9- Avances.

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Cuando llegaron al salón, una de las compañeras de Haein, una chica de cabello corto teñido de rosa, se les acercó rápidamente.

—¡Haein! —exclamó, agitando una libreta en la mano—. ¿Supiste que la profesora Jin no vendrá hoy? Tenemos la clase libre.

—¿De verdad? —preguntó Haein, parpadeando sorprendida. La profesora Jin daba Patronaje y Modelismo, una de las materias que más le gustaba, pero también una de las más exigentes.

—Sí, al parecer tuvo una emergencia familiar. Ya nos mandaron un correo —respondió su compañera, señalando su teléfono antes de dirigirse hacia el grupo que estaba discutiendo qué hacer con las dos horas libres.

Haein se quedó allí, mirando indecisa el rollo de tela que Yeonjun aún cargaba. Por su parte, él levantó una ceja, claramente evaluando si quedarse o no.

—¿Dos horas libres? —dijo Yeonjun, apoyando el rollo contra la pared del salón y cruzando los brazos—. Entonces, ¿qué piensas hacer con todo ese tiempo?

Haein vaciló. La presencia de Yeonjun, aunque inesperada, había comenzado a alterarla de maneras que no quería admitir. ¿Quedarse con él? Era una posibilidad, pero sentía que ya había pasado demasiado tiempo junto a él últimamente, y no confiaba en sí misma para no decir algo extraño.

—Bueno, creo que voy a quedarme aquí y avanzar con mi trabajo... o tal vez ir a la biblioteca —respondió, intentando sonar casual.

Yeonjun ladeó la cabeza, evaluándola con esa sonrisa ligeramente burlona que parecía no abandonar su rostro.

—¿La biblioteca? —repitió, como si estuviera considerando la idea. Luego miró hacia su reloj y añadió—. Podría ir a mi clase, pero, sinceramente, creo que sería más interesante quedarme contigo.

—¿Qué? —Haein lo miró incrédula, su rostro enrojeciendo al instante—. ¿Por qué harías eso? Tienes cosas que hacer, ¿no?

Yeonjun se encogió de hombros.

—Seguramente, pero no todos los días tengo tiempo para molestar a la hermana de mi mejor amigo.

—¡No me estás molestando! —exclamó, aunque su tono traicionaba lo poco convincente que sonaba.

—¿Entonces no te molesta que me quede? —preguntó él con una inocencia fingida, levantando las cejas.

Haein apretó los labios, atrapada en su propia respuesta.

—Haz lo que quieras —murmuró al final, recogiendo sus cosas y caminando a su banco usual, cerca de la ventana.

Yeonjun la siguió con una sonrisa satisfecha, recogiendo el rollo de tela y acomodándolo en una esquina del aula.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer durante estas dos horas libres? —preguntó, mientras se sentaba en una de las mesas con una postura relajada, como si el salón le perteneciera.

Haein suspiró, sabiendo que esas dos horas no serían nada tranquilas con él cerca. Había decidido quedarse con ella, y ahora tendría que encontrar la manera de sobrevivir al constante revuelo que su presencia le causaba.

Mientras Haein sacaba sus materiales, Yeonjun, apoyado en la mesa, rompió el silencio con una voz despreocupada:

—Por cierto, esta noche hay una fiesta en mi casa.

Haein lo miró de reojo mientras desenrollaba un pedazo de tela para trabajar.

—¿Una fiesta? —preguntó, aunque no parecía del todo interesada.

Forty One Winks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora