijo, y reí nerviosa. No sabía qué decirle. Él era Kylian Mbappé, y yo, apenas una chica perdida en su propio mundo.

Esa noche fue la primera de muchas conversaciones. Kylian era más de lo que mostraban las cámaras y las portadas. Era profundo, apasionado, y vulnerable de una manera que nunca habría imaginado. Pero sobre todo, era humano.

Los meses siguientes fueron como un sueño que no quería terminar. Me invitaba a sus entrenamientos, me hablaba de sus sueños más allá del fútbol, y a veces, incluso, dejaba que yo le hablara de los míos. Yo era su refugio, o al menos eso me decía. Pero, ¿cómo no serlo? Mi vida era sencilla, pequeña comparada con la suya.

Una noche, mientras caminábamos por las calles de Madrid, me dijo algo que aún no puedo olvidar:

"A veces siento que todo el mundo me ve, pero nadie realmente me conoce".

"Yo te veo", le respondí, y lo dije con todo mi corazón.

Él se detuvo, me miró y susurró: "Y yo también a ti, _______".

Quería creerle, de verdad. Pero el mundo de Kylian no es un lugar donde alguien como yo pueda permanecer mucho tiempo. Las cámaras, las expectativas, los viajes constantes... Todo eso empezó a alejarlo, no solo de mí, sino también de sí mismo.

Yo lo esperaba. Siempre lo esperaba. Cuando se iba durante semanas, me decía a mí misma que era normal, que ese era el precio de amar a alguien como él. Pero cuando volvía, había algo diferente, una distancia que no podía cerrar, por más que intentara.

Una noche, después de uno de sus partidos, me quedé esperando fuera del estadio. Quería felicitarlo, decirle lo orgullosa que estaba. Pero cuando salió, rodeado de su equipo y los flashes de las cámaras, no me vio. Ni siquiera me buscó.

Fue en ese momento cuando me di cuenta: por mucho que lo amara, yo solo era una sombra en su vida. Una fan que soñaba con tocar las estrellas, mientras él ya estaba entre ellas.

Nuestra última conversación fue breve, pero me marcó para siempre.

"¿Estás bien, ______?", me preguntó una tarde, mientras ambos mirábamos el Sena desde un puente.

Quería decirle que no. Que me dolía amarlo tanto y sentir que siempre estaba luchando por un lugar en su mundo. Pero en lugar de eso, sonreí y respondí: "Siempre estaré bien si tú lo estás". 

Él no dijo nada, pero su mirada lo dijo todo. Sabía que yo me estaba despidiendo, aunque no lo dijera en voz alta.

Al final, fui yo quien dio el paso. Dejé de llamarlo, de buscarlo, de intentar encajar en un espacio donde nunca iba a pertenecer. Él no intentó detenerme, y eso fue lo que más dolió.

Después de dejarlo, pensé que sería más fácil con el tiempo. Me repetía que había tomado la decisión correcta, que lo había hecho por ambos. Pero los recuerdos tienen una forma cruel de quedarse, de regresar en los momentos menos esperados.

París no ayudaba. Cada rincón de la ciudad parecía guardar algo de él. El café donde me hizo reír por primera vez, las calles donde caminábamos bajo la lluvia, el puente donde nos despedimos. Incluso el ruido de los estadios a lo lejos me traía su voz, su risa, su ausencia.

Intenté llenar los días con trabajo, con amigos, con cualquier cosa que evitara el silencio. Pero las noches eran otra historia. En la oscuridad, cuando todo estaba en calma, los recuerdos volvían con fuerza, y se convertian en mi refugio y mi castigo al mismo tiempo.

Un día, mientras revisaba mi correo, vi un mensaje que me dejó sin aliento.

"Hola, ________. Espero que estés bien. Me preguntaba si podríamos hablar. - Kylian"

No sabía qué hacer. Habían pasado meses desde que nos alejamos, y aunque pensaba en él todos los días, nunca imaginé que él pensara en mí. Mi corazón quería responder inmediatamente, pero mi cabeza me detenía. ¿Qué sentido tenía hablar ahora? ¿Qué podría cambiar?

Finalmente, contra mi mejor juicio, respondí: "Está bien. Dime cuándo y dónde."

Nos encontramos en el mismo puente donde habíamos hablado por última vez. Él estaba allí, esperándome, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el río. Parecía diferente, más serio, más cansado. Cuando me vio, sonrió, pero su sonrisa no era la misma de antes.

"Gracias por venir", dijo mientras yo me acercaba.

Asentí, sin saber qué decir. Había tantas cosas atrapadas en mi garganta, tantas preguntas y emociones que no sabía por dónde empezar.

"Te he hechado de menos", dijo, rompiendo el silencio.

Mi corazón se encogió al escucharlo. Quise responder, pero las palabras se atascaron. Finalmente, susurré: "Yo también."

Nos quedamos en silencio por un momento, el ruido del agua llenando el espacio entre nosotros.

"He estado pensando mucho en nosotros",continuó. "En lo que teníamos y en cómo lo dejé ir. Y me doy cuenta de que fui un idiota."

"Kylian, no fue solo tu culpa", le dije. "Tu vida es tan grande, tan llena de cosas, que no hay espacio para alguien como yo."

"Eso no es cierto", insistió, dando un paso hacia mí. "Fui yo quien no supo cómo mantenerte cerca. Fui yo quien te falló."

Lo miré, tratando de encontrar sinceridad en sus ojos, y ahí estaba. Pero también vi algo más: una tristeza que no podía ignorar.

"No sé si esto se puede arreglar",le dije finalmente, con la voz quebrada.

Kylian asintió lentamente, como si hubiera esperado esa respuesta.

"Solo quería que supieras que siempre te vi, _____. Siempre supe cuánto me dabas, cuánto me querías. Y lamento no haber sabido corresponderte como merecías."

Sus palabras eran un bálsamo y una herida al mismo tiempo. Porque, aunque significaban que no me había imaginado todo, también confirmaban que no había vuelta atrás.

Nos quedamos allí un rato más, sin hablar, simplemente compartiendo el peso de lo que nunca sería. Cuando finalmente nos despedimos, él me abrazó, y en ese abrazo sentí todo lo que habíamos perdido.

"Adiós, Kylian", susurré mientras me alejaba, sin mirar atrás.

Los días que siguieron fueron difíciles, pero diferentes. Sentía que algo dentro de mí se había cerrado, como una herida que finalmente había empezado a sanar.

Y aunque Kylian y yo somos ahora dos líneas que alguna vez se cruzaron, sé que siempre llevaré una parte de él conmigo, al igual que él llevará una parte de mí.

Al final, fui su amor y su refugio, aunque fuera solo por un tiempo. Y eso, aunque no lo parezca, es suficiente.

One Shots de Futbolistas 0.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora