Capítulo LVI

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Desconocido

Se despertó un par de minutos después al ya no sentir presión en su cintura, supuso que Damián se había levantado y cuando giró efectivamente así era. Se quedó un rato más en la cama pensando en todo. Por un lado, su relación con Damián, luego las amenazas de Adrián y por último, la charla de ayer con su suegro.

Pero tal vez, estaba pensando mucho en un asunto que no debía ser así, tal vez debía hacer lo que muchas veces su novio le había pedido que hiciera. Pasar la página, sin cuestionarse ni nada solo, cambiar de página para cerrar el capítulo.

Se vistió y se acomodó el cabello, ya debía irse y eso lo sabía muy bien, aún si no lo esperaban en su casa, a Damián iba a causarle problemas el que se quedara, sino es que ya su padre le hubiera reclamado y por eso no estaba allí, porque conoce de sobra a su novio para saber que no le gusta levantarse temprano porque sí.

Bajó las escaleras sin hacer mucho ruido, más que nada porque toda la casa parecía estar bajo un silencio sepulcral que no se animaba a romper con el sonido de sus pasos. Llegó hasta la sala donde vió de reojo a Adrián salir de ahí con dirección a la cocina, pero Adrián no importa.

Quién sí le importaba era la otra persona ahí, Damián, quien ahora tenía el ceño levemente fruncido y un semblante algo sombrío, se acercó a él despacio, ignorando que cuando lo vió y se puso a su altura, el contrario dió dos pasos hacia atrás.

—Ya me voy Damián— le dijo con dulzura e intentó besarlo para despedirse, pero simplemente le giró el rostro en una mueca y apartó la cabeza. No le dijo nada, ni siquiera lo miró —¿Damián? ¿Estás bien?— intentó acercarse una vez más pero parecía evitarlo de nuevo, hasta que finalmente le contestó con una voz más grave de lo usual.

—Déjame en paz, vete— y lo apartó de un empujón.

—Está bien, te veo luego— y la única respuesta que obtuvo fue que le dió la espalda y se marchó de ahí, dejándolo solo en medio del salón confundido.

Suspiró, tal vez había tenido problemas con su padre y ahora no estaba de humor, está bien, lo comprende, no es la primera vez que pasa y sabe que a lo mejor lo único que quiere es estar solo un momento, y si no quiere que esté con él no hay problema, al rato se le pasará y este asunto no tendrá mayor importancia. Así que, fue a casa.

Pero, hay veces que, ese "al rato" no pasa. Porque estuvo esperando todo el fin de semana una llamada que nunca llegó. Dos días enteros sin saber de su novio o porque no le ha buscado. Creyó que al lunes siguiente las cosas serían diferentes pero nada cambió y eso empezó a preocuparle. Preocuparle porque evitaba todas las miradas que le lanzaba, porque ignoraba las notas que siempre le ponía en cualquier lado para verse y reunirse en cualquier parte de la escuela. Le preocupaba porque simplemente, parecía estarlo ignorando.

Porque pasaron los días y no respondía a sus llamadas, porque pasaron los días y vió sus notas en la basura o a veces, viendo como el propio Damián las tira sin siquiera leerlas, porque le evita la mirada y ya ni siquiera lo ve con asco como cuando lo conoció. Porque iba a su casa a preguntar por él y todas las sirvientas, cada una de ellas le decían que no quería verlo. Porque de un día al otro empezó a hacerle la ley del hielo, como si fuera un fantasma y no sabe por qué.

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Era lo único que estaba presente en su mente. Más aún, qué era lo único que escuchaba, porque la voz de su cabeza era lo único que le hablaba. Tenía días enteros sin decir una sola palabra en voz alta porque no había nadie a quien decirle algo. La única persona que lo oía de pronto dejó de hacerlo, como si no importase y como si hubiera desaparecido.

Le dolía, le dolía que no le hablara, que no quisiera verlo ¿Que hizo? Que él recuerde no hizo nada malo entonces ¿Por qué lo lástima? Dejó de dormir tranquilo atormentandose con la respuesta. No iba a ningún lado y se la pasaba al lado del teléfono por si lo llamaba contestara de inmediato, dejó de comer con regularidad, porque no podía distraerse en otra cosa que no fuera en pensar cuando Damián tocaría a su puerta para abrirle.

Y así estuvo un mes más, sintiendo como su corazón se marchita lentamente como a una planta a la cual no se le riega con agua, porque sus lágrimas por la indiferencia de su novio no bastaban para mantenerlo con vida.

No sabe que hizo, ha querido preguntarle, pero no le da la cara, no quiere verlo. Sigue dejándole notas para verse aún si sabe que son inútiles y tiene que sacarlas el mismo de la basura porque no soporta ver cómo su amor es desechado de esa manera. Solo quiere saber, solo quiere oír de la boca de Damián que no lo quiere, que nunca lo quiso y que solo era un juego, quiere oír lo que sea que tenga para decirle pero que se lo diga y deje de atormentarlo así.

Así se le fue lo que quedaba de julio y sus vacaciones, así fue también como llegó agosto que también avanzaba con prisa y nada cambió. Volvió a su estado de antes, decaído, cansado, había dejado de trabajar incluso, porque era solo él y con lo que tenía guardado podía mantenerse. Volvió a su estado delgado por dejar de comer y las ojeras por dejar de dormir al esperar inútilmente el teléfono. Podría jurar que el sillón al lado del mueble donde está el teléfono de pared tiene incluso su marca de tanto tiempo que ha pasado ahí.

Es trece de agosto. Un día como este bajo el cielo gris de Chicago a las dos de la tarde nació en el hospital estatal. Realmente no es una fecha tan importante, sus hermanos siempre se encargaban de felicitarle pero nada más, a nadie más le importaba, ni a sus padres ni a ninguna otra persona. Creyó que este año sería diferente, pero al parecer la única persona que le importaba este día había dejado de quererlo, y la ilusión de que fuera su cumpleaños ya era inexistente. Solo quería que acabara el día para que dejara de recordarle su existencia.

Llegó temprano como siempre, esperando verlo por alguno de los pasillos ilusionado como todas las mañanas anteriores, aún si no tenía éxito.

El pasillo estaba desierto, y una vez más un suspiro desilusionado salió de su garganta. Esos eran los únicos sonidos que emitía ya, suspiros.

Cuál sería su sorpresa al abrir su casillero y encontrar una nota ahí escrita en una servilleta. Se le iluminaron los ojos con esperanza "En el árbol, a las 8"

No hacía falta ser adivino para saber cuál árbol, podría saltarse la primera clase para llegar ahí, no importa, ha esperado este momento demasiado tiempo, aunque no sabe si esperar algo bueno o algo malo, y entonces, pensando en la dualidad de esos escenarios que tiene fue como la ilusión de sus ojos volvió a apagarse. No estaba listo para que le dijera lo que su corazón teme, pero ya necesita quitarse la incertidumbre y la pesadez.

Damián odiaba que llegara tarde, así que, llegó dos minutos antes de las ocho, y Damián ya estaba ahí.

Price: Damián I (Beta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora