8- Intereses (¿amor?)

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La luz del día se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Haein, marcando un nuevo comienzo. Sin embargo, en cuanto se levantó y notó el silencio absoluto de la casa, un quejido escapó de sus labios.

—¿Otra vez sola? —murmuró, su voz cargada de desdén mientras arrastraba los pies hacia la cocina.

En la mesa, una nota escrita con la letra familiar de Taehyun la esperaba. Suspirando, la tomó entre las manos y comenzó a leer.

"Haein,
Tu desayuno está en el refrigerador. Me fui temprano a trotar con Yeonjun antes de que ambos terminemos en el bar otra vez (no preguntes). Papá estará con el equipo todo el día, como siempre. Mamá salió de compras. Sé buena y no pongas a Taylor Swift tan fuerte esta vez, ¿sí?
                                                     -Taehyun."

Ella bufó, arrugando el papel y lanzándolo al cesto de basura.

—¿No podía quedarse a desayunar al menos? —refunfuñó, dejando caer su cabeza sobre la mesa como si fuera una niña abandonada.

Sus pensamientos vagaron hacia su padre, probablemente ya en el centro de entrenamiento. Lo imaginó liderando al equipo con esa energía casi sobrehumana, haciendo que los esgrimistas trotaran en el frío de la mañana antes de pasar a ejercicios más intensos. Era su rutina, siempre constante, siempre rigurosa.

Y su madre, claro, probablemente en algún centro comercial, revisando catálogos o comprando algo para la casa o para ellos, porque siempre encontraba una excusa para consentirlos a su manera.

—Todo el mundo está ocupado menos yo —murmuró, arrastrándose hacia el refrigerador para sacar el desayuno que Taehyun había mencionado. Era un tazón con frutas y yogurt, preparado con esmero, pero no mejoraba su humor.

Mientras comía distraídamente, Mochi saltó a la mesa, moviendo la cola con curiosidad. Haein lo miró con el ceño fruncido.

—¿Sabes qué, Mochi? Esto es deprimente. Ayer terminé siendo una niña asustada, y hoy soy una niña abandonada.

El gato parpadeó lentamente, como si la entendiera, y se acomodó cerca de ella.

—Tal vez debería salir. O trabajar en mi vestido. O poner música a todo volumen otra vez. Seguro que Taehyun se lo merece por dejarme sola.

A pesar de sus quejas, una pequeña sonrisa se asomó en su rostro al pensar en la nota de su hermano. Por mucho que la molestara, siempre se preocupaba por ella, aunque lo hiciera de una manera muy Taehyun.

Después de terminar su desayuno, Haein decidió que no tenía sentido quedarse ahí todo el día con ese ánimo gris. Miró a su alrededor, viendo la casa vacía, y suspiró de nuevo.

—Ya basta de dramatizar, Haein —se dijo a sí misma mientras se levantaba de la silla, recogiendo el tazón vacío.

Mochi la observaba con esos ojos de gato que siempre parecían juzgarla, pero ella simplemente le hizo una mueca.

—Lo sé, lo sé, soy una tonta —susurró mientras dejaba el tazón en el fregadero y se dirigía hacia su cuarto.

Al entrar, echó un vistazo a su escritorio, donde las telas de su vestido de tul esperaban pacientemente, casi como si también estuvieran impacientes por salir de su ensueño. Haein tenía la costumbre de dejar todo a medio hacer, sobre todo cuando el entusiasmo de un proyecto se desvanecía a medida que pasaba el tiempo. Pero hoy decidió que no dejaría que eso sucediera. Se acercó a la silla, comenzó a tomar las medidas y a cortar las piezas con mayor concentración que nunca.

Forty One Winks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora