Capítulo XXXVIII. Te esperaré

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26 de diciembre de 1875

La nieve cae. Una capa roja con capucha que escondía su rostro. El cielo gris. Elibeth mira hacia el cielo y se queda observando las formas que esté tiene aun entre el gris, recuerda las conversaciones con Tamara sobre el mismo, sobre el clima y sobre sus emociones como los tres se reúnen. Reacciona y baja la mirada para observar a un italiano que ni el nombre recuerda, pero según su hija es un padre.

Pensar que Tamara era menos religiosa, de lo que aparentaba.

La rubia se mantiene algo alejada y no porque no pueda soportar que en una caja esté su novia, sino porque le aturde escuchar todos los pensamientos a la vez, sabe que a partir de ahora tiene la tarea de aprender a no escucharlos, al menos que ella si quiera hacerlo, así le tarde aprender cien años más.

- Debo avisarles a mis primos para que le digan a la tía Sofí - susurra Bianca mientras se acerca -
- ¿Pol también? - pregunta Elibeth -
- Debería, pero cuando fuimos a España estaba muy enfermo - responde la castaña -
- Es mejor que no, entonces - responde Elibeth y Bianca asiente -
- ¿La marca como sigue? - pregunta la más joven -
- Duele, pero ya es más soportable - responde la rubia y la castaña asiente -

Tres días doliendo, de alguna manera no parece que quiera desaparecer ese dolor, es como el reemplazo de aquel corazón yace muerto, a falta de un corazón que duela y que se rompa, se encuentra esa marca para recordarle que está ahí viviendo la partida de su gran amor... nuevamente. Y que duele, como también dolió la de Ross Stanley, la diferencia es que Tamara si la eligió no sólo una vez, sino muchas y que vivieron los mejores 47 años, que ha podido vivir Elibeth.

Junto a Tamara sentía que podía vivir, aunque fuese vampiro.

-Voy a ver a Thomas ¿quieres qué lo traiga? - pregunta Bianca -
- Vayan a casa - pide la rubia -
- ¿Estarás bien? - pregunta la castaña y Elibeth voltea a mirarla -

Bianca es el vivo retrato de Tamara.

Elibeth sonríe con ternura y asiente.

Bianca resopla pesadamente y entonces solo así, se da la vuelta para ir con la familia.

Y sólo una cosa ocurre.

Elibeth se queda a solas, a unos largos pasos delante de lo que ahora será el nuevo hogar de su amor, después de verlos marchar a todos, Elibeth por fin se acerca y a un lado puede observar la cruz donde se encuentra el nombre de Lucía y sonríe mientras lee aquel nombre "Lucía Catalina de Luca Montes 1790 - 1858" y entonces luego ve el de ella, el de su gran amor y lo contempla, lo lee con cautela mentalmente "Tamara Cristina de Miller Luca 1806 - 1875". Elibeth sonríe porque esa fue la única cosa que Tamara pidió antes de morir, siempre decía una sola cosa.

- Sí llegase a fallecer quiero el apellido de Elibeth delante del mío y no importa si estamos casadas o no, en mi corazón es mi esposa - Elibeth puede recordar una y otra vez esas palabras mientras sus ojos se oscurecen y lágrimas corren por sus mejillas -
- Te esperaré - susurra la rubia mientras se arrodilla frente a la tumba de Tamara - y espero que la próxima vez que te encuentre, seas inmortal o quieras serlo conmigo - susurra nuevamente la rubia - siempre te amaré Ross Stanley - Elibeth voltea la mirada al sentir una gota en su hombro derecho - Tamara Luca - comenta y finalmente vuelve la mirada al frente - siempre seremos eternas - dice finalmente y se queda en silencio -

La rubia se pone de pie y se queda unos segundos más allí, observando aquella tumba.

Segundos que se vuelven eternos.

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