1- Primer guiño.

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El invierno abrazaba la ciudad con su manto blanco. Era el primer día de clases luego del Año Nuevo, y los estudiantes de la Universidad de Seúl se desplazaban entre las aulas, con sus rostros apenas visibles bajo gruesas bufandas y gorros de lana. La nieve caía lenta, cubriendo los jardines y las veredas en una capa delicada, mientras el aire frío mordía las mejillas de quienes se atrevían a detenerse al aire libre.

Kang Haein se ajustó el saco de lana turquesa que su madre le había tejido. El color resaltaba entre el paisaje monocromático, dándole un toque de calidez al día gélido. Caminaba junto a su mejor amiga, Jiyu, quien llevaba un abrigo gris y una bufanda blanca. Las dos charlaban animadamente mientras se dirigían hacia el edificio principal.

—¿Sabes? —comenzó Jiyu, sacudiendo la nieve de su gorro—. Este año decidí que voy a dejar de procrastinar con los proyectos. Voy a terminar todo con tiempo. Seré una estudiante ejemplar.

Haein soltó una risa suave, sus mejillas ya sonrojadas por el frío se iluminaron aún más.

—Eso lo dices todos los años. Luego llega el segundo mes del semestre y te veo terminando maquetas a las tres de la mañana.

—¡Oye! Este año es diferente. Es mi resolución de Año Nuevo, y la voy a cumplir. —Jiyu alzó el mentón con determinación exagerada antes de suspirar dramáticamente—. Aunque, siendo honesta, la arquitectura está acabando con mi vida social.

—No es tan diferente con diseño de modas. —Haein sonrió mientras giraban por el pasillo que conectaba con sus aulas—. Estuve toda la semana peleándome con la máquina de coser porque quiero que el proyecto de apertura sea perfecto.

—¿El famoso vestido de tul? —preguntó Jiyu, arqueando una ceja.

—Ese mismo. Creo que mi gato ya lo considera su nuevo lugar favorito para dormir.

Ambas rieron, deteniéndose frente a la máquina expendedora para tomar algo. Mientras seleccionaban bebidas, Jiyu le dio un empujón suave a Haein.

—Por cierto, ¿te enteraste de que él también está aquí este semestre?

Haein la miró con curiosidad mientras su amiga le pasaba una bebida.

—¿De quién hablas?

—¿Quién más? Choi Yeonjun.

El nombre resonó en su mente como una pequeña campana. Haein conocía a Yeonjun, claro. Era el mejor amigo de su hermano mayor, Kang Taehyun, y una figura constante en su casa desde que tenía memoria. Pero ahora él no era solo "el amigo de mi hermano". Era el capitán del Equipo Nacional de Esgrima, el estudiante de Administración de Empresas más popular de la universidad y, aparentemente, alguien que lograba que todas las chicas en los pasillos se giraran para mirarlo.

—¿Y qué con él? —preguntó Haein, fingiendo indiferencia.

—Ay, por favor, Haein. Es imposible ignorarlo. Es como si la nieve decidiera brillar más cuando él aparece.

Haein negó con la cabeza mientras abría la lata que contenía sprite, pero antes de que pudiera responder, un sonido llamó su atención.

Unos pasos firmes se acercaban, y cuando alzó la vista, lo vio. Yeonjun caminaba con la confianza despreocupada que parecía innata en él, su chaqueta negra resaltando contra la nieve que se acumulaba en su cabello oscuro. Llevaba una mochila al hombro y saludaba a algunos compañeros mientras pasaba.

—Hablando del rey de Roma —murmuró Jiyu, dándole un codazo a Haein.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Yeonjun giró la cabeza hacia ellas. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Haein por un breve instante, y, como si fuera lo más natural del mundo, le guiñó un ojo.

Forty One Winks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora